𝓔𝓵 𝓬𝓸𝓶𝓮𝓻𝓬𝓲𝓪𝓷𝓽𝓮

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Thomas Holland

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El silencio en casa fue abrumador. No recordaba una noche tan mala en casa desde los doce años con la muerte del abuelo. Lo único que escuchaba era el canto de los grillos en el jardín de mamá.

Tuve que incorporarme a la cama al no lograr conciliar el sueño. Miré el reloj de la mesa de noche y marcaba las diez cuarenta, me levanté de la cama y tomé el teléfono. Tenía al menos diez mensajes de mi esposa preguntando si todo estaba bien y el último deseándome dulces sueños.

—Carajo... —Inmediatamente cerré mis ojos al recordar que había prometido llamarla.

Hacerlo ahora nos serviría de nada porque seguro se encontraba inmersa en alguna actividad que conllevara no tener el celular cerca. Tan sólo le contesté el último mensaje pidiendo disculpas por no haberla llamado y que había sido una reunión muy abrumadora, que no veía el momento en regresar a casa.

Dejé el celular de nuevo y fui hacia mi balcón, miré el paisaje iluminado tan sólo con la luz de la luna y un par de linternas exteriores. Un suspiro lleno de pesar y agobio salió de mis labios e inmediatamente mi mirada fue a dar al balcón del cuarto de mis padres, podía ver a la distancia las luces apagadas señal que estaban seguramente descansando por fin.

Nuevamente sentí un vacío sobre mi pecho y la presión inundar mis pulmones recordando el hecho que mi padre no era eterno. Era gracioso pensar cómo toda la vida nos había recalcado que algún día no estaría más y por eso quería vernos siendo independientes pero pese a tener veinticinco años con esa educación y sufriendo sus constantes maltratos e insultos no me sentía listo para aceptar la realidad de no verlo más en las cenas familiares.

El tono de notificación de mi celular me hizo salir de mis pensamientos, entré un momento a la alcoba y miré la pantalla: "Un mensaje nuevo de Muñeca". Debían ser las cuatro de la tarde allá, el horario del apogeo de la hiperactividad de esa mujer. Abrí su mensaje de inmediato, sólo un emoticono de corazón así que decidí llamarla y esperar a que me contestara.

— ¡Hola, Tommy! —No tuve que esperar mucho al parecer, una sonrisa se formuló en mi rostro—. ¿Cómo te fue? ¿Arreglaron las cosas? ¿Cuándo regresas?

—Hola, muñeca. También me alegra escucharte —fue lo primero que le pude responder antes de ir a cerrar la ventana y sentarme en el sofá de la alcoba—. Bueno, creo que hemos podido llegar a un acuerdo de trabajo en equipo para el mismo fin pero ahora mismo no hay mucho por contar. No arreglamos las cosas pero estamos en proceso.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora