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3 de noviembre, 1977 ━━━━━━━━━━━━━━━ CHAPTER NINETEEN
"Don't you know I'm no good for you? I've learned to lose you can't afford to tore my shirt to stop you bleeding but nothing ever stops you leaving"
— ¡Feliz cumpleaños! —August saltó encima del asiento, una vez que vio a Sirius ingresar al Gran Comedor.
La adolescente sabía –mejor que nadie– lo mucho que su mejor amigo odiaba su cumpleaños, por eso, todos los años, se esforzaba un poco más en hacerlos inolvidables para él. Había conseguido muchos regalos, y se encontraban todos colocados sobre la mesa, esperando por él.
Sirius llegó hasta ella con una sonrisa tímida, y no dudó en abrazarla. — Estás demente. — Le dijo, al ver la cantidad de obsequios. — Pero te amo.
— Lo mejor, para el mejor. — Le sonrió, tomando su mano. — Ábrelos, quiero ver tu cara.
El comedor se encontraba –parcialmente– vacío, varios de los alumnos aún estaban en clases, por lo que, August aprovecho para poder ordenar todo, y disfrutar de un almuerzo tranquilo junto a Sirius. Había madrugado para envolver los regalos, y luego de pedirle autorización a Minnie para ausentarse a su clase, se encargó de dejar el lugar en condiciones para sus seis amigos. Por supuesto que, no podían ausentarse los siete al mismo tiempo, por lo tanto, el almuerzo de cumpleaños comenzaría a las doce en punto, justo cuando las clases finalizaron.
Sirius tomó el primer paquete cercano a él, y comenzó a romper el envoltorio, sintiendo los ojos curiosos de August; una pequeña risita salió de sus labios al descubrir lo que era. — No pienso usar esto. — Elevó la camiseta, con una foto de ambos impresa en el frente. La foto la habían tomado la navidad pasada en casa de Marlene. — Aunque, podría ser un buen pijama. —Observó la foto de ellos dos frente a la chimenea. Sirius sentado en el piso con un cigarro en su boca, y August arrodillada detrás de él abrazándolo por los hombros mientras enseñaba sus dos dedos del medio.
— Abre la otra. — Señaló la caja debajo de la camiseta.
— Merlín, August—murmuró, acariciando con sus dedos el tocadiscos. — No debiste hacerlo.
— Un pajarito me contó que estabas ahorrando para comprarte uno. — Evans sonrió, mirando con ojos enternecidos a su mejor amigo. — Me costó mucho conseguirlo en negro porque se terminaban rápido, pero valió la pena.
— Podría besarte en estos momentos.
— Paso. — La morena respondió, pero el heredero besó su mejilla de forma efusiva — Sigue abriendo los regalos—contestó entre risas, mientras escuchaba el ruido que los labios del moreno hacían contra su piel.
Black obedeció, sin ser capaz de borrar la sonrisa del rostro. Su familia no había enviado felicitaciones; su hermano seguía desaparecido; las muertes en el mundo mágico incrementaron, por lo que, ver que August hizo todo eso... solo para él, lo hacía sentirse como un niño pequeño de nuevo. Cuando sus padres aún lo querían, y no lo miraban como un maldito estorbo en sus vidas.
