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"El final siempre sorprende, aunque esté escrito desde el principio. "
Lo siguiente que se escuchó después del desastre fue el silencio. Y ahí, en medio de un campo abierto cuyo pasado estuvo plagado de tumbas, árboles secos, monstruos y magia negra, se encontraba la princesa de Mercibova. Parecía ser solo un montículo plateado brillando débilmente bajo las primeras luces del alba, creando un vívido contraste con el paisaje gris y desolado que quedó luego de una destrucción de tal magnitud. Estaba acurrucada contra la escasa hierba de aquella tierra muerta. Tenía el rostro pegado al suelo, sus brazos abrazando sus rodillas a su pecho, el rojo de los cabellos largos resaltaban, creando una corona de fuego alrededor de su cabeza como la que la alcanzó momentos antes.
Pero estaba respirando.
Comenzó a moverse con lentitud, envuelta en un mar de confusión al sentirse igual de viva que minutos o quizás horas atrás, no lo sabía. Solo recordó haberse entregado a lo que creyó que sería su destino cuando alcanzó a ver las llamas apoderarse de todo a su alrededor; de todo menos ella, al parecer.
Se incorporó hasta quedarse sentada, notando por primera vez, al no verse privada del día, que el Bosque de Las Sombras ya no era un bosque. Humo blanco se alzaba de la tierra con lentitud, madera negra y cenizas decoraban todo el ambiente, junto con una curiosa neblina del amanecer que enfrió sus mejillas y nariz con rapidez. Estaba en medio de un área tan grande que de inmediato se sintió demasiado pequeña. Desde ahí alcanzaba a ver las primeras misteriosas montañas del norte, desde ahí alcanzaba incluso a ver una mínima parte de las torres más altas del castillo.
