16. El chisme de la familia de Jess

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ALEX

Desperté con el sol en la cara.

La ventana del cuarto de Jess tenía sus cortinas blancas a un lado y los rayos de sol atravesaban la cama hasta casi el borde, donde yo descansaba.

Escondí el rostro en el pecho de Jess y sus brazos se cerraron para mantenerme más cerca mientras seguía durmiendo. El sol en su espalda no parecía molestarle.

Me pareció oír un murmullo de voces desde la sala de estar que supuse que pertenecían a sus compañeros de cuarto. Me pregunté cómo haría para salir sin que me viera el pelirrojo que parecía odiarme.

—Quédate quieta —me regañó la Jess.

Cuando levanté la cabeza la encontré aún con los ojos cerrados, sosteniéndome entre sus brazos. Sentía su pecho subir y bajar con tranquilidad. Su mejilla estaba aplastada contra la almohada y parte de su cabello caía sobre su rostro.

Cuando estiré un brazo para acomodárselo detrás de la oreja, ella abrió los ojos. Me los entrecerró, somnolienta.

Incluso recién despierta se veía enojada. No puede ser.

—¿Qué te pasa? —me preguntó.

¿Cómo le decía que se veía linda sin subirle el ego?

—Bueno, supongo que ahora toca casarnos —Coloqué las manos detrás de mi cabeza para usarlas de almohada—. Ya me profanaste. Es lo que corresponde.

Jass cerró los ojos y soltó una carcajada.

—Cállate.

Se tapó el rostro con las manos mientras reía.

—Hablo en serio. No te burles. —Intenté no sonreír para mantenerme seria y me apoyé en un codo—. ¿Y si te embaracé?

Abrió los ojos con sorpresa y me golpeó con una almohada.

—¡Alex, cállate! —repitió sin dejar de reír.

Me quité la almohada de la cara y la abracé contra mi pecho como si se tratara de un peluche.

—No hagas eso. Me vas a correr el maquillaje —la regañé, aunque también estaba riendo.

Ella apoyó las palmas en el colchón y me miró a los ojos desde arriba. La camiseta que llevaba puesta era lo suficientemente holgada como para que pudiera ver en su interior a través del cuello si me asomaba un poco.

Pero intenté mantenerle la mirada, por respeto.

—¿Qué me ves? —le pregunté, un poco nerviosa por tenerla encima.

Ella tomó mi mentón y lo levantó un poco.

—Tienes razón. Aún llevas maquillaje —observó antes de juntar las cejas y arrugarme la frente—. ¿Por qué no te lo quitaste?

—No lo sé. Estaba cansada —respondí vagamente.

Intenté frotarme los ojos, como si con eso pudiera quitármelo, pero Jess me tomó las muñecas con una mano, horrorizada. 

Ella no era tan expresiva en sus videos, así que de alguna manera me hizo sentir especial el poder verla haciendo caras delante de mí sin ningún tipo de pena.

¿Era ridículo emocionarme por algo tan estúpido?

No lo sé. Pero soy simp.

Se sentó a horcajadas sobre mi estómago y se inclinó hacia adelante para abrir el cajón de su mesa de noche y sacar algo. Su pelo me dio en la cara y se lo acomodé detrás de la espalda.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora