Yo no deseé esto[Moonsun]

《47》

MOONBYUL

Cuarenta días.

Cuarenta días aproximadamente desde que aquel hombre de capucha celeste me había llevado junto a Lee Minho.

Esa noche me metieron a la parte trasera de un depósito, me ataron las manos y los pies dejándome incapaz de golpearlos o escapar.

Tenía miedo,dormía mal, no tocaba comida. Mi vida colgaba de un hilo prácticamente.

Yongsun... solo pensaba en ella.

— Buenos días, hoy iremos hacia el sur para llamar a tu amada noviecita.

  No respondí a aquello, no respondía a nada desde hace tiempo. Solo pensaba en cómo escapar, como soltarme de aquellas esposas o tener ánimos de al menos levantarme.

— Venga, no seas aguafiestas. La policía al parecer sigue buscándote, tal vez si insisten un poco más nos encuentren. Yongsun es inteligente y terca, creo que por eso me enamoré de ella.

— Cállate, no estás enamorado de ella.

— Así que si hablas— Se burló— Pensé que te habían cortado la lengua o algo así.

  El silencio volvió. Aquel chico en serio me daba asco, cada vez que hablaba de Yongsun el corazón se me aceleraba de la rabia. No merecía mencionar ni su nombre.

— Vamos, intenta levantarte para poder irnos de una vez.

  El de capucha celeste me subió al auto y nos dirigimos hacia el sur del país.

   La información que yo había recolectado en ese tiempo era que el de capucha tenía 4 locales(por cada punto norte, sur, este y oeste del país) donde depositaban pescados para así repartirlos a los supermercados o tiendas, pero desde hace tiempo ninguno estaba ganando y tuvo que cerrarlos.

   Las llamadas se hacían cada semana, en las que Minho me quemaba con velas, encendedores o raspaba el cuerpo con agujas de coser para molestar a Yongsun, un infierno en vida para ambas. Pero para él todo era un juego...

— Adivina qué quiero hacer hoy como show principal. — No esperó respuesta, tampoco iba a dársela. Enredó en una soga mi cuerpo alrededor de la silla y comenzó a llamar.

— Diga...

— ¿Me extrañaste, Honey? ¿Quétal a tu novia?

— Pasame con ella por favor...

— Claro que sí, pero antes quisiera saber una cosa. ¿Por qué me cambiaste por ella?

Silencio.

— Responde. – Nadie contestaba—¡Responde!¡¿Porqué ella y no yo?!

   Con todo el odio del mundo pateó la silla a la cuál estaba atada, y tiré un quejido por el golpe que recibí al caer.

—¡Moonbyul! Dios, déjame hablar con ella, te suplico.

—Responde mi pregunta. — Pasaron unos minutos y luego de un suspiro se escuchó.

— Ella siempre fue mejor que tú, por eso la prefiero. Y si Moonbyul no existiera, de igual forma nunca habrías tenido oportunidad conmigo. Eres una persona de mierda, Minho, y demostraste eso solo.

  Sus palabras más que calmarlo, lo enloquecieron. Y se dirigió a mí, alzándome de los cabellos bruscamente.

— ¿Así que te gustan las mujeres? ¡Pero si ella no es una mujer!. Mirala tiene el pelo corto.

  No entendía de qué hablaba, hasta que lo vi bajando el celular en el piso y agarrando unas tijeras que tenia en el auto comenzó a cortarme el cabello.

— ¡NO! ¡BASTA POR FAVOR!— Grité con todas mis fuerzas, tenía esperanzas de ser escuchada. Mi cabello era una de las cosas que más amaba de mí, y estaba siendo despedazado por aquel loco.

  Era tan brusco que a veces las tijeras me rozaban las mejillas y dejaban rasguños.

— ¡Una niña con pelos cortos, qué asco! No, no. — Se burlaba. Y Yongsun se escuchaba llorando desde la línea.

—¡¿Qué le haces?! — Repetía desesperadamente, sin entender el motivo de mis súplicas.

— Hasta la otra semana, mi linda Yongsun— Se despidió, colgando la llamada luego de haberse aburrido de cortar mi cabello.

  No daba más, mi rostro sangraba por los cortes y mi cuero cabelludo dolía por la brusquedad utilizada.

— Qué divertido,¿no crees?—Se acercó a mí, con una insoportable sonrisa en el rostro— La pobre debe estar confundida.

  La rabia que le tenía fue más fuerte, y juntando todo le escupí en el rostro. Sin ningún miedo.

— Me das asco.

   Seguido de una bofetada que ni sentí, porque ya no tenía la mente en la tierra; me subió al auto aún con las manos y piernas atadas. Luego subió él y arrancó.

— Ahora nos iremos al este, muñeca.