19. Seth no habla español

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Jess.

—¿Sigues sintiendo algo por Seth?

Debí de haberme esperado que se sorprendiera con aquella pregunta. Sus ojos se abrieron un poco más y con su máscara de pestañas la vista fue un poco cómica.

Estaba, de vuelta, a yéndose a dormir con el maquillaje puesto.

Al menos esperaba que no cancelara la compra de mi crema.

Entonces, chasqueó la lengua, dejó la palma de su mano en mi frente y empujó para despegarme.

—¡Ay!

—¿Por qué me sigues juzgando?

—No te estoy jugando —me quejé y me senté—. Sólo quiero saber.

Ella me miró de soslayo, con desconfianza, y yo apoyé la cabeza en su hombro antes de levantar la vista. El viento que entraba desde la ventana abierta me erizaba los pelos de las piernas.

—Me estás juzgando, y con unos parámetros muy injustos. Deja de hacer puchero.

—No estoy... —Me tapé la boca—. No te estoy juzgando.

—Pues eso no es lo que parece. —Juntó las cejas, aunque se veía más seria que otra cosa—. Ya sé que tú no te encariñas mucho con la gente que sales, pero esto no es así. Él era mi mejor amigo. —Yo sé que no deberían de haberme molestado esas palabras, pero por alguna razón se sintieron como una lenta puñalada—. ¿Cómo te sentirías si de un día desaparecieran Adrián o Santiago desaparecieran y ya no quisieran hablar contigo?

—Me supondría que se fueron de luna de miel.

—¡No los dos juntos!

Me empujó lejos de ella y reí. Me aferré a las mantas para no rodar fuera de la cama. Pero Alex no estaba riendo aún, así que me volví a arrodillar a su lado en el colchón, de nuevo seria.

—Eres la primera amiga que tengo desde Adrián y Santiago en la primaria —le confesé—. Si no contamos a Cloe, que más que hacerse mi amiga, me adoptó como su introvertida favorita.

—Sí, ella hace eso —estuvo de acuerdo—. A mí me dijo que era su enana favorita. A veces creo que nos tiene como parte de una colección.

No lo había visto así, pero esa descripción era bastante acertada.

—Ella es barbie y nosotros somos sus accesorios.

—Confirmo, soy el perro.

Levanté una ceja.

—Ni siquiera te dejas poner una correa.

Ella ladeó la cabeza y me miró a través de sus oscuras pestañas.

—¿Quién te dijo eso?

Aparté la mirada y mi corazón comenzó a latir con fuerza. No entendía cómo era posible que alguien que midiera tan poco me pusiera tan nerviosa.

—Sé que él era tu mejor amigo —retomé la charla inicial—. Que no volverías nunca con él. Y sé que si Santiago o Adrián me hicieran lo mismo yo tampoco lo superaría tan fácil. —Volví a mirarla—. Sólo quiero saber si te sigue afectando.

Nos miramos un momento sin decir nada. Por un momento pensé que iba a mandarme a la mierda. Vi mi vida pasar por mis ojos y me arrepentí de todos mis pecados. El último de ellos: Pensar que podría preguntarle este tipo de cosas a alguien a quien en mi tiempo libre yo insulto por internet.

—Cada vez que pienso en él sólo me enojo —admitió—. Pero no sé si con él por lo que hizo, o conmigo por haberme dejado engañar tanto tiempo. Siento que fui el más grande "amiga, date cuenta" de la historia y aún así no me di cuenta.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora