Extra 4: Los padres de Cloe

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Me perdí en el bosque.

O sea, no me perdí, pero no encontraba para dónde salir. Hay un gran diferencia entre uno y lo otro.

Mientras más tiempo pasaba, más oscuro se ponía el cielo y más difícil era ver entre tantos árboles. Necesitaba la linterna de mi teléfono encendida para ver los que estaban delante de mí. Ni hablar de encontrar alguna salida.

—Estúpidos árboles. —Abracé un tronco para apoyarme en él y encendí la pantalla de mi teléfono. No había señal y mis datos no funcionaban—. ¡Ah! Estúpida Cloe.

Me arrepentí de salir tan rápido como puse un pie afuera de la cabaña, pero mi orgullo era más grande que yo y ahora ya estaba muy adentro en el bosque como para recordar cómo volver. Creí que estaba caminando en línea recta, pero al parecer no fue así.

Hacía frío. Mucho más frío que en la tarde. Y la única luz que había era de la maldita luna.

—¡Noah!

La voz de Cloe a lo lejos me hizo levantar la cabeza. Miré a mi alrededor, pero si estaba cerca, no pude verla.

—¡Noah! ¿Dónde estás? —preguntó, ahora más cerca. Se oía preocupada.

No pude evitar sentir alivio al oír su voz. Abrí la boca para responderle, pero me lo pensé dos veces.

No quería que se diera cuenta de que me perdí a los cinco minutos de haber entrado. En especial por haber hecho algo que ella me dijo específicamente que no hiciera: salir de noche.

—¿Noah? —su voz se quebró.

AAAAH. SOY UN MONSTRUO. NO QUERÍA PREOCUPARLA ASÍ.

—¡Aquí estoy! —grité en respuesta.

Me solté del tronco cuando la luz de su linterna alumbró unos árboles a un par de metros. Aún no la veía, pero podía escucharla acercarse.

—¿Dónde estás? ¡No te veo! —soltó un quejido, exasperada—. ¿Por qué eres tan pequeña? Crece un poco —lloriqueó.

—¿A quién le dices pequeña? —me ofendí.

Corrí hacia la luz.

Mala idea. Nunca vayan hacia la luz.

Y mucho menos corran en medio de un bosque empinado, cubierto de nieve y a media noche, porque van a tropezar con una raíz, se van a doblar el pie y van a caer. Justo como me sucedió a mí.

Grité adolorida y caí sobre la nieve. Los pasos de Cloe se acercaron hasta que la vi agacharse a mi lado. Estaba tan contenta de verla que me olvidé por un segundo que seguía enojada con ella.

—¡¿Qué sucedió?!

—¡Mi pie!

Me tapé el rostro con un brazo, melodramática. Tenía la pierna con el pie lastimado flexionada, pero me dolía demasiado como para moverlo o intentar algo.

Creí que Cloe intentaría consolarme, como siempre hacía. Esperaba un beso o dos o que intentara animarme con la promesa de un chocolate caliente.

No esperé que se enojara.

—¡¿Estás loca?! —me gritó.

Me quité el brazo de la cara para verla, con sorpresa.

—¿Qué?

Ella me mantuvo la mirada, agachada a mi lado. Apenas sí iba abrigada. Su cabello estaba metido dentro de su chaqueta, como si se la hubiera colocado en la prisa y no le hubiera dado el tiempo de acomodárselo y sacarlo.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora