- Capítulo 94 -

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Flashbacks le vienen a Dona de la primera vez que ambos empezaron "esto", pero, ninguno de esos recuerdos se iguala a lo que ella está viviendo ahora. Dona casi siente pena de no haberlo desvestido con sus propias manos. Quitarle capas como el envoltorio de un regalo. Su regalo.

Entonces, los dedos de ella se zarandean por el estómago de Albert. Tan suave... y delicado. La entran ganas de morder. Demonios, y eso hace. El aliento de Albert se estanca cuando los dientes de Dona rozan piel. Unos centímetros por encima del ombligo.

Liso y cálido.

A veces, el deseo convierte a uno en caníbal. Con las ganas de sorber, morder y probar que nos hace parecer a lo que siempre seremos en el fondo: animales. Y que bien sienta liberarlo a veces.

—J-joder. —La voz de Albert es melodía a los oídos de Dona. La mejor de las delicias. El más delicado de los postres.

Y ella quiere oírlo otra vez.

Su lengua sigue el recorrido de la mordida. Temblores se forman en la piel de él. Es todo tan estimulante que Dona se olvida por momentos que está en bragas encima de un tipo tan extravagante como es Albert.

Que son las manos de ella, tan rechonchas y aburridas que le están recorriendo el cuerpo entero, y más extraño aún, que Albert esté respondiendo al toque. Que toda su vida se resume en este momento. Porque después de todo, Dona no es tan asquerosa como ella creía ser...Que podía...y puede ser deseada. Que las manos que Alex tanto rechazó ser tocado infinidad de veces, ahora Albert...imploraría que no se despegue de él.

Y es jodidamente sexy.

Albert entonces se mueve bajo de ella, piel restregando contra piel. Dona contiene un gemido. También las ganas de huir.

"¿Cómo es posible desearlo tanto y a la vez querer echarse a correr como si no hubiera un mañana?"

A saber. Que efecto más extraño tiene él en ella. Un bulto se hace más prominente mientras más pasan los segundos. Mierda, mierda y mierda. Ella se había olvidado de eso.

Bueno, Dona también se olvidó que él podía ponerse cachondo, y vaya cachondo que está ahora.

"¿Eso cabrá dentro de mí? ¿Después de tanto tiempo?" Por dios, que ella no quiere tener un ataque de ansiedad ahora. No otra vez.

No pensar en ello es mejor. Por eso Dona cierra más las piernas alrededor de él, y el bulto roza con más prontitud en la tela de su braga. La respiración de Albert sale entrecortada. Dona casi lo imagina profiriendo más insultos, sino fuese porque en este instante él está tan sensible que cualquier movimiento en falso lo hará gemir como un necio.

Dona siente fascinación con verlo así.

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