𝓛𝓸𝓼 𝓹𝓻𝓮𝓹𝓪𝓻𝓪𝓽𝓲𝓿𝓸𝓼 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓫𝓸𝓭𝓪

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〘 Thomas Holland〙

A la mañana siguiente después del desayuno pensé en llevarle a _____ la pintura que la noche anterior le había comprado. Iba a usar de pretexto el hecho que los vestidos que mi madre le había regalado continuaban en casa aprovechando que ese día tenía la mañana libre casi por completo.

Fui a darme una ducha, cuando salí del baño busqué la ropa que iba a ponerme. A diferencia de otros días me decidí por algo más deportivo que formal: una camiseta blanca, un pantalón deportivo en color beige y unos tenis del color de la camiseta. Me puse el reloj de pulsera y en una maleta empaqué los vestidos que aún quedaban en el armario.

Al tener todo listo, salí de la habitación y bajé las escaleras. Henrietta acababa de entrar del patio trasero. Nos miramos un instante.

— ¿Ahora se irá otra semana? —preguntó al notar la maleta que llevaba en la mano.

— ¿Qué? No. Son los vestidos que quedaban de la señorita Lebarde —respondí—, pienso llevárselos.

— ¿Justo ahora? —preguntó, la observé fruncir el ceño en una manera de mostrar su confusión respecto a lo que planeaba hacer—. Si quiere se la puedo llevar yo, joven Thomas.

—No, yo lo haré.

—Creí que iría a desayunar con la señorita Colleman...

La observé en silencio antes de cerrar los ojos. Se me había olvidado por completo el hecho de saber que tenía que verme con Zendaya esa mañana para tomar el desayuno juntos.

—Es verdad —murmuré antes de pasar una de mis manos por una parte de mi cara antes de pensarlo—. Bueno, no importa, luego la iré a ver.

— ¿Está posponiendo un desayuno con su novia por ir a ver a la señorita Lebarde? —hizo una pregunta retórica mientras sus iris grises se clavaban sobre los míos con total serenidad.

—Nos vemos en un rato —respondí siguiendo mi camino a la salida—. Sólo dile a Leandro que llegaré en unas horas si es que pregunta por mí. Nada de agendar más citas de las que tengo hoy.

—Claro, le avisaré.

Salí para ir al coche que por la tarde había utilizado para ir con Zendaya a la exposición porque ahí se había quedado el cuadro que compré.

En el camino paré en una florería. Estacioné el coche y bajé. Miré las flores que estaban afuera siendo exhibidas.

—Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó la mujer a cargo del local.

—Supongo que puede —aseguré mientras miraba las flores—, ¿me puede armar un ramo con narcisos blancos?

—En un momento —afirmó la mujer mientras seguía observando las flores—, ¿son para su novia?


—Sí —comenté dudoso—. No quiero llegar con las manos vacías a su casa.

—Los narcisos le van a encantar.

—Eso espero —murmuré para mí.

Terminó de hacer el ramo, le pagué y regresé al coche para seguir el camino en dirección a su casa. Cuando por fin llegué, me tuve que armar de valor suficiente para bajar del coche. Iba a hacerlo cuando la miré salir de su casa con su pequeña sobrina al patio, llevaban una caja llena de juguetes que tiraron en el suelo para comenzar a acomodarlos y jugar.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant