Mordiendo el anzuelo.

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Noche tras noche, acumulando horas de insomnio y cansancio en el cuerpo, dejando los pies en las calles de la ciudad, conociendo diferentes bares y verdaderos antros de perdición, causando molestia en más de alguno con sus preguntas, inclusive oca...

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Noche tras noche, acumulando horas de insomnio y cansancio en el cuerpo, dejando los pies en las calles de la ciudad, conociendo diferentes bares y verdaderos antros de perdición, causando molestia en más de alguno con sus preguntas, inclusive ocasionándole variadas discusiones en el taller con el tata, todo eso parecía ser que llegaba a su fin, y dentro de su evidente estado de ebriedad, sentía liberarse de una carga enorme sobre sus hombros.

Por fin después de mucho andar de bar en bar en busca de Federico, se encontraba con alguien que no tenía miedo de hablar, y no había pensado en ese pequeño detalle, el de encontrar a alguien que hablara abiertamente de su malhechor, eso sumado al grado de alcohol en su cuerpo, le hacían solo hablar y hablar, sin saber que con quienes se estaba desahogando estaban lejos de ser sus “amigos” de copas, estaba frente a frente a sus enemigos. Por su parte, tanto Moisés como Camilo ya tenían la certeza de estar con quien buscaban, además, sus ropas eran inconfundibles.

Por meses su paradero había sido un enigma y en estos momentos lo tenían en frente. El encontrarlo sería algo bueno para ellos dentro de la organización, les sumaría puntos a favor. Moisés debía llevar las riendas del momento y evitar que el alcohol en Camilo provocara que éste cometiera un error que los delatara, lo que echaría a perder lo logrado hasta ese minuto. Moisés sufría un extraño mal que le impedía emborracharse por mucho alcohol que consumiera, por lo que debía aparentar estar ebrio para no levantar sospecha alguna.

Su enfermedad había sido pieza fundamental para ingresar a la organización que encabezaba aquel al que denominaban simio, pues aquella característica era propicia para obtener información vital sin levantar sospecha, y que mejor para obtener aquello que en una mesa donde el alcohol iba y venía, pues es bien sabido que este líquido desinhibe a quienes lo consumen en exceso, y es más fácil hacerles decir lo que sin alcohol son incapaces de expresar.

Ahora debía lanzar un anzuelo lo suficientemente bueno como para que John Michael lo mordiera sin oponer resistencia. El tiempo jugaba en contra ya que pronto sería hora del cierre del bar, y precisamente el alcohol le estaba jugando en contra, pues el exceso de éste había provocado que la conversación se desviara de su curso, encontrándose en un punto muerto, hablando solo estupideces que no venían al caso. Tenía que volver la atención de John Michael hacia Federico. La actuación debía proseguir.

—¿Oiga amigo, usted vive por aquí cerca? —Moisés interrumpía la conversación con su pregunta hacia John Michael— Lo pregunto por la hora, ya pronto cerrarán el lugar.

—¡No viejito, vivo lejos de aquí! —Exclamaba exaltado John Michael, quien se encontraba totalmente perdido en tiempo y espacio. Ni siquiera discernía en el modo correcto en que aquel desconocido hablaba pese a estar bebiendo la misma cantidad que él.

—¿Y está en condiciones de conducir a su casa? —Interrogaba Moisés.

—¡Claro, si yo borracho manejo mejor! —Respondía éste, mientras tambaleaba en su silla, mirando alrededor un tanto desorientado producto de su ingesta de alcohol.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora