25. Seth hace tarta de limón

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ALEX

Un año atrás

La universidad le chupaba a uno el alma.

Eso es algo que siempre había tenido claro. Pero uno nunca se da cuenta de los verdaderos efectos de algo hasta que los ve de cerca como yo, en ese caso, que tenía a un Seth dormido a mi lado en la mesa del bar.

Era pleno invierno, pero el frío aquí no se sentía tanto. Aún así Seth llevaba sobre sus hombros la enorme chaqueta con la que llegó a la primera clase de las siete de la mañana. Con su bufanda de lana había improvisado una pequeña almohada contra la pared y cabeceaba cada vez que alguien hablaba cerca de él.

—Eso te pasa por poner todas tus clases en el mismo día —dije a la quinta vez que lo vi cabecear mientras comía mi emparedado.

Abrió los ojos, sólo apenas, lo suficiente como para verme con los ojos entornados. Tenía marcas de la bufanda en la mejilla y ojeras. Estiré el brazo y pasé mi mano por su cabello en un intento pobre de consuelo. Él ladeó la cabeza hacia mí como si le hubieran gustado mis cinco segundos de atención.

Me daba pena verlo tan cansado, pero no podía hacer nada para ayudarlo. Yo estaba igual con el comienzo de las grabaciones de mi serie.

—Es mi único día libre en el trabajo —se quejó y descansó su mejilla en la palma de mi mano antes de verme a los ojos—. ¿No tienes algo que decirme?

Arrugué la frente.

—¿Algo como qué? —pregunté, pero mi atención se esfumó cuando la campana de la puerta volvió a sonar con la llegada de alguien.

El bar de la facultad se encontraba en el subsuelo y, muchas veces, era el único sitio en todo el edificio con calefacción funcionando, así que era común que en los recesos entre hora y hora se llenara de estudiantes que buscaban calor o comida.

Aún así, no pude evitar entrar en pánico cuando vi a la mismísima Jessica Vega entrar.

Ella estaba vestida completamente de rosa, llevando falda incluso en invierno. Su cabello iba atado en una cola de caballo mientras revisaba algo en sus apuntes y yo no podía creer cómo era capaz de bajar las escaleras de la entrada con esos tacones sin siquiera ver el camino.

Entonces levantó la cabeza y me miró.

Ahogué un grito, solté a Seth y escondí el rostro detrás de uno de mis cuadernos. El ruido llamó más atención de los que estaban sentados alrededor y Seth frente a mí dio un respingo del susto.

—¿Qué fue eso? —preguntó.

No me atreví a levantar la cabeza por encima de mi cuaderno, con miedo de que aún siguiera mirando. Así que señalé con disimulo hacia la pelirroja.

—¿Sabes quién es? —le pregunté.

Seth negó sin dejar de mirarla. Parecía molesto, como si se estuviera preguntando quién había sido la atrevida que le robó la atención de su novia. Pero a mí me dio más miedo que ella lo atrapara viéndola, así que le toqué el mentón con la punta de los dedos para que dejara de hacerlo.

—¡No la mires tanto! —grité en un susurro—.Es youtuber. De esos videos sobre películas que me gustan.

Miré por encima de mi cuaderno de nuevo y me tapé la boca para ahogar cualquier ruido fangirl. Ella estaba parada frente a la barra y le tendía a la empleada su termo de aluminio, probablemente para que le cargara más agua. Cuando su mano quedó libre, se la llevó a la parte trasera de su falda plisada para acomodarla.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora