-Capítulo 28-

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—¿Puedo pasar?— Ella señala adentro. Albert la observa por unos instantes, y sin decir palabra se aparta del camino para que ella pase. Silencioso, o más bien pensativo.— ¿Me siento en el sofá?— Dona se pasea por los alrededores del piso a espera de una respuesta, Albert simplemente asiente con la cabeza.

Él parece frustrado con algo, o con alguien. Dona no sabe decirlo si con ella o con él mismo. De todas formas no importa, ella no ha ido a allí a tener charlas circunstanciales y deprimentes. Está claro que ella y él no son amigos. Joder, ni siquiera compañeros.— Gracias.— Dona se pone cómoda en el mismo asiento que de la última vez, pero Albert se mantiene de pie, observándola sin decir palabra. Dona no le gusta ser analizada de esa forma por él, por eso pregunta— ¿No te sientas?

—Estoy bien de pie.— Él replica rascándose el cuello. Dona frunce el ceño unos instantes antes de suspirar.

—Okay, ya veo que no es necesario que yo suelte parrafadas —dice.— Sabes por qué estoy aquí ¿Verdad?

—Sí.— Él asiente mirando al techo, con la mano derecha apoyada en la cintura y la izquierda moviendo el flequillo hacía atrás. Incómodo. Dona puede ver perfectamente la musculatura de él. En forma, piel clara, y un cuerpo de ensueño. Dona incluso se imagina a los hombres que habrán podido tocarle sin impedimentos, haciéndole temblar de los pies a la cabeza. "Seguramente más hombres de los que me han tocado a mí siquiera." Ella piensa para sus adentros con molestia. Sin saber con seguridad qué parte de ella gana la batalla, la que tiene envidia de lo que Albert tiene, o la que desea hacerlo merma por exactamente lo mismo.

—¿Quieres hablar de ello? Porque yo no.— Dona da de hombros. Ella no necesita motivos, ni siquiera los busca. Albert asiente una vez más.— Okay, empecemos por la reglas.

—¿Reglas?— Él vuelve a mirarla.

—Sí, reglas.—Dona Asiente.— No somos amigos Albert, y lo que ocurra aquí — apunta al sofá.— Debe de haber un consentimiento mutuo.— Albert mira a otra parte pero Dona sabe que él entiende a donde ella quiere llegar, o eso ella espera.— Estuve leyendo sobre el tema...— Dona solo omite la parte en la que lo aprendió de un fanfic smut que leyó recién.— Utilizaremos una safe Word y...

—Espera, espera.— Albert la interrumpe.— ¿Safe World?

—Si te sientes incómodo con algo de lo que te estoy haciendo o es demasiado doloroso, tendrás que decirme "fetiche" y pararé lo que sea que te esté haciendo.— Explica.— Y me tomé la libertad de llamarla "fetiche", espero que no sea un problema.— Dice cruzando los brazos. La camisa ciñéndose al cuerpo robusto de Dona, enmarcando el sujetador deportivo que ella lleva por debajo. Eso no pasa desapercibido por Albert pero él finge no notarlo.— A lo que iba.— Dona retoma.— Safe Word es Fetiche, y regla número dos, tu no me tocas, yo te toco a ti. ¿Queda claro?

— Como el agua.— Albert finalmente se digna a sentarse frente a ella en el sofá, cruzando las piernas. Dona no puede evitar echar un vistazo a los muslos de él y apreciar lo bien tonificados que están. Ni un solo pelo. Ella no puede evitar querer tocarle para sentir lo suaves que son. Aunque rápidamente Dona vuelve a mirarle a los ojos. Ella no puede distraerse de esa forma por Dios.

—Tercera regla, yo no soy Dona, zorra o cualquier insulto que te salga del alma.— Le apunta con el dedo e intenta por todos los medios no sonrojarse de paso.— Me llamarás ama, ¿Estás de acuerdo con eso?— Lo encara.

Albert se contiene de mandarla a la mierda por un momento. Por supuesto que él no está de acuerdo, pero joder, desde la última vez que Dona le hizo aquello él no ha podido enrollarse con un tío a gusto. Y el estrés también le está comiendo por dentro. Así que de momento, él aceptará lo que sea que Dona diga.

"¿Qué no puedo tocarla? Bien joder, me ahorra problemas." Piensa con pura malicia para sus adentros, aunque, eso no evita que él siga observando a Dona de todas formas. O como ella parece ser achuchable y cálida al tacto. En otras circunstancias él la estaría abrazando de la misma forma que hace con Marta a veces, pero este no es el caso. Dona es una mujer de mejillas rebosantes y una mirada que mortifica si sabe utilizarla de la forma adecuada. No es alta, al menos no tanto como Albert, y la ropa que ella lleva hoy es una que quizá la vaya un poco apretada. La blusa que ella tiene puesta se la marca la cintura y los senos, que ahora que Albert los observa mejor, son grandes. Él nunca antes tuvo la oportunidad de sostener pechos así de notables. Los de Marta son medianos e Isabel apenas tiene algo de lo que agarrar. Sandra, su mejor amiga de Instituto y la única mujer con la que se ha acostado antes de darse por vencido con la heterosexualidad, tampoco los tenían grandes. "Joder, ¿Por qué estoy pensando en tetas ahora? ¿Acaso soy un adolescente lleno de hormonas que se mata a pajas?" Vocifera de forma mental con hastío. Es claro que cuando él era más joven y confuso, veía porno hetero y también echaba un vistazo a los pechos de las actrices, aunque, le interesaban mucho más los penes que no los pechos.

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