Capítulo 57. Estupideces como de adolescentes

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Dez se despertó y miró el reloj, eran las doce ¿pero de la noche o de la mañana? Pestañeando se dió cuenta de que había demasiada luz así que tendría que ser de la mañana aunque no podría decir de qué día.

Se levantó y lentamente fue hasta la cocina donde se preparó un café que bebió apoyado sobre el fregadero con la frente tocando los azulejos.

—¿Carrie?— preguntó cuando hubo terminado su bebida —cariño ¿estás en casa?

Salió al jardín, entró en el salón y subió a su habitación pero allí no había nadie. El cuarto de su hijo también estaba desierto.

Intentó llamarla por teléfono pero al segundo saltó el buzón de voz. ¿Le había colgado?

El pelirrojo se dejó caer en el sofá, su resaca era demasiado fuerte y eso que hacía más de veinticuatro horas de la fiesta. Se estaba haciendo mayor.

Súbitamente su teléfono vibró, tenía ocho mensajes.

Siete de ellos eran de Will. «¿Hola?» «¿Vas a venir?» «Siento lo que pasó la otra noche» «Recuerda que me prometiste un papel como extra...» «Todos los famosos sois iguales, gentuza que se aprovecha de la gente con sueños» «Perdón, no quería decir eso» «Aún tengo tu cartera, me paso por tu casa de camino al trabajo y te la doy» Ese último mensaje era de tan solo unos minutos antes.

Pero el mensaje más reciente era de Carrie «No he contestado tu llamada porque no me sentía lo suficientemente fuerte para hacerlo, Darrie y yo estamos en Los Ángeles y pasaremos la Nochevieja con mis padres. Lo siento pero necesito un tiempo alejada de ti. Prometiste que esto no se volvería a repetir y no solo te estás haciendo daño a ti sino que nos lo haces a los tres. Te quiero pero tengo miedo de dejar de hacerlo.»

Un nudo se apretaba en el estómago de Dez más y más hasta que explotó en forma de bilis color café que se derramó sobre su cuello y su camiseta.

Empezó a llorar y furioso se quitó la prenda y la arrojó contra la pared. Agarró el mando de la tele que estaba sobre la mesita y lo lanzó también. Después vino un cojín y finalmente una figurita de cerámica en forma de cabra que acabó en el suelo echa mil pedazos.

Enfadado con el mundo y consigo mismo subió al cuarto de baño y se metió en la gigantesca ducha para dos personas. Encendió el agua que cayó como una lluvia helada sobre sus hombros. Si se había dado cuenta de que aún llevaba los vaqueros puestos no hizo nada al respecto.

Una hora después se había duchado, esta vez sin pantalones, y estaba mucho más sereno. Aún quedaban cuatro días para el 31 de diciembre, tiempo suficiente para arreglar su situación con su mujer. Iría a unas cuantas reuniones de alcohólicos anónimos para conseguir las chapas correspondientes y el día 30 cogería el primer vuelo a Los Ángeles para demostrarle a su mujer que esta vez iba en serio.

•••

—¿Adivina a quién han llamado para actuar el 31 en Times Square?— preguntó Trish, que acababa de aparecer por sorpresa en casa de los Moon.

—¿A mi?— preguntó Austin con una sonrisa enorme en la cara.

—No, ¡a Ally!

La mujer se quedó completamente boquiabierta, por suerte no pudo ver la mueca de decepción que ponía su marido.

—¿No estás absolutamente emocionada?— preguntó Trish dando saltos como si volviese a ser adolescente.

—Pero... pero...— balbuceó aún en shock por la noticia —si solo quedan cuatro días, no puedo.

—¡Pues claro que puedes! Sólo tienes que subir a la azotea y cantar I'm Finally Me mientras todo el mundo está borracho. ¡Incluso Dez podría hacerlo!

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now