Encuentro inesperado.

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Iban a dar las diez de la noche cuando despertó, se levantó del sillón y se fue a ver al anciano para darle los medicamentos que a esa hora debía tomar

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Iban a dar las diez de la noche cuando despertó, se levantó del sillón y se fue a ver al anciano para darle los medicamentos que a esa hora debía tomar. Tomó un vaso con agua y en silencio entró a la habitación del hombre, quien profundamente dormía sobre la cama. Al llegar a su costado, lo remeció con delicadeza para despertarlo.

—Tata, tata. ¡Tata despierta, te toca tomarte las pastillas para tu locura, viejo de mierda!

—Déjame descansar unos minutos más muchacho, estoy muy cansado.

—¡No, no, no, hay que tomarse los remedios! —Luego de arroparlo le daba en la mano las pastillas que debía tomarse.

—Que molestas muchacho. —Decía éste tomando las pastillas y echándoselas en la boca mientras John Michael le extendía el vaso con agua.

—¡Ya, tómese los remedios y siga descansando si quiere, yo voy a salir un rato y vuelvo!

—¿Y dónde vas a ir a esta hora muchacho? —Inquiría el anciano tras observar la hora en el reloj despertador que sobre su velador se encontraba, notando que eran ya las diez de la noche.

—¡Voy a ver a mi novia!

—Pero si no tienes novia muchacho.

—¡Por la puta que es metiche el caballero! Ya, acuéstese y duerma mejor, yo al rato vuelvo.

—Cuídate muchacho, procura no llegar tan tarde.

—¡Claro que me voy a cuidar mi viejo! Aunque eso de llegar tan tarde no lo aseguro.

John Michael salió del taller y se internó en las calles de la ciudad en busca de Federico. El tiempo transcurrido desde el incendio era mucho ya, y aún no lograba dar con su paradero. Visitó una vez más los diferentes bares en busca de algún indicio que lo llevara a su objetivo, pero no logró obtener respuesta. Deambuló por varios sectores, muchos de ellos eran simplemente antros de mala muerte, pero como era de costumbre, solo perdía el tiempo en su búsqueda, pues nadie le daba una respuesta concreta sobre el paradero de quien buscaba.

Lo que aquella noche desconocía, es que en una de sus visitas había cruzado su camino con un par de sujetos pertenecientes a la banda a la que estaba ligado Federico. Moisés y Camilo, quienes por cosas del destino se encontraban bebiendo unos tragos en el bar al que había ingresado. Camilo lucía zapatos cafés, pantalón de mezclilla azul oscuro, camisa blanca y un vestón de color negro. Su cuello era cubierto por una bufanda de lana de colores oscuros, más que nada para cubrir una cicatriz que tenía, y en el respaldo de la silla colgaba un abrigo largo de color café oscuro, en cuya espalda se dejaban ver dos letras blancas no muy llamativas, pero visibles.

Por su parte, Moisés portaba una boina negra adornada con un águila, camisa, pantalón y botas negras, un llamativo cinturón de cuero con un emblema de águila de hebilla, y en el respaldo de su silla, un abrigo idéntico al de su compañero. Al notar la presencia de John Michael en el lugar, supieron que era la persona que tenían por tarea encontrar, dada la vestimenta que éste portaba, a pesar del abrigo que utilizaba para intentar cubrir sus ropas. De inmediato Moisés tomó su teléfono celular, buscó en su agenda un número en particular y marcó la llamada.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now