18. Ayuda, Chayanne

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ALEX

No esperaba que Jessica se enfadara conmigo y me echara de su cuarto.

En mi mente, ella se ponía contenta al escuchar que le pagaría el alquiler, me abrazaba y me llenaba de besos.

Descansé la cabeza en el marco, con la espalda apoyada contra la puerta, y cerré los ojos. Jessica dejó de responderme hacía varios minutos y no sabía si me estaba ignorando o si ya se había quedado dormida.

Metí la pata y lo sabía. Pero no quería irme con ella estando enojada. Me había pasado y quería que ella supiera que era consciente.

—¿Vas a dormir ahí?

Levanté la cabeza y me encontré con Santiago en el lado opuesto de la sala, sentado en su escritorio. Tenía una taza de café junto a él y un dibujo en su tableta gráfica a medio terminar.

Sabía que le caía un poco mal a los padres de Jess, pero no tenía idea de qué pensaría él de mí. Lo más probable era que me odiara por todo lo que le sucedió a Jessica por mi culpa, pero la esperanza es lo último que se pierde.

Además, aparte de verse como un emo deprimido, no me miraba como si sintiera especial aversión hacia mí. Parecía bastante simpático, para ser honesta.

—Sí, estoy en huelga. —Flexioné las piernas para abrazarlas—. Y si intentas echarme, te advierto que tengo gas pimienta.

En mi auto.

Lol.

Santiago me levantó las cejas con poco interés.

—Eres pegajosa y poner nerviosa a Jessica. —Me regañó—. ¿Por qué sigues viniendo?

¿"Porque somos amigas"?

¿Éramos amigas?

¿"Porque me acosté con ella"? No, eso quedaba aún más creepy.

¿"Porque nos pusimos de acuerdo para tirarnos indirectas en redes para que la gente quedara atrapada en nuestro chisme y colateralmente acabamos poniéndonos de acuerdo para buscar a Seth, porque yo necesitaba cerrar ciclos"? Muy largo de explicar.

Decidí ponerme a la defensiva.

—¿Está mal que la ponga nerviosa? —cuestioné.

Él apartó la mirada y la desenfocó en algún punto fijo de la pared, como si estuviera pensando. Parecía no haberse hecho esa pregunta con anterioridad.

Luego de un par de segundos volvió a fijarse en mí.

—Pues ya lo averiguaremos ¿No? —Me alcé de hombros sin saber qué decir—. ¿Quieres café?

Diez minutos después tenía una taza de café humeante al lado, una almohada para apoyar la cabeza y una manta de parches celestes y rosas para abrigarme.

Santiago sugirió que me echara en el sofá si pensaba quedarme toda la noche, pero me negué. Quería despertar apenas ella saliera del cuarto, y además sentía que así iba a quedar más dramático.

Me quedé un rato escuchando los videos de Dross que él estuvo reproduciendo en su computadora y cuando me aburrí comencé con las lecturas semanales de la facultad.

No sé cuánto tiempo pasó, pero debí de haberme quedado dormida mientras estudiaba, porque cuando la puerta se abrió las luces de todo el departamento estaban apagadas. Santiago ya no estaba y su tableta tampoco.

Caí hacia atrás, porque tenía la espalda apoyada contra la puerta, y lo primero que vi fue a Jessica parada detrás de mí.

—¿Qué haces ahí?

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora