𝓛𝓪𝓼 𝓪𝓶𝓮𝓷𝓪𝔃𝓪𝓼 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓕𝓵𝓮𝓬𝓴𝓮𝓻

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〘 Thomas Holland 〙

Por la mañana siguiente desperté desde temprano como era la costumbre. El aroma a vainilla en mis fosas nasales me llenó de calma por un instante, abrí los ojos para encontrarme con la cabeza de mi esposa recargada sobre mi pecho y su brazo rodeando mi cuerpo. Su respiración era profunda y no parecía tener intenciones de despertar pronto. Su cuerpo estaba cubierto con la sábana ocultando su desnudez lo mejor que pudo.

Acaricié su brazo con mi índice mientras mi otra mano acariciaba su espalda baja. No deseaba levantarme de la cama porque eso implicaría alejarla de mí y ya la había tenido mucho tiempo lejos como para desaprovechar el tenerla a poca distancia mía, pero el trabajo demandaba mi atención si quería tener la tarde libre para el viaje.

De mala gana me levanté, procuré ser sutil para no despertarla. Fui al clóset a sacar la ropa con la que me vestiría: unos pantalones de vestir negros, una camiseta blanca, fui a dejar las cosas junto a la ropa interior y los zapatos en la cómoda del baño individual de la habitación y entré a la ducha para bañarme.

Luego de la ducha, en ese mismo cuarto me vestí, cepillé mi cabello y lo peiné hacia atrás, me puse poca colonia y al estar listo salí hacia el interior de la habitación. La miré aún profundamente dormida, me acerqué a acariciar su mejilla y me incliné para besar su sien. La arropé mejor y fui a poner toda aquella ropa tirada por la noche anterior a la canasta de ropa sucia.

Salí después del cuarto, April iba ya a medio pasillo en dirección a mi habitación.

—Buenos días, joven Thomas —me saludó—, ¿ya puedo entrar a hacer los deberes de su habitación?

—No —negué mirando hacia la puerta—. ______ sigue durmiendo, será mejor que la dejes descansar, cuando salga del cuarto haces los deberes.

—De acuerdo, permiso —ella siguió su camino entonces hasta la oficina para limpiarla aunque fuera poco lo que tuviera que hacer.

Bajé al comedor, ya Victoria estaba preparando la mesa. Al verme sólo esbozó una sonrisa en forma de saludo.

— ¿La señorita Lebarde bajará a desayunar? —me preguntó.

—En un rato, supongo, ya sabes que duerme algo tarde —contesté antes de ir a sentarme donde siempre—, ¿qué preparaste hoy?

—La señorita Henrietta me dijo que preparara jugo de naranja junto a fruta picada y pan tostado.

—Ya qué —murmuré.

Mi celular sonó, tuve que ver de quién se trataba. Era mi hermano Harry, me pareció extraño porque no era común que él marcara a nadie, simplemente respondí.

— ¿Qué pasa? —contesté.

—Hola, Tom —me saludó pero no parecía muy contento—. Oye, hay que hablar de algo que acaba de suceder, ¿tienes tiempo?

—No tanto, estoy a nada de salir en dirección al muelle, hay cosas de las que debo encargarme, ¿de qué se trata?

—Te alcanzo en el muelle, supongo —comentó—. Será mejor hablarlo en persona.

— ¿Tan mala noticia es?

—Eso creo.

— ¿Es sobre Paddy?

— ¿Qué? No, no —negó—. A Paddy le quitarán la venda en una semana más, el doctor dice que ya parece estar mejor. El asunto es de una carta que llegó de parte de los Flecker. ¿Qué hiciste, hermano?

—No sé de qué me hablas —Victoria trajo la comida y se retiró, comencé a desayunar entonces.

—Te veo en el muelle en media hora, Tom.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora