Extra 3: Adiós popó

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 Una vez encendida la chimenea, la cabaña comenzó a calentarse de inmediato

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Una vez encendida la chimenea, la cabaña comenzó a calentarse de inmediato.

Antes de que quisiera darme cuenta, fui dejando un camino de ropa hasta la habitación a medida que la temperatura iba subiendo. Primero las orejeras, luego la bufanda. Dejé el abrigo sobre una silla y mi chaqueta colgada en la perilla de un puerta. Mis guantes quedaron sobre una mesita al final del pasillo y me estaba quitando el suéter de lana cuando entré al cuarto.

—Entras en calor muy rápido —Dijo Cloe al verme llegar.

Resoplé a medio camino entre una risa y me quité el suéter para poder verla.

La habitación no era mucho más grande que la que ella tenía en su departamento, pero se veía mucho más acogedora con sus muebles antiguos, luz amarilla y colchas en tonos cálidos. Se veía igual de impecable que el resto de la casa.

Cloe también se había quitado el abrigo y toda la ropa extra, pero la estaba colgando dentro de uno de los armarios. Cuando me vio llegar, extendió su brazo como si me estuviera pidiendo mi suéter, así que se lo entregué.

Ella abrió la puerta de otro armario y lo colgó ahí.

—¿Tengo mi propio ropero? —pregunté maravillada.

—Por supuesto. —Cerró con llave y me la lanzó. Yo la atrapé en el aire—. Ahí puedes ocultar tu diario, donde hablas de mí.

Abrí más los ojos.

—¡No tengo un diario!

—Sí, sí. Seguro. —Rodó los ojos, sonriente, y se dejó caer en la cama ya hecha—. "Querido diario: odio tanto a Cloe, con esos ojos que pueden ver dentro de mi alma. Me pregunto cómo se sentiría besarla..."

—¡Yo no pienso eso! —mentí y me lancé sobre ella para cubrirle la boca—. Es más como "Querido diario: ojalá se muera".

Su sonrisa se ensanchó.

—Entonces si hablas de mí en tu diario.

Tomó la mano que cubría su boca y mordisqueó con suavidad uno de mis dedos. La sorpresa dio lugar a una revolución dentro de mi cuerpo.

Aparté la mirada un momento y respiré hondo, aunque en mi cabeza seguía apareciendo la imagen de Cloe debajo de mí, con su cabello rubio esparcido en la almohada y esos ojos que lo sabían todo. Ella sabía lo que estaba haciéndome.

—"Querido diario: Ya no la aguanto" —continué.

—"Me pregunto si ella pensará en mí"

—"Se cree tan linda. Un día de estos la bajaré de su pony".

Las manos de Cloe se cerraron a alrededor de mis caderas. La presión de sus dedos volvió a tomarme por sorpresa y me obligó a volver a verla.

—Mírame cuando te hablo —me ordenó.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora