𝓔𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓪𝓼𝓽𝓻𝓮 𝓮𝓷 𝓵𝓪 𝓬𝓮𝓷𝓪

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_____ Lebarde

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Me encontraba en el estudio de Thomas recostada en el sofá de tres asientos mientras lo miraba ir de un lado a otro en la habitación con su teléfono en mano escuchando la llamada en turno realizada.

—Claro que sí, Robert —contestaba mi marido—. A más tardar el siguiente jueves estaremos en América, ya están los preparativos hechos.

Desde que el tema con Luther había dado un cierre, Thomas puso toda su atención en los negocios de sus empresas en América y eso conllevaba el hecho de mudarnos al otro lado del mundo al menos unos dos años en lo que él supervisaba todo lo que se tenía que hacer por allá.

—Cualquier cambio de última hora lo mantendré informado —lo volví a escuchar—, hablamos después. Salude a su esposa e hijos de mi parte. Hasta pronto.

Por fin lo miré colgar y sentarse en el sofá individual. Se le escapó una exhalación pesada al momento de cerrar los ojos y acariciar con sus dedos el puente de su nariz. Se miraba muy sofocado desde que Leandro le había pedido tiempo para ir a cuidar de su madre.

—Deberías tomarte un respiro —sugerí—. Sólo mírate, Tommy, te ves muy tenso.

—Estoy bien —fue lo primero que dijo—, no estoy estresado, estoy bien.

—Miente a alguien que no te conozca —esta vez me levanté y me acerqué a sus espaldas para comenzar a dar suaves masajes sobre sus hombros—. ¿No crees que deberías pedirle ayuda a Sam o Hazz para organizarte?

—Leandro es el que se encarga de esta mierda —soltó un plañido cual niño pequeño al sentir los movimientos circulares en sus hombros—, no creí que fuera tan difícil organizar una puta agenda y viajes.

—Podría ayudarte si quisieras, no tengo nada mejor por hacer, Tommy.

—No, no. No es responsabilidad tuya, muñeca. Suficiente tienes con verme de malas todo el día.

Tomó una de mis manos para besarme el dorso y yo regresé el beso en su coronilla.

—Creo que necesitas un poco de ayuda femenina en tu agenda. No es por nada, pero ustedes los hombres son malos organizando.

—No, no empieces —lo oí quejarse una vez más jalando mi brazo para hacer que me acercara a él—. Esas peleas nunca acaban bien, _____.

Me senté en su regazo y posé mis brazos sobre su cuello antes de hacerlo callar con un beso sobre sus labios.

—No sigas. Aunque te niegues sabes que yo te voy a ayudar con la agenda aunque no quieras o no me lo pidas.

Eso lo hizo esbozar una sonrisa suave y robarme otro beso como respuesta de agradecimiento.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora