𝓐𝓵 𝓹𝓲𝓮 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓵𝓮𝓽𝓻𝓪

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〘Thomas Holland〙

Cuando llegamos al restaurante, me estacioné y bajé antes de rodear el coche para abrirle la puerta y ayudarla a bajar también. El lugar era algo muy casual, estaba seguro que le gustaría el hecho de tener algo no tan formal por un rato, un lugar donde no hubieran las constantes reglas de etiqueta que la obligaran a mantenerse callada.

— ¿Es aquí? —me preguntó mirando el local.

— ¿No te gusta? —le pregunté.

—Me gusta —afirmó con una sonrisa antes de cerrar la puerta detrás suyo.

—Qué bueno porque ya no pensaba conducir más lejos —respondí en forma de broma y ella soltó una risa antes de estirar su mano hacia mí.

Miré su brazo estirado a mi dirección y tomé su mano para caminar con ella en dirección al interior del lugar. Como no era necesaria una reservación nos sentamos en una mesa que estuviera sin ocupar. Primero le ayudé a correr la silla para que se sentara y después tomé asiento yo.

Tomamos los menú que se encontraban en la mesa y leí los platillos que tenían.

— ¿Ya sabes qué pedirás, muñeca? —le pregunté aún atento al menú.

—No lo sé —respondió pensativa—, ¿qué vas a pedir tú?

—Seguramente pediré Fårikål. Es estofado de cordero con repollo.

— ¿No hay algo más?

— ¿No te llama la atención? Podrías pedir Finnbiff. Es carne de reno.

— ¿Y hay algo que no implique comerme a algún animal tal vez?

—Déjame ver —musité mirando el menú en busca de algún platillo que pudiera no contener carne—. ¿Qué te parece unas Raspeball? Son albóndigas de patata, y podemos pedirles alguna ensalada en vez del cordero —le sugerí mirándola por fin, la miré mover su cabeza en sentido afirmativo e hice lo mismo.

El mesero tardó unos minutos más en llegar.

—Disculpen la demora, ¿puedo tomar su orden?

—Será Fårikål, Raspeball sin el cordero, mejor una porción de ensalada de zanahoria y de beber traeme Akevitt, ¿qué quieres de beber tú, cariño?

— ¿Puedo pedir jugo de manzana tal vez? —me preguntó en lo que aún jugaba con delinear los bordes del menú.

— ¿Tienes jugo de manzana? —pregunté al muchacho.

—Claro que sí, se lo traeré junto con las órdenes. Un momento.

Le entregamos las cartas y se alejó del lugar dejándonos de nuevo solos en aquella mesa. Sentí su mirada encima mío y eso fue lo que me obligó voltear a verla.

— ¿Qué ocurre? —pregunté cuando la miré con su barbilla recargada sobre sus manos que se sostenían desde los codos en la mesa—, ¿tengo algo en la cara?

—No —respondió con una pequeña sonrisita mientras bajaba la mirada un momento.

— ¿Entonces? —le pregunté de nuevo.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora