-Capítulo 40-

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— No me he ido a ninguna parte, chico gay.— Es la respuesta de ella. Dona oye entonces un quejido al otro lado de la línea. Es evidente que a Albert no le gusta el apodo. Dona lo hace adrede. Ella es buena con inventarse distracciones.

— ¿En serio "Chico gay"? ¿No hay nada menos infantil?— Se escucha un largo bufido por parte de Albert, siendo él, incluso más aniñado que el mismísimo apodo. Dona no puede evitar reírse otra vez.

— ¿Y qué pasa qué sea infantil? A mí me gusta.— Ella da de hombros intentando mostrar seriedad en la voz, y fallando vilmente en ello. Es demasiado divertido.— Por cierto, ¿Quién es Guillem?

El silencio que sigue es tan abrupto que Dona llega a creer por un momento que Albert finalmente ha caído rendido ante la inconsciencia, y no ha tenido tiempo suficiente de colgar la llamada. Pero, ella aún oye la respiración de él a través del dispositivo, alto y cerca. También el ruido de como Albert se mueve de vez en cuando. Aún despierto, pero en trance.

— Mi ex.— Él habla de repente, con la voz suave. Sin embargo eso no tiene por qué ser algo bueno.

"La calma siempre viene antes de la tormenta." Dona piensa para sus adentros mientras sigue caminando de regreso a casa. En otras circunstancias, ella habría cambiado de asunto, pero ahora con Albert, y después de todo lo que ha ocurrido entre ellos, Dona no ve una razón de peso porque hacerlo.

Con Albert, Dona no tiene por qué callarse o hacerle sentirse cómodo, es más, ella ni siquiera tiene ganas de aparentar modestia.

— Así que ex...— Dona empieza.—¿Por qué él es un ex Albert?

— Porque me dejó, ¿No es obvio?— Albert responde con la voz cruda.— De un día para otro y ¡Puff! Yo era demasiado. Que estaba cansado de mí, me dijo.— Se le corta la voz a Albert por momentos.— Que yo no le amaba lo suficiente. ¡YO! Que lo traje a MI casa, e hice lo imposible por hacerle feliz.— Se oye un golpe sordo de fondo.— No compartí una solo foto de nosotros juntos porque él tenía miedo de que sus compañeros de trabajo descubrieran que él era MARICÓN ahora.— Se oyen balbuceos al otro lado de la línea. Dona se da cuenta de inmediato que aquello muy pronto se convertiría en lágrimas.— ¡Y AHORA POSTEA CASI A MENUDO SELFIES CON SU NOVIO! Diciendo lo mucho que lo quiere por los jodidos cuatro vientos.—La voz de Albert va perdiendo fuerza, y más sollozos se escuchan de fondo.

— No llores.— Dona dice con autoridad, y no por pena.

— ¿Y cómo mierdas hago para detener las lágrimas?— Él pregunta con la voz estridente, señal de que está a punto de caer en un llanto sonoro.

— ¡Porque es una orden!— El grito es tan inesperado que Albert gaguea tragándose el sollozo, y Dona nota como unos ancianos la miran con sorpresa por la calle.

"Mierda." Ella finge no verlos, pero la vergüenza sigue presente en la expresión de Dona. Ella incluso tiene ímpetu de ir a disculparse con los completos desconocidos por ella haber gritado en la vía pública. Molestándolos. Pero al recordar que ella aún está hablando con Albert es suficiente para detenerla.

— ¡No estamos jugando ahora!— Albert se defiende entonces, pero por cómo suena, él tiene pinta de estar un poco más estable que antes. Eso, o él simplemente sigue en shock por el grito de Dona.

"Él es adorable así." El pensamiento viene de golpe en la cabeza de ella, y Dona no puede estar más de acuerdo con eso. Sin duda Albert es más receptivo ahora.

— ¿De verdad crees que esto no es un juego chico gay?— La ironía fluye con facilidad a través de la boca de Dona. Es adictiva.

