Una nueva identidad.

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El anciano sin embargo, le dejaba entrever que todo dependía de su comportamiento y desempeño en el trabajo

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El anciano sin embargo, le dejaba entrever que todo dependía de su comportamiento y desempeño en el trabajo. Él por su parte, llevaba tiempo a la espera de que llegase un ayudante para alivianar sus labores, en especial por su avanzada edad y su estado de salud, bastante deplorable. Algo que con el tiempo su nuevo ayudante descubriría de muy mala manera.

—Todo depende de ti muchacho. —Una extraña mirada precedía a sus palabras, mezcla de aprobación y negación.

—¡Qué bien, —decía exaltado éste ante las palabras del hombre— entonces cuando termine buscaré una radio! ¿Y si le damos una manito de pintura a la furgoneta?

—¡Ya estás pidiendo mucho muchacho! Anda de a poco.

—¡Pero si es un poco de pintura nada más! —Alegaba nuestro amigo, pues esa idea no tuvo resultado positivo, preguntando de inmediato para cambiar el tema— ¿Dónde vamos a almorzar?

—Prende el televisor, almorzaremos aquí por hoy. El día no amerita que salgamos al patio. Así vemos noticias un rato y nos enteramos de lo que ocurre en el mundo.

—De las mentiras que dicen en televisión, mejor dicho.

—Como digas ¿Me trajiste lo que te pedí? —Indagaba el anciano mientras se disponía a revisar la comida.

—¡Obvio, estofado de res! Yo me traje puré de papas con pescado.

—Muy buen alimento. ¿Y qué trajiste para beber?

—¿De beber? —Preguntaba éste, guardando silencio unos segundos antes de responder, pensando más bien en lo que le diría— ¡Pero si nunca me dijo que tenía que traer para beber!

—¿Me estás tomando el pelo acaso mocoso? —El anciano intuía que su ayudante, una vez más, le estaba haciendo una broma. Lo miraba fijamente y le fruncía el ceño— ¡Si yo sé que el menú viene con bebida incluida, o en su defecto jugo!

—¡Entonces para qué me pregunta! —Exclamaba entre risas éste, extrayendo de los paquetes lo que había llevado para beber— Traje un jugo y una bebida, porque como no me dijo que quería.

—Déjame el jugo, a mi edad ya no estoy para bebida.

—No se diga más entonces, el jugo es suyo. Tengo que cuidarlo. Ojalá el que traje le guste, es de durazno.

—Sí, está bien para mí. —Asentía el anciano.

—Cuando quiera de otro sabor me avisa y se lo traigo.

—Bueno, almorcemos entonces mi amigo, ya hace hambre a esta hora.

Una vez terminado el almuerzo, y luego de hacer sobre mesa por unos minutos mientras observaban televisión, cada cual prosiguió con su labor. Finalizado aquel día de trabajo y caída la noche ya, los hombres se despidieron, y nuestro amigo, dada su condición de calle, volvió a dormir entre los contenedores de basura, cubriéndose con los cartones que encontró para capear el frío implacable de la noche.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum