-Capítulo 50-

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Dona tiene ímpetu de entrar en el perfil de ambas, pero al final se contiene. Ella no es una Stalker, por Dios. O eso, es lo que ella se dice a sí misma. Ella entonces sigue bajando para ver más fotos de Albert. Y mientras más lo hace, más joven Albert se va convirtiendo. Como en una cinta VHS que está siendo rebobinada. La barba de él haciéndose cada vez más fina, y el pelo de él más largo y voluminoso. ¡Flequillos! Por Dios, él tenía casi el mismo estilo que Troy Bolton en High School Musical.

Eso hace Dona sonreír como una tonta. Ella recuerda la fiebre de los flequillos largos de entonces, y los pantalones caídos también de paso.

— Gracias a Dios que eso pasó de moda. — Ella concluye aliviada para sus adentros mientras sigue mirando las fotos de él.

Los pómulos de Albert se van haciendo menos prominentes. Él va adelgazando mientras más antiguas son las fotos. Las ropas que él viste, siendo menos formales y no tan explicitas sobre la sexualidad que ahora tanto le favorece a él. Incluso la forma de sonreír de él es distinta. Y no por ello menos atractiva.

Dona también observa las fotos que le hicieron a él en conciertos con Marta e Isabel.

"Maldita sea, el gimnasio sí que le ha sentado bien." Dona no puede evitar hacer comparaciones entre el Albert del presente con el Albert de las fotos del pasado. Él ha ganado musculatura y forma. Antes Albert era piel y huesos, a diferencia de Dona en el instituto.

A lo que ella se cuestiona entonces, como habría sido la adolescencia de ella si hubiese conocido a alguien como Albert.

¿Habría ella ido a conciertos con él y su grupito?

¿Habría Dona tenido, infinidad de novios y amigos con quienes quejarse de lo aburrido que eran los estudios?

¿Habría Albert ayudado a Dona a comprarse ropas por Barcelona y parar a comerse helados como en las pelis adolescentes?

¿Habría ella ido a botellones para ponerse borracha como una cuba con los demás?

¿Habría Dona dejado de tener la nariz metida en los libros y salir más? ¿Vivir más también?

¿Habría ella actuado de la forma que se supone debe comportarse una adolescente normal?

Probablemente no, o sí. ¿Quién sabe? Sin embargo, si este fuera el caso, Dona jamás tendría lo que tiene ahora con Albert.

Vale que sea un error. Vale también que es una distracción. Pero sigue siendo una bienvenida. Demonios, hasta es divertida hasta cierto punto.

Después de todo, es la primera vez en años que Dona es tan... Directa con las cosas que ella quiere.

Él Albert que sale en la pantalla sonriendo no se parece en nada al Albert que habla con Dona por el móvil o en persona. Él es petulante y un tanto quejica. Pero, este es el único Albert que Dona conoce.

Es una lástima que él no la sonría de la misma forma. Pero Dona tampoco le suplicará que lo haga alguna vez.

¿Por qué habría ella de pedir algo así de todas formas?

Demonios, ¿Por qué Dona está pensando en esto siquiera? Albert no será un segundo Alex.

Ni en broma.

Él es, y siempre será el chico gay. Bueno, al menos hasta que eso acabe también.

Todo en la vida de Dona por lo general tiene una fecha muy corta de caducidad.

♣♣♣

El móvil suena de repente.

— ¡Qué susto! — Dona se lleva la mano al corazón, sorprendida. El número que sale en pantalla es uno desconocido. Pero no es Spam ya que ella tiene una app para bloquear estas cosas. — Será el tipo del piso. — Se toma dos largos suspiros antes de coger la llamada.

Al final resulta que efectivamente es él. El tipo pregunta si Dona realmente irá a ver el inmueble, a lo que ella dice que sí. Ambos confirman la hora y donde quedar, se despiden y Dona cuelga.

Una vez ella lo hace, la pantalla de llamada desaparece y Dona se encuentra una vez más en Instagram, con el perfil de Albert abierto.

Pero el encanto se quiebra. Dona deja de divagar y también babear para ponerse en marcha. Dona se toma lo que queda del jugo de naranja en un sorbo, y tira lo que la queda del bocadillo que ella hizo antes. Ya no tiene hambre.

De paso, ella también deja una nota para su madre, avisando para que no se preocupe. No vaya a ser que la señora Neves llame a la policía como amenazó hacerlo ayer.

—¿No me olvido de nada? — Ella observa cómo va vestida por si hay migajas de pan en la ropa, o haya manchado la blusa con el jugo. Por suerte este no parece ser el caso. Ella también observa el contenido de su bolsa y contrasta que las llaves de casa y del coche están dentro. El móvil está cargado, así que no habrá problema. — No. — Asiente yendo de camino a la puerta satisfecha. Dona procura no hacer demasiado ruido antes de salir. Sus padres necesitan descansar tanto cuánto ella.

♣♣♣

Albert se despierta por lo incómodo que es el colchón. Él nunca se acostumbra del todo a dormir en otra cama que no es la de él. Llamarlo tiquismiquis si queréis, pero Albert siempre ha sido así. Él recuerda además, como le costó acostumbrarse a dormir en su propio piso cuando recién salió de la casa de sus padres. Tardó tres meses enteros para adaptarse a la nueva vida. Pero entonces apareció Guillem, y las cosas siguieron su curso. Albert incluso se olvidó de lo mucho que odiaba estar solo en aquel lugar tan grande que ahora llama hogar. La vida ganó incluso más brillo. Y el sexo ha sido un plus.

Pero recordar el pasado en este instante es un no, no para Albert. Por eso él se despereza y abre los ojos.

Un bostezo traicionero sale de la boca de él mientras se mueve bajo las sábanas. Dándose cuenta de que él está desnudo y pegajoso.

"No me he duchado ayer después de hacerlo, ¿Verdad?" Se rasca la cabeza, y de seguido también la barbilla como de costumbre. "Tengo que ir a un barbero." Voltea la cabeza a un lado, incluso pensado en hacer alguna broma a Marcus, pero, Albert se da cuenta de que él no está.

— ¿Pero cómo se habrá ido sin que yo me diera cuenta? — Indaga poniéndose cómodo sobre el colchón antes de recordar un detalle importante. — ¡Joder! El horario del hotel. — Se levanta de la cama de un salto y busca el móvil. Si él se queda allí hasta después de la una, tendrá que pagar más. Pero por suerte, son las diez y doce de la mañana todavía. — Lo primero es lo primero, una ducha. — Él sonríe más sosegado sin molestarse en recoger la ropa tirada en el suelo todavía.

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