Capítulo 40. No quiero saber nada de ti

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El 23 de Noviembre Nelson recibió el alta, era el día de Acción de Gracias y cuando llegó a su pequeño piso acompañado por un enfermero que empujaba su nueva silla de ruedas no se imaginaba ver a tanta gente allí. Austin, Ally, Dez, Carrie, Dallas, Trish y Jace.

—Espero que os guste el pavo bien hecho— comentó Ally entre risas —lo siento, no sabía cómo funcionaba tu horno.

A Nelson se le llenaron los ojos de lágrimas e intentó levantarse para abrazar a sus amigos. Sus brazos temblaron bajo el peso de su cuerpo y tras unos segundos volvió a caer desplomado sobre la silla.

—Ven, tú no te muevas, te hemos reservado el sitio de honor— dijo Dallas empujándole hasta la mesa.

Habían tenido que hacer un juego de Tetris en la vida real para caber allí, pero cuando todos estuvieron sentados y la comida fue servida el ambiente festivo inundó sus corazones.

—Creo que es hora de decir por qué estamos agradecidos— anunció Ally mientras golpeaba su vaso con un tenedor para llamar la atención de los asistentes.

—Yo empiezo— digo Austin levantándose —estoy agradecido por mi preciosa mujer por y los dos bebés que vienen en camino— aunque aún no se notaba prácticamente la hinchazón por el embarazo besó su vientre suavemente.

—Austin tío, se te olvida que tienes otros dos— bromeó su amigo.

El rubio se ruborizó e intentó excusarse mientras se sentaba de nuevo. Alex y Ava estaban con sus tres abuelos, Penny Dawson había prometido venir para esta festividad pero un volcán había entrado en erupción y todos los vuelos desde el Congo habían quedado suspendidos.

—Yo estoy agradecida por mis amigos, aunque ya debería llamaros familia— empezó a decir Carrie —y por mí pequeño Darrie, que ojalá estuviera aquí— dijo lanzando un suspiro.

—Yo estoy agradecido por todos vosotros— Nelson no fue capaz de incorporarse pero se estiró todo lo que pudo para hablar —y por el tiburón que me mordió, porque gracias a él he conseguido una cita con Megan— bromeó el joven.

Dallas le lanzó una mirada asesina que fue ignorada deliberadamente por su empleado, que sonreía maliciosamente.

A lo largo de la cena todos siguieron diciendo las cosas por las que estaban agradecidos, entre el pavo, el puré de patatas, la salsa de arándanos y el maíz tostado los recuerdos y las palabras de cariño conseguían que todo pareciese perfecto.

Mientras terminaban los últimos trozos de las tartas de calabaza y de nueces de pecán las miradas empezaron a dirigirse hacia Jace. Era el único que no había dicho nada, sentado en una esquina se ocultaba detrás de la mujer que amaba y comía despacio intentando pasar desapercibido.

Notando la presión de grupo el hombre carraspeó y se levantó de la silla lentamente, tenía preparado lo que estaba apunto de decir pero los nervios le jugaron una mala pasada y empezó a notar como no era capaz de abrir la boca. Su lengua le pensaba y un calor inmenso le recorrió el cuerpo haciendo que sintiese que estaba apunto de desmayarse.

—Bueno... yo...— comenzó diciendo tímidamente —yo estoy agradecido por haber vuelto a reencontrarme con Trish y por seguirnos queriendo después de tanto tiempo— una vez que empezó a hablar Jace cogió confianza y miró a su amada fijamente —nunca debí haberte dejado ir y por eso quiero pedirte una cosa.

El hombre empezó a hurgar en sus bolsillos y cuando encontró lo que quería se puso de rodillas.

—Trish de la Rosa, ¿quieres casarte conmigo?

Todos los presentes se quedaron boquiabiertos, incluso la propia Trish. Parecía que el tiempo se hubiese parado mientras miraba a la persona que más había querido nunca. Comenzó a asentir con la cabeza lentamente hasta que una risa nerviosa brotó de sus labios y se lanzó sobre él a darle un beso.

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now