— Yo no quiero jugar ahora.— Él farfulla entonces, recuperando estabilidad en la voz. Aunque, Albert habla sin la petulancia típica en él. Una buena señal.— Quiero hablar.

— No. Quieres utilizarme como distracción, es distinto.— Dona lo corrige con facilidad. No es la primera vez que ella es juguete de alguien. Hay una ligera diferencia entre quien la busca por ella misma, a quien simplemente la utiliza. Los matices importan, hasta para el ser más estúpido de la faz de la tierra. Pero Dona no puede culpar a Albert en este aspecto, cuando la misma Dona, lo ha utilizado a él antes.— Un juego es un juego chico gay. Te escucharé siempre que tengas esto en cuenta.— Sentencia.— Utilízame, pero lo haremos a mi manera.

— Entonces deja que me desahogue contigo.— Albert casi suplica, pero ya no hay ganas en él de dejar que las lágrimas salgan hasta transformarse en un infinito mar de lágrimas, como en el cuento de Alicia en el país de las Maravillas. Albert apenas se siente indignado de haber sido interrumpido mientras despotricaba contra su ex.

— No.— Dona responde.

—¿Y por qué no?— Albert suena como un crío pequeño que hace preguntas imposibles y recibe respuestas absurdamente concretas. Y un niño no necesita respuestas concretas y serias. Uno crío solo quiere soñar.—¿Por qué no puedo?— La desilusión resuena con ferocidad en él ahora. El alcohol empieza a convertirlo en un ser casi cándido en este instante. Casi.

— Porque tú eres afortunado de haberle podido llamar novio en el pasado.— Ella responde con indiferencia.— Hay gente que ni tan siquiera ha tenido eso.— Dona siente algo de acidez en la garganta mientras lo dice. La envidia es traicionera y aparece cuando uno menos espera, y Dona, no puede evitar sentir un poco de ella en su interior.

—¿Y ahora me dirás que debo comer toda la comida que hay en el plato porque los niños de África pasan hambre?— Albert replica.— Joder, yo no soy los demás Dona. Me da igual que otros no hayan podido tener lo que yo sí tuve. Lo que me duele ahora es que ya no lo tengo más.— Él balbucea cosas ininteligibles por unos momentos antes de suspirar.

"Cierto, mierda." Dona tiene ganas de pegarse fuerte en la cabeza por la estupidez que acaba de soltarle a Albert. Y peor, es ella darse cuenta de que un Albert borracho tiene mucho más sentido que no ella con sus estúpidos libros de autoayuda y frases cutres. "Que alguien no haya tenido la oportunidad de tener lo que yo tengo, o sufrir lo que yo he sufrido, no hace que el sentimiento de esta persona sea menos válido." Dona razona para sus adentros. "Y de la misma forma, si yo no como todo lo que hay en mi plato, eso no hace que los niños de África dejen de pasar hambre."

— Cuéntame entonces.— Dona dice después de unos minutos callada, escuchando la respiración de Albert en el oído izquierdo. No es molesta y ruidosa como es la de Dona mientras ella camina. La respiración de Albert es lenta y tranquilizadora. Dona incluso tiene ímpetu de disculparse por un momento, pero ella rápidamente se quita la idea de la cabeza. "Albert está borracho, no es como que a él le importa mis disculpas de todas formas." O al menos, eso es lo que intenta creerse Dona.

— ¿El qué?— Él pregunta, despistándose por momentos de lo que ambos están hablando. Se oye un bostezo, y no es muy complicado de saber que proviene de él.

— Tus desahogos. Oiré cada uno de ellos.—Dona sonríe mientras sigue caminando. Albert no durará mucho más tiempo despierto, y no es el fin del mundo escuchar las quejas de un borracho de vez en cuando. Sobre todo, un borracho que odia estar solo.

Y Dona siempre ha sido una buena oyente después de todo.

FeticheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora