Cementerio de esperanza.

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La noche la pasó intentando capear el frío que azotaba sin piedad, cubriendo su congelado cuerpo con esos cartones

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La noche la pasó intentando capear el frío que azotaba sin piedad, cubriendo su congelado cuerpo con esos cartones. Tuvo la intención de levantarse y acercarse nuevamente al fuego para sentir su calor, pero su cuerpo le pedía a gritos descanso. El día que se avecinaba era un nuevo enigma para él, solo sabía que debía obtener dinero de alguna manera, y llegada la noche, esperar a dar con aquel sujeto que le podría ayudar en su búsqueda; solo eso rondaba su mente.

De tanto pensar en todo lo que debía hacer, y procurando taparse bien para evitar sentir tanto frío, terminó cediendo al cansancio, y se sumió en un sueño profundo. Ni siquiera las pesadillas que rondaron su mente fueron capaces de arrebatarlo de aquel sueño. Los primeros rayos de sol del nuevo día, traían consigo nuevamente la incertidumbre de no saber lo que haría para obtener algo de dinero.

Al levantarse dio un largo bostezo y observó a su alrededor, esperando encontrar a los sujetos con quienes había compartido la noche, sin embargo, éstos permanecían profundamente dormidos, por lo que prefirió no interrumpirles el sueño y emprendió la marcha, esperando toparse con ellos en algún minuto del día para poder despedirse de ellos antes de emprender su nuevo viaje.

Sentía su cuerpo pesado y adolorido, pese a lograr descansar como hacía mucho no había logrado hacerlo. Sus bolsillos al igual que su estómago, estaban vacíos. Por lo menos era lo que él se decía, puesto que aún conservaba algo de dinero de lo que le había dado la tía Chela, pero evitaba gastarlo, pues si lo hacía y no encontraba la estabilidad financiera que necesitaba, no sabría qué hacer.

Por otra parte, en algún sector de la ciudad del Oeste-Otro, una facción de los secuaces de la banda liderada por quien apodaban simio, se reunía en uno de sus escondites. A la cabeza se encontraba Sandro, quien por órdenes de su superior lideraba este pequeño grupo, e impartía a sus subordinados las órdenes que el jefe había mandado ejecutar.

—De acuerdo muchachos, las órdenes del jefe fueron claras. —Sandro daba por iniciada la reunión con sus subordinados— Ya sabemos que Arturo se encuentra oculto en algún lugar de la ciudad, por lo que debemos dar con su paradero y mantenerlo vigilado, ¿entendieron? ¡Vigilado! Solo eso, no debemos intervenir de ninguna otra forma, son órdenes expresas de nuestro jefe. El error que cometió Federico no puede volver a ocurrir, ¿les queda claro?

—¡Señor sí señor! —Respondían todos al unísono.

—De modo que haremos parejas para no llamar la atención, —continuaba éste— rastrearlo, encontrarlo y vigilarlo hasta nueva orden.

—¿Aun no entiendo cómo nuestro jefe le perdonó la vida? —Byron, uno de los secuaces del grupo, se atrevía a lanzar esa pregunta.

—Debería estar muerto, si yo fuera el jefe le habría quitado su miserable vida. —Aseguraba Alejandro, otro de los integrantes reunidos en el lugar.

—Pero no eres el jefe, —le aclaraba Sandro, golpeándolo en la cabeza con la mano— él sabe lo que hace y por qué lo hace, pero no te desesperes, te aseguro que recibirá su merecido castigo, de eso no me cabe duda. Nuestro jefe no se anda con rodeos y tiene mil formas de dañar a quien lo fastidia. Por algo Federico no está aquí. Somos los elegidos y no podemos fallar, así que debemos salir a las calles y dar con su paradero, pero sin interferir en nada, solo encontrarlo. Los contactos que mantenemos aquí nos serán de ayuda en nuestro cometido.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα