Hombres de la calle.

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Las calles atiborradas de gente estresada caminando aprisa de un lado a otro sin rumbo fijo, con sus caras largas y poco agraciadas, llenas de rabia y miedo, poco a poco comenzaban a quedar vacías a medida que la luz del día se extinguía

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Las calles atiborradas de gente estresada caminando aprisa de un lado a otro sin rumbo fijo, con sus caras largas y poco agraciadas, llenas de rabia y miedo, poco a poco comenzaban a quedar vacías a medida que la luz del día se extinguía. Los postes del alumbrado público súbitamente encendían esa luz tenue que perdía su capacidad lumínica al intentar traspasar la neblina y penumbra de la fría noche. El flujo vehicular también disminuía considerablemente, dando un aspecto casi de desolación en cada calle, en cada vereda, en cada rincón de la ciudad.

Buscaba algún rincón donde poder pasar la noche y combatir el frío una vez más. Ya había perdido la cuenta de cuantas noches llevaba lidiando con el mismo escenario, un gélido frío durante la noche que contrastaba con el sofocante calor del día. Al internarse en un callejón, se acercó a un grupo de vagabundos que rodeaban un tambor al cual le habían encendido fuego en su interior.

Los sujetos le lanzaban cualquier cosa combustible que encontraban entre la basura para evitar que el fuego se apagase, y capear con su calidez la inclemencia del implacable frío. Quería sentir la calidez de aquel fuego, pues el frío de la noche no le daba tregua, al punto de ya no sentir su cuerpo por lo entumecido que se sentía. Lejos de increparlo y expulsarlo, lo recibieron fraternalmente, entendiendo que al igual que ellos, solo buscaba algo de calor.

En el sector eran muchos los individuos que practicaban esta dinámica, puesto que era la única forma que tenían de sufrir en menor grado aquel implacable frío que no daba tregua por aquel tiempo. Varias veces los observó desde lejos realizar sagradamente esta dinámica al pasar por fuera del callejón, sin embargo, hasta esa noche no había tenido el valor de acercarse.

—Hola, ¿puedo calentarme un poco con su fuego? —Al acercarse a los sujetos, temía que lo rechazaran por su apariencia— Mi cuerpo ya no resiste este frío.

—¡Claro amigo, acércate y caliéntate! —Uno de los hombres, de piel oscura y barba larga, quien portaba un abrigo andrajoso y un gorro de lana, era el primero en acceder a su petición— El fuego no se le niega a nadie con estas noches tan frías. No tengas miedo que no te haremos nada.

—Gracias, no saben el frío que tengo. —Respondía tras la aceptación del hombre.

—Me lo imagino, —interfería otro de los hombres, de complexión delgada y cabeza calva, quien al igual que sus compañeros, portaba ropas similares— las noches por aquí están insoportables.

—¿Tú no eres de por estos lados, qué te trae por aquí? —El tercer hombre que junto al fuego se encontraba, no perdía tiempo en interrogarlo, dada su extraña apariencia. A diferencia de sus amigos, éste era de estatura baja y complexión gruesa.

—Así es, estoy buscando a un weón. —Respondía nuestro amigo ante la pregunta formulada.

—¡De esos abundan por aquí mi amigo, —exclamaba el tipo de barba— escoge al que quieras, hay para todos los gustos!

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now