La amenaza de un extraño.

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La joven era muy esforzada y venía de una familia muy humilde, 18 años tenía, los cuales había cumplido hace escasos días

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La joven era muy esforzada y venía de una familia muy humilde, 18 años tenía, los cuales había cumplido hace escasos días. Su padre había muerto cuando tenía sólo 10, precisamente en una riña de cantina. Era la mayor de cuatro hermanos y trabajaba para ayudar a su madre, quien se encontraba postrada, aquejada de un raro mal. Dada la escasez de dinero en su familia, les era imposible acceder a algún tipo de tratamiento para ella.

—¡Vamos perra! —Gritó aquel forastero, sintiéndose dueño de todo, minutos después de calmar la discusión con Arturo— ¡Qué pasa con esas cervezas, no tengo todo el maldito día!

—Disculpe señor, aquí están, perdón por la demora. —Con temor la muchacha se arrimaba a la mesa, llevando consigo dos botellas recién abiertas.

—¿Y llamas a esto cervezas? —Vociferaba éste segundos después de darle un sorbo a una de las botellas, lanzándoselas de vuelta a la muchacha— ¡Llévatelas perra de mierda! ¿Acaso no sabes servir una cerveza? ¡Para eso estoy pagando en esta pocilga, de seguro trabajas aquí porque le das lástima al dueño, eres un asco!

—Disculpe señor, enseguida se la cambio, disculpe. —La pobre muchacha de deshacía en excusas para evitar que aquel rufián perdiera los estribos, mientras recogía los trozos de vidrio del suelo.

—¡Y más te vale que me sirvas una cerveza de verdad, y no la mierda que me traes! —Arremetía de manera hiriente y burlesca el cliente que en desgracia le había tocado atender.

—¡Sí señor, como diga usted! —Con miedo desde el suelo la muchacha le respondía, con sus ojos cristalizados con lágrimas que intentaba evitar derramar.

Mientras aquel extraño se deleitaba humillando a la muchacha, la gente que se encontraba a esa hora en el bar, no hacía más que mirar en completo silencio, inmóviles. Nadie se atrevía a encararlo, y este hacía lo que le venía en gana con la muchacha, tratándola de la peor manera posible, buscando en su actuar la excusa perfecta para trenzarse a golpes con quien pudiera. Don Pepe en ese minuto comentaba los rumores respecto de aquel sujeto, diciendo que era parte de una banda de asesinos que controlaban la ciudad del Oeste-otro, entre otras ciudades. Y que se encontraba en el pueblo en busca de dos hermanos. Mención a la cual Arturo no le prestó atención.

Después de darle un sorbo a la nueva botella, éste la tiró al suelo y abofeteó a la muchacha, haciéndola estrellarse contra una mesa. La pobre no hacía otra cosa que llorar de impotencia al no poder hacer nada por defenderse, y ver que nadie alrededor acudiera en su auxilio. Arturo no lo soportó más, algo debía hacer ante aquella humillante situación. Sin pensar en las consecuencias, se levantó y tomó su botella desde el cuello, comenzando a caminar en dirección al sujeto, y al llegar a la mesa donde se encontraba, le tocó el hombro. Cuando éste volteó le dejó caer con furia la botella en la cabeza. Los trozos de vidrio saltaron por doquier y el tipo cayó súbitamente al suelo.

—¡Esto es para que aprendas a tratar a una señorita, maldito mal nacido! —Le gritaba con todas sus fuerzas, al momento que miraba a todos a su alrededor— ¡Y más te vale que no vuelva a ver tu horrible cara por estos lados, o este botellazo será poco en comparación a lo que te pasará!

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now