Palabras del alma.

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Alzando la mirada, William sentía en su corazón que debía acceder a lo que Arturo le planteaba, pues para él, era inevitablemente una visita que debía hacer

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Alzando la mirada, William sentía en su corazón que debía acceder a lo que Arturo le planteaba, pues para él, era inevitablemente una visita que debía hacer. Las metas y cambios propuestos a realizar en su vida eran motivo suficiente. Llevaba años sin visitar a su madre y esta era la ocasión perfecta.

—Sí, tienes razón, vamos a verla antes de irnos. Nos haría bien el visitarla, también me haría bien decirle unas cuantas cosas. —Claramente tenía la necesidad de hablar con su madre respecto al futuro que se avecinaba en su vida.

—Sí, creo que te haría bien charlar con ella. —Concluía Arturo.

Ambos hombres descendieron del vehículo y pasaron a la florería para comprar un ramo de rosas azules, puesto que a su madre le encantaba el color tan característico de aquella flor. A paso lento caminaron en dirección a la tumba de la mujer que les dio la vida, y a medida que avanzaban, por la mente de ambos florecían mil recuerdos, situaciones vividas junto a ella durante su niñez, y por sobre todo, el sacrificio, dedicación y amor desmedido. Sus mentes divagaban en esos recuerdos cuando sin darse cuenta, su caminata los tenía frente a la última morada de aquella mujer.

El viento en ese instante comenzó a soplar cálidamente, las hojas de los árboles se mecían al compás, desprendiéndose de entre las ramas varias de éstas, posándose sobre la tumba al caer. Casi al instante unos pajaritos parados entre las ramas comenzaron a trinar, dándoles un momento especial, como si aquella mujer les diera la bienvenida por su visita. Por minutos solo se limitaron a estar a los pies de la tumba, contemplándola, cada cual con un ramo de rosas entre sus brazos, como si sus mentes aún se encontraran atrapadas en los recuerdos que comenzaron a revivir. Pasado unos minutos, fue William quien sacó un hilillo de voz.

—Hola mamita, tanto tiempo. Perdóname por no venir antes, no estaba en condiciones de pararme frente a ti. Aunque tú donde estás lo puedes ver todo y sabes las cosas que me han pasado, has visto la manera en que he desperdiciado la vida que me diste.

—Sí madre mía, —continuaba Arturo— han sucedido muchas cosas, muchas de las cuales estoy seguro que les hubieras dado solución, tú con toda tu sabiduría y amor eras capaz de mover montañas y lograr mucho más de lo que podías.

—Aunque somos adultos mamita, aún nos haces falta, sobre todo a mí. —Espetaba William en voz baja— Lo he pasado muy mal por muchos años, y el único culpable soy yo. Ahora que toqué fondo, la venda que me cegaba cayó de mis ojos, y por fin me doy cuenta de muchas cosas, de lo equivocado que estaba y de la manera en que he desperdiciado mi vida. Pero eso está quedando atrás gracias a mi hermano, que a pesar de todo siempre ha estado presente para mí. Incluso con todos los problemas que le he causado a él y a su familia, nunca me ha abandonado.

—Tú nos enseñaste viejita, —interrumpía Arturo las palabras de su hermano— nos enseñaste a ser familia, a pesar de las cosas que pasaran y de lo mal que estuviéramos, eso lo aprendimos de ti. Tú que a pesar de todo jamás nos abandonaste, fuiste nuestro mundo y aprendimos mucho de ti. Bueno, ¡yo más que este tarado!

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now