Capitulo 1

538 37 6
                                    

El olor a alcohol barato entremezclado con el humo de tabaco es embriagador. Manos húmedas. Hay música de fondo, pero Albert no sabe decir  de qué género musical. Tampoco importa demasiado.
— Quiero metértela hasta el fondo. —   El desconocido le ronronea al oído en el rincón más alejado de la discoteca. Albert tiene que girar la cabeza para oírlo bien.
— ¿Y a qué esperas cariño? ¿Una invitación? — Replica restregando el trasero en la genital del tipo que recién acaba de conocer.  El hombre suelta un pequeño gruñido antes de flotar su cuerpo contra el de Albert.
Lo  que pasa luego es lo esperado. Siempre igual, aunque con alguna que otra variación.
Hoy por ejemplo, le ha tocado hacerlo en el lavabo de la disco.   No es la primera vez que él lo hace, y Albert sabe con cada fibra de su ser que tampoco será la última.
Hay tanta gente bailando y gritando que por momentos Albert se siente ofuscado. Pero entonces percibe el bulto prominente rozándole el culo por detrás y vuelve a estar alerta, y algo cachondo ¿Para qué engañarnos?
La noche de momento, no pinta mal.

♣♣♣
Desde el pasillo se oye el sonido de archivadores siendo ubicados en la estantería proveniente del ínfimo despacho al lado de las escaleras.  Es tarde.
No mucho rato después sale de dentro una mujer con un carrito lleno de más archivadores, muchos abiertos y tantos otros desorganizados. Con rapidez ella se encamina al ascensor pero se da cuenta con pavor que no funciona. Hace exactamente dos horas cuando salió de él lo hacía perfectamente.
— No puede ser. — Ella mira de un lado a otro antes de dar media vuelta y bajar por las escaleras. No la queda otra que ir a preguntar al vigilante nocturno.
Descender ocho pisos enteros en tramos de escalera no es agradable, y Donatela espera no tener que hacerlo más por lo poco que la queda por hoy. Sin embargo, la suerte no parece estar de su lado.
— Hola, buenas noches. —  Ella saluda amigablemente al vigilante una vez se detiene en la caseta que hay a la entrada del edificio.
—  Buenas noches señora. —  El tipo responde con una media sonrisa. Es joven, guapo y parece estar en forma. Muy probablemente tenga la misma edad que Dona, aunque la llame señora porque sí, cosa que ella no es. Pero Dona deja pasar esto por alto.
—  Hola, una cosa rápida. —  Ella apoya el codo sobre el mostrador con nerviosismo.
— ¿Sí? — El tipo la observa indiferente.
—  ¿Hay algún problema con el ascensor? Que no funcio… —  Antes que Dona pueda añadir decir algo más el vigilante la corta.
—  Está desconectado. —Explica con monotonía. — Protocolos de la empresa. Deberías de saberlo señora.
—  Yo no…tenía constancia de ello. —  Dona  mira a sus propias manos avergonzada. — Acabo de empezar hace un mes y…
—Entiendo. — El vigilante vuelve a interrumpirla. Es más que evidente que a él no le apetece seguir charlando.
—  Es que tengo un carrito lleno de archivadores en el octavo piso y…
—No es mi problema señora. Para algo están los protocolos.
Dona rápidamente asiente con la cabeza.
— Entiendo. — Es la respuesta que ella chapurrea. No hay nada que pueda hacerse al respecto.
Y aun así, su queridísimo jefe no hace mucho, la había dicho expresamente que para el día de mañana el cuarto de archivadores debería de estar impoluto y organizado. Pero él no ha tenido el detalle de explicarla que el ascensor es desconectado cada noche como norma general, y que por lo tanto, Dona tendrá que utilizar las escaleras para terminar el trabajo.
— Hasta luego. — Ella se despide del vigilante antes de encaminarse hacia las escaleras, aunque, no escucha un hasta luego de la parte del sujeto. Una prueba clara del evidente desinterés.

♣♣♣
Todo ocurre demasiado rápido, y antes que Albert se da cuenta de ello el tipo ya ha tenido un orgasmo. Sin embargo por desgracia, Albert no.
— Estuvo bien ¿Eh? — El tipo comenta con la voz ronca mientras se abrocha el pantalón. Albert en cambio sigue con la frente apoyada en el espejo empañado del lavabo sin decir palabra. — Llámame un día de estos y lo repetimos.
No va a pasar, Albert piensa consigo mismo por un momento.
Entonces, el ruido se hace evidente y el aporreo en la puerta del baño empieza a ser molesto. Por eso, él se abrocha los pantalones rápidamente,  pero no sin antes notar con desagrado que está  manchado en la parte del muslo, cuando antes él se apoyó en la encimera del lavabo.
— Además de mal follado, manchado. Lo que me faltaba. — musita con mal humor. — ¡La mare que el va parir! — se encamina a la puerta que el desconocido muy cortésmente ha dejado abierta, sin tener el detalle de esperar a que Albert se vistiera del todo. Un completo caballero.
Y encima, por la forma como el tipo empotró a Albert en el mueble de aquel baño, era más que evidente que era un hetero curioso. Actuó un poco bruto por momentos, pero por lo demás un blandengue de mucho cuidado.
— Tengo que dejar de ilusionarme solo por una cara bonita. — Se recrimina  mientras esquiva a la gente moviéndose por la pista de baile. En un principio él tiene pensado quedarse un rato más, pero está tan mosqueado por el pantalón manchado que se le van las ganas. Además, necesitaba aliviarse él solito, ya que el otro tipo no ha terminado el trabajo. Y mira que no es complicado hacerle contento.

FeticheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora