30. Los caminos de la vida

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NOAH
(La noche anterior)

Cloe llegó media hora después de que la llamara para que pasara a buscarnos de la casa de Alex.

Seré enana, pero no tonta, y me di cuenta de que Jessica tenía otros planes en mente cuando me texteó "Ve tú. Yo me quedo" sin siquiera dignarse a bajar

No hacia falta que me preguntara por qué no se despidió de mí en persona. El sólo imaginarme lo que podría estar haciendo con Alexis en ese cuarto me dio migraña.

—Odio a las parejas felices —dije mientras me metía al auto de Cloe.

El aire acondicionado estaba encendido y la radio también, pero el volumen estaba al minimo, asi que que apenas alcanzaba a escuchar un poco de Cigarettes After Sex.

—Qué linda te ves —me saludó Cloe desde el volante.

Yo, sentada a su lado, me acomodé un poco la falda corta de mi vestido rojo. Era de esos que acababan por encima de los muslos, así que había muchi que hacer mucho al respecto.

No pude evitar sentirme un poco desnuda bajo su atenta mirada, aunque ella ni siquiera me estaba viendo, sino que estaba arrancando el auto.

Ella llevaba su cabello suelto y bien peinado, con dos trenzas pequeñas a los lados. Su blusa era de una tela delgada y floreada, pero su falda era de una tela más gruesa y oscura, sólo unos centímetros más larga que la mía.

—Sí, bueno, dime algo que no sepa —respondí, intentando mantenerme lo más digna posible. Como si ella no fuera diez veces más bonita que yo..

Cloe se acomodó un mechón suelto detrás de la oreja y siguió conduciendo.

No me había dado cuenta de lo mucho que me gustaban e incomodaban las mujeres independientes hasta que la conocí. Ella era millonaria (bueno, no en realidad), tenía su propio departamento, auto, se autogestionaba todo y siempre parecía tener las cosas en orden.

Cada vez que me miraba, se me revolucionaban las hormonas.

¿Pero saben una cosa? Ella era una manipuladora. Pensaba que podía tener todo como le gustaba y las cosas no funcionaban así. Aquí la única princesa caprichosa era yo.

—¿Sabes en que estoy pensando? —habló sin quitar la vista del camino—. En ordenar algo ¿Cuál es tu comida favorita?

—No, gracias. Soy celiaca —respondí para llevarle la contra.

Ella me miró por primera vez desde que subí y me dedicó una de esas sonrisas amables, que se veían sinceras y yo no entendía. Porque cómo alguien podía sonreír tan calmada cuando le llevaban la contra.

—Puedes pedir algo sin gluten, o puedo comer lo mismo que tú, si es lo que quieres.

Arrugué la frente.

–No es necesario que comas lo mismo que yo.

Su sonrisa se ensanchó.

—Está bien. Pide lo que quieras y luego pediré yo. Pago yo.

Tarde me di cuenta de lo que acaba de suceder.

—No, espera. —Me enderecé en mi asiento—. No dije que iba a cenar contigo. Quiero ir a mi casa.

Levanté la tira de mi vestido al notar que se había desacomodado.

Ella se alzó de hombros.

—Está bien. Podemos ir a tu casa ¿Qué vas a comer? Yo tengo antojo de pollo. Quizá pida a la parrilla, con salsa y guarnición. —Me miró de reojo—. ¿O vas  dormir con el estómago vacío?

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora