20. Conocemos a Charlie y no es Damelio

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JESS

—¿Cómo amigas? —pregunté—. ¿Por qué no vamos como amantes?

Hubo un silencio en la llamada. Durante un momento creí que la idea no le habría gustado o tal vez fui demasiado lejos. Entonces, se aclaró la garganta.

—Tú sabes que haré cualquier cosa que me pidas —dijo finalmente—. Además, tú y yo tenemos que hablar.

—¿Hablar? —Miré nerviosa hacia los lados, como si ella estuviera aquí. Lo mejor en estas ocasiones era hacerse la estúpida—. ¿Hablar de qué?

—¿Sobre cierta persona con la que al parecer te has estado comunicando? —preguntó con calma. De hecho, con mucha más calma de la que me esperaba tratándose de Seth—. Pero esta es la última semana de rodaje —agregó—. Así que no podré verte en clases.

Me rasqué la pantorrilla, aún de cuclillas en el suelo, y miré mi alfombra de felpa. Por alguna razón me decepcionó el que me dijera que no iría a clases, pero no sabía explicar el por qué.

Se sentía como tener un programa semanal favorito. Mentalizarse sabiendo que, todos los sábados por la mañana, tendría eso. Y de repente me anuncian que el capítulo de esa semana tardará otra semana más en llegar.

—¿Por qué quieres que hablemos eso allá?

Me sentía un poco aliviada por un lado, porque no tendría que pensar en qué decirle aún, pero también me ponía más nerviosa el pensar en que le tendría que esquivar la pregunta cara a cara.

No quería decirle lo que Seth me dijo, porque no quería ser yo la que le diera las malas noticias. Y sabía que eso la iba a afectar, aún si la excusa de Seth fuera estúpida. Y tampoco quería que, cada vez que estaba conmigo, recordara eso que él me dijo.

—Prefiero que este tipo de cosas las hablemos cara a cara —interrumpió mis pensamientos.

Noah me pateó con suavidad en el hombro y la aparté de un manotazo, molesta.

—¿Por qué tan seria de repente? Ya me hablas como si fuera tu novia.

—¿No era así como querías que fuéramos al evento?

Me quedé muda. Me llevé una mano a la mejilla para cubrirla, sintiendo un poco de calor.

—No, a ver. Novias no. Amantes —le corregí con el corazón en la boca.

—¿Cuál es la diferencia? Sigues siendo mía.

Ay, señor.

Me tapé la boca.

El corazón me comenzó a latir con fuerza.

Intenté abanicarme con la otra mano y los ojos bien abiertos. Estaba agradecida de que Noah no hubiera podido escuchar eso, porque sabía que se habría burlado de mí hasta el año 2025, por cómo me puse.

—¿Sigues ahí? —preguntó Alex.

—No, adiós.

Colgué.

Me tapé el rostro con las manos.

Padre nuestro, que estás en el cielo...

¿Que ella dijo qué?

Me levanté de golpe, probablemente para comenzar a caminar en círculos, pero apenas levanté la cabeza me encontré con un Adrián parado en la puerta, estático. Aún llevaba el libro en su mano, pero su expresión ya no era de calma, como la recordaba. 

Se veía ligeramente perturbado.

—¿Cuándo me ibas a decir que eras lesbiana?

Sentí la boca seca.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora