Capítulo 55. En problemas

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Sentados encima de la mesa para que los cangrejos no les pudiesen pellizcar los tres amigos se preguntaban que hacer.

—Podríamos llevarlos a la playa poco a poco— propuso Trish con voz cansada.

—Son dos mil— dijo Ally negando con la cabeza —seguro que nos descubren.

Dez estaba cada vez más nervioso, quedaban dos horas para que viniesen sus padres y teniendo en cuenta que cada semana formaba un lío diferente esta iba a ser la gota que colmaba el vaso.

—¿Dónde has conseguido tantos?—preguntó Trish.

—Bueno... hay una página... no creo que sea del todo legal... —titubeó el pelirrojo.

—¿¡Tienes la casa llena de cangrejos ilegales!?— gritó Ally horrorizada —¡Hay que hacer algo! ¡No quiero ir a la cárcel!

La joven empezó a hiperventilar y hasta que su mejor amiga no le puso la mano en el hombro mientras le ayudaba a controlar la respiración no consiguió calmarse.

—Mi padre prepara unos cangrejos a la marinera deliciosos.

—¡No! ¡Eso sí que no! ¡Mira que carita más mona!— Dez agarró uno de los cangrejos que pasaba por debajo de la mesa y se lo acercó a sus amigas —Tiene tanto miedo que se está empezando a poner violeta.

—¿Violeta?— le interrumpió Ally súbitamente —¿de qué color eran cuando los compraste Dez?

—Naranja oscuro, casi rojo, como el color de los ladrillos, ¿por qué?

—¡Estos son cangrejos sabaneros y están en peligro de extinción!

Sus dos amigos se quedaron mirándola como si hubiese hablado en otro idioma.

—¿Cómo sabes tanto de cangrejos?

—El otro día cogí un libro de la biblioteca y...— Ally se calló al ver la cara de sus amigos —¿Qué pasa? ¿Soy la única que lee?

—Sí.

—Por supuesto que sí.

Ally puso los ojos en blanco y se tocó los bolsillos con nerviosismo, empezó a mirar a su alrededor hasta que vió lo que estaba buscando en la otra punta del salón.

—Necesito llegar a mi móvil, llamaré a mi madre y espero que ella pueda hacer algo; ahora mismo está en el Amazonas haciendo un estudio sobre los monos araña.

—¿¡Hay monos que tejen telas de araña!?— exclamó el pelirrojo —en cuanto coja el ordenador voy a ver si puedo comprar alguno.

—Dez como vuelvas a comprar aunque sea un pez de colores te mato— dijo Trish lanzándole una mirada asesina.

—Chicos concentración, mi teléfono está en la repisa al lado de la puerta, ¿cómo llego hasta él?

No había nada a lo que se pudiesen subir e ir andando no era una opción. Los cangrejos estaban empezando a ponerse nerviosos por el hambre o el calor y agitaban sus pinzas al aire de forma amenazante.

Dez miró a su alrededor consciente del problema que había ocasionado, vió como sus amigas hablaban aportando diferentes soluciones y se dio cuenta de que siempre pasaba lo mismo. Él la liaba y los demás tenían que ir a sacarle las castañas del fuego. Pero esta vez no, tragó saliva y carraspeó antes de hablar.

—Yo voy a por el móvil.

Las chicas no le prestaron atención hasta que no puso un pié en el suelo con cuidado de no pisar a ninguno de los crustáceos.

—¿¡Pero qué haces!?

—¡Vuelve aquí ahora mismo!

Pero Dez estaba decidido, a paso firme fue hasta la puerta. Se tuvo que morder la lengua para no gritar de dolor cuando los furiosos cangrejos le pellizcaban los pies y tras casi diez minutos de lento avance volvió a la mesa y mostró el móvil como símbolo de su misión cumplida.

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now