-Capítulo 66-

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La primera embestida ocurre despacio. Albert introduce el juguete despacio, mientras recibe el escrutinio de Dona, que no se encuentra muy lejos.

Él se ve obligado a levantar la cabeza y abrir más las piernas para acomodar el pene de silicona con facilidad. Por eso, Albert es capaz de ver como Dona lo está mirando ahora.

Fascinada.

Y puede que, sorprendida también, como si ella no esperara que él fuese capaz de hacerlo. Que se acobardara en el camino. Tal cual hizo ella ayer cuando ambos se estaban enrollando.

"Joder, nos estábamos enrollando ¿Verdad?" Albert rechina los dientes mientras sigue introduciendo el pene más a fondo. Él contiene el aliento por momentos mientras la silicona abre paso dentro de él. La presión es conocida, pero, al comienzo siempre cuesta un poco.

Dona aún le sigue mirando detenidamente sin hacer ademán de tocarlo. Por instantes, Albert cree incluso que ella está asqueada de la escena, y la fascinación solo es imaginación de él. Pero en aquel momento, Dona baja la mirada y los ojos de ambos se encuentran.

Ocurre en el mismo instante en que el juguete finalmente llega al final de Albert.

Un gruñido traicionero sale de él. Albert no puede evitar abrir la boca en busca de oxígeno, por ínfimo que sea.

Y Dona, tan cruel, sigue el contorno de los labios de Albert sin pestañear. Él quiere decir algo al respecto, pero Albert sabe que no será capaz. No sin soltar gemidos de paso. Por eso, sin detenerse, él vuelve a sacar el juguete de su interior lentamente para no mucho después volver a insertarlo. Su propio miembro palpita, erguido, y desatendido. Pero la mano de Albert no para de mover el juguete dentro y fuera de él.

No cuando Dona lo está mirando de aquella forma. Y él le gusta ser contemplado así.

Como si no hubiese otro puñetero ser humano más interesante que él en el mundo entero.

Un segundo gruñido se le escapa de la boca cuando él se encorva más hacia abajo y el pene se roza sobre la alfombra, produciéndole una placentera fricción.

"Líbrame. Alíviame. Fóllame." Él casi amenaza con suplicar. Hasta con masturbarle con una puñetera almohada le bastaría a Albert ahora. Tanto es así que él se vuelve algo arrogante con subir más la cabeza y mirarla directamente a la cara.

No que Dona lo haya tomado bien tampoco. Albert notó la forma como se la ha subido un entrecejo. O los dos pasos que ella dio antes de agacharse una vez más delante de él. Albert vio entonces lo grande que Dona tenía las tetas. Tan grandes como las de Marta, y envidiables para la tabla que es Isabel. Albert desea tocarlas. Él no sabe muy bien por qué.

Las tetas no le atraen en particular, pero él las besaría encantado si Dona lo obligará.

Joder.

Él las lambería tan bien como succionar una polla. Una y otra vez... Hasta oírla gemir y obligarle a parar y...

—¿A dónde crees que estás mirando chico gay? —Los dedos de Dona tiran de la melena de Albert tan fuerte que él arfa, y aprieta más el pene de silicona entre las manos. Ocasionando así, además, que el juguete tiemble de forma errática en su interior. Enviándole una descarga eléctrica tan potente que le llegue hasta la punta de su miembro viril. Y haciendo que él suelte un gemido cargado y brusco sin querer. Albert además, se da cuenta de que la boca de Dona está más cerca de la de él por la forma como ella le tira del pelo. Él no puede evitar mirar los labios de ella por más tiempo de lo que quiere mostrarlo. —Te ves adorable así ¿Lo sabías? —Por la manera en que ella lo dice, excita más a Albert.

"Entonces consiénteme. Tócame... Tócame tócame tócame."
La excitación empieza a aflorarlo por dentro. Él siente tanto calor que le agobia. Albert tiene ganas de quitarse cosas, pero él ya está desnudo. La única vestida es ella.

Y joder, incluso la forma como ella le tira del pelo le parece como una puta caricia. Y que dios aparte la mirada ahora, porque Albert quiere que ella le acaricie más. Que le duele más también.

Entonces la mano de Dona desciende. Albert casi ruega que ella no se aleje. No ahora. No cuando Albert está haciendo aquello por ella. Y los pensamientos fluyen con demasiada rapidez como para él analizarlos todos. Y la vergüenza de estar enseñando algo que él no mostraría en otras circunstancias. Albert no solo está excitado, joder, él está en llamas.

—Ayer tenías razón chico gay, yo estaba cachonda. —La yema de los dedos de Dona juguetean con la boca de Albert. Él se contiene de intentar besarlos. Y maldita sea, el pene de silicona le está afectando. Él quiere gemir e insultar como un blasfemo consumado. —Y me dio rabia ver como te las has arreglado para saciarte mientras que yo no. ¿No te parece injusto?

Los ojos de Albert se ponen como platos, y por momentos, él deja de mover la mano y cierra la boca. Un mechón de pelo le estorba la vista mientras mira a Dona.

"Claro que sí, joder. ¿Cómo no me habré dado cuenta?" La declaración de Dona le pilla por sorpresa. Tanto, que él se siente agradecido de haber mantenido la boca cerrada ahora.

Pero más sorprendido queda él tras ver como Dona empieza a sonreír de repente. Formando un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda. Algo que Albert no se había dado cuenta hasta ahora. O en todo caso, ella no habría sonreído genuinamente hasta ese instante.

No importa. Albert no tiene tiempo de reflexionarlo porque Dona lo besa. Ocurre despacio, y más lento aun cuando ella adentra la lengua en el cielo de la boca de Albert.

Es tan caliente que quema.

Abrasa.

Corroe.

Albert incluso gimotea de forma involuntaria. No es lo mismo que besar a un hombre, pero ahora mismo, a Albert eso le trae sin cuidado. No es como que él tiene la insana necesidad de encontrar las siete diferencias. No hace puta falta. Y por eso mismo es tan extraño.

Entonces, le sobreviene la dolorosa gana de tocarla. Acercarla más. Flotarse en ella, pero no puede. Porque con una mano él se apoya en el suelo, y la otra... Bueno, la otra está anclada a un pene de plástico que él tiene metido en el culo. Que por cierto, parece haberse olvidado de ello por el beso.

Otro gemido suena. La lengua de Dona le recorre toda la boca. TAN. ANGUSTIOSAMENTE. LENTO. Que Albert quiere quejarse. Obligarla a pegarse a él y comerlo entero.

Cuando la mano de Dona se zarandea hasta el cuello de él, Albert estremece. Y ella también.

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