34. Huída

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JESS 

Tenía frío.

El césped estaba húmedo, como si hubiera llovido esa mañana. El viento golpeaba con tanta fuerza que a veces sentía que podía llegar a arrastrarme y el cabello se me iba a la cara. No podía creer que llevara dos pares de calcetines puestos e incluso así mis pies estuvieran congelados.

Llevaba veinte minutos caminando en el mismísimo campo junto a las vías del tren y sentía que aún faltaba demasiado para llegar a la estación de trenes. 

Ni siquiera podía verla en el horizonte.

Al menos estaba agradecida de que no hubiera nada ni nadie cerca, porque llevaba los últimos diez minutos llorando sin detenerme. Mis guantes ya debían de estar llenos de lágrimas y mocos.

No podía creer que Alex me hubiera dicho algo así. Después de todas las cosas que pasamos, de verdad creí que estaba cambiando. Que estábamos mejorando.

Pero sólo le bastó un segundo junto a Seth para...¿Volver con él?

¿En algún momento fui una opción yo? ¿O sólo estaba siendo su premio consuelo, en vista de que ya no tenía a nadie?

Me quité los guantes y me pasé una mano por mi rostro helado.

¿De verdad fui tan estúpida que no pude verlo en todos estos meses?

Odiaba sentirme estúpida y ahora mismo me estaba sintiendo como la persona más estúpida del planeta. Había estado tan empeñada en no enamorarme de Alex para que no me rompiera el corazón, pero al parecer sólo estaba negando lo que ya había sucedido.

Me había enamorado de Alex sin quererlo. De alguna manera u otra, hubo un momento en el que dejé de sentirme simplemente atraída y comencé a preocuparme por ella, a emocionarme con su presencia, a reírme de sus chistes. Mi corazón comenzó a latir más rápido de lo normal cada vez que me dedicaba una de sus sonrisas.

—Esta mierda duele —Pateé el césped delante de mí y las gotas de agua me salpicaron en la ropa y las manos desnudas. Sentí como se volvía a formar un nudo en mi garganta y me cubrí el rostro con las manos—. ¡Ya no quiero un corazón! Ya no quiero nada.

—¿Estás bien?

Di un respingo y casi caí de culo al escuchar la voz detrás de mí.

Seth estaba a un par de metros de distancia, parado, y con su mochila echada al hombro.

Compartimos una mirada de unos segundos donde él me examinaba con una mezcla de preocupación y extrañeza. Yo con pánico y horror, cubierta de lágrimas (y probablemente mocos).

Luego volvió el enojo.

Recordé que estaba aquí, en medio de la nada, por su culpa. ¿Cómo se atrevía a verme llorar?

Volví a cerrar los puños con fuerza, pero esta vez no tenía los guantes y el filo de mis uñas esculpidas se clavó en mi palma.

—¿Te puedes ir, por favor? Estoy llorando.

Seth ladeó la cabeza.

—No jodas, Jessica, esto no es una telenovela. Deja de llorar y vuelve.

Miré por sobre su hombro, en busca de señales de Alex o su auto, pero no había nada ni nadie, más que él. El resto era puro campo.

—¿Dónde está Alex? —pregunté.

Él se sacó un pañuelo descartable del bolsillo y me lo ofreció.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora