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10 de mayo, 1978 ━━━━━━━━━━━━━━━ CHAPTER FORTY SEVEN
"Comfortable silence is so overrated Why won't you ever be the first one to break?"
— ¿Qué quieres hacer más tarde? —August preguntó, sin mover su cabeza del pecho desnudo del licántropo. — Tenemos el día libre.
Tres meses habían pasado desde que aceptó su "misión" de vigilar a Augustine como Dumbledore le había solicitado. Noventa días, desde que lo obligaron a tratar a su novia como una delincuente que necesita ser supervisada en caso de que planee asesinar a todo el colegio.
Jamás se había sentido tan asqueado consigo mismo como en esos últimos meses.
Por supuesto que, no había nada sospechoso en el comportamiento de Evans, pero, de todas formas, Albus no dejaba de desconfiar en su pequeño incidente dentro del baño. Para él eso había sido el detonante de algo más fuerte, pero para Remus solo era la descarga de un rejunte de mierda que, había estado sufriendo por mucho tiempo.
— Lo que tú quieras—murmuro, acariciando su cabello. — Podemos quedarnos aquí todo el día besándonos, o podemos salir.
— Ugh ¿Cómo podría resistirme a quedarme todo el día contigo aquí? —Se reincorporó, dejando todo su cuerpo sobre el de él. — Pero, quiero salir de aquí. — Beso sus labios. — Hay mucho olor a hombre, y necesito respirar algo más que no sea testosterona. — Una carcajada sincera escapó por los labios del león.
August se puso de pie, dándole una vista completa a Remus de su cuerpo semidesnudo. — Eres hermosa.
— Lo sé—contestó colocándose su ropa nuevamente. — Bueno, mientras tú estás aquí decidiendo si te moverás, o no, yo iré hasta mi habitación para cambiarme de ropa. — Se terminó de poner las botas −que le había pedido prestadas a Marlene− y se acercó a la cama de su novio. — Nos vemos en el comedor. — Dejo un último beso en sus labios, antes de colocarse la capa de invisibilidad de James, y abandonar la habitación.
Un jadeo pesado brotó de sus labios luego de haber atravesado todo el castillo hasta su Sala Común. Los años seguían pasando, y, aunque siempre fue la misma distancia, cada vez le resultaba más interminable. Dejo la capa en su perchero, y caminó hacia el baño arrastrando sus pies sin percatarse de la carta que reposaba sobre su cama.
Sus labios comenzaron a tararear una canción que había escuchado en la radio aquella mañana, mientras se movía por el lugar en busca de algo agradable, y acorde a la institución. Si bien nunca fueron muy estrictos con la ropa extracurricular, había ciertas reglas que debían seguir: "nada muy corto", "nada muy escotado", era lo que más descontaba puntos.
Cuando su trasero se posó en el final de la cama, y un ruido extraño se escuchó, su ceño se frunció instantáneamente; obligándose a ponerse de pie, y descubrir qué había ocasionado ese sonido.
— Por favor, no seas mi varita—susurro, revisando entre sus mantas. Ya era la segunda varita que rompía.
Sus dedos percibieron la textura del papel, extrayendo un sobre de color negro posicionado encima de un pequeño soldado de plástico. Olvidándose completamente del compromiso que tenía con Remus volvió a tomar asiento en la cama haciéndole un tajo al envoltorio con sus uñas. El sobre cayó a sus pies dejando entre sus dedos la carta plegada en dos.
Un sentimiento extraño se plasmó en su cuerpo a medida que leía lo que habían escrito en aquel pergamino amarillento. Experimentando un fuerte estremecimiento.
"Te están mintiendo"
Era lo único que resonaba en su mente, mientras sus pies se movían por los pasillos hacia su encuentro con el licántropo. Sacudió su cabeza levemente, intentando alejar todos los pensamientos intrusivos que intentaban dominarla. No iba a permitir que arruinen su relación con Remus, ella confiaba ciegamente en él, y sabía que jamás le haría algo así.
Por supuesto que, luego de leer aquella carta incriminando a su novio de ser un espía de Dumbledore, solo pudo reír nerviosa, y romperla en miles de pedazos. Quien sea que haya escrito aquello tenía mucha imaginación.
— ¿Por qué demoraste tanto? —El Gryffindor se quejó viéndola llegar. — Creí que ibas a dejarme plantado.
— Lo pensé por unos segundos—bromeó, besando su frente—, pero luego sentí lastima.
— ¿Por qué sigo siendo tu novio? —preguntó con sarcasmo, viéndola tomar asiento.
— Porque soy adorable, graciosa—comenzó a enumerar con sus dedos—, y hermosa. — Remus fingió pensarlo. — Cambiando de tema, me acaba de ocurrir algo muy extraño.
— ¿Descubriste que debes leer para estudiar? —bromeó, ganándose un golpe en su brazo.
— Había una carta en mi cuarto cuando llegue. — Le contó entre susurros—, junto con la figura de plástico de un soldado. — Remus frunció el ceño. — Eso no es lo más extraño...
— ¿No? —Carcajeó. — Alguien entró a tu habitación mientras no estabas, y te dejo un soldado de juguete.
— Lo extraño es lo que estaba escrito en la carta—explicó. — Decía que tú eras un espía de Dumbledore, y que te había encargado vigilarme. — Carcajeó. — Porque él pensaba que yo estaba haciendo equipo con mi padr-- Tom.
El pecho de Remus se apretó. — ¿Q-qué? —preguntó entre risitas histéricas. — Merlín, que estupidez.
— ¡Lo sé! —exclamó. — Inventar algo así... en estos tiempos. — Negó con decepción.
— ¿No tenía firma? —preguntó, intentando no sonar nervioso.
— No, pero la letra era demasiado prolija. Seguro era una mujer. — Encogió sus hombros. — Alguna de tus admiradoras. —Soltó con burla.
Lupin rio con nerviosismo. — ¿Quieres ir al jardín? —Cambió de tema, poniéndose de pie. — Los chicos fueron por golosinas, y algo para comer.
— ¿Estás bien? —August tomo su mano. — Te lo conté porque me resultó gracioso..., no creí ni una sola palabra. Sé que no serias capaz de hacerme algo así.
— Lo sé, solo que me perturba un poco que sigan inventando cosas para separarnos.
— Olvídalo, será una anécdota graciosa para cuando nos graduemos.
