CAPITULO 3

727 143 46
                                    



Mis horarios eran más ajustados que los del resto, me despertaba a las siete de la mañana, iba a clase, comía en media hora lo que mi madre se encargaba de dejar en la nevera y a las tres Alex estaba aparcado en la puerta de mi casa para llevarme a entrenar.

Revisé mi mochila más de dos veces antes de entrar al ascensor y salí corriendo directa a la puerta de su coche blanco.

–¿Lo llevas todo?

–Sí. –dije apretando mi moño con las horquillas.

–¿Te importa si me desvío? Tengo que recoger un paquete.

–¿Tiene que ser ahora? Si te desvías no llegaré y no podré dar la clase de hoy.

–Joder. –masculló.

Nos quedamos callados hasta que aparcó en el gran edificio de cristal, por suerte Carolina me estaba esperando en las escaleras y en cuanto me vio agarró de mí echando a correr. Por los pelos. Un minuto más tarde y apenas habríamos podido abrir la puerta de la clase.

Lancé mi mochila a la pared y me coloqué en primera fila marcando la posición.

–Como ya sabéis las audiciones se acercan y eso significa trabajo, presión, nada de lloros y perseverancia.

–Sí señorita Alessandra. –repetimos todas al unísono.

–Como también sabréis, no todas series admitidas para las pruebas, se hará una selección entre las treinta y solo audicionarán las diez mejores, por tanto, en las próximas clases, me acompañará el profesor Daniel.

La presentación apenas duró unos minutos, el resto de la clase fue igual a las de siempre, solo que con más presión añadida. Íbamos una a una mostrando unos bailes delante de ambos profesores mientras cuchicheaban, anotaban y decían que pasara la siguiente.

–Mira ahí. –dijo Carolina asomada al cristal.

–¿Quién es? –pregunté curiosa. Apenas se le distinguía.

–No lo sé, pero tiene una cámara.

–Como todas las personas de hoy en día, Carolina.

–¡Qué no! Venga.

Recogimos nuestras mochilas rápidamente y corrimos escaleras abajo hasta llegar a los jardines donde el chico de la cámara estaba fotografiando a saber qué.

–Hola. –dijimos a la vez sofocadas.

–Oh. Hola. ¿Os conozco? –dijo el chico con una voz ronca.

–No, nosotras a ti tampoco, pero, te hemos visto haciendo fotos y... bueno, ¿nos puedes hacer una? –dijo mi amiga recomponiéndose mientras yo mantenía la mirada en su pelo castaño oscuro.

–Claro. Colocaos.

Posamos riéndonos y el flash de su cámara nos deslumbró. Nos enseñó el resultado y Carolina le obligó a repetírnosla dos veces más hasta que le convenciera como salíamos.

–¿Te debemos algo? –pregunté. –Por la foto.

–Para nada, es un regalo. No todos los días me lo piden.

–Pues deberían, son preciosas. –añadí.

–Gracias. ¿A qué número las paso?

–Al de ella. –dijo mi amiga antes de que pudiera contestar. –Ayla ya sabes que se me rompió el móvil hace poco, no queremos que se pierda esta maravilla de foto.

Asesiné con la mirada a Carolina y procedí a darle mi número de teléfono a aquel desconocido. Nos despedimos de él amablemente y dándole las gracias por las fotos y volvimos adentro.

–¿El móvil roto? ¿Enserio Carol?

–¿Qué querías que hiciera?

–Pues, ¿darle el tuyo? –dije alzando la voz.

–Oh vamos, si es súper mono, es muy de tu estilo. –dijo dándome unos golpecitos en el hombro con la punta de su dedo.

–Si tan mono como mi novio, no te digo. –dije un tanto molesta por la impulsividad de mi amiga.

–Bueno, tu novio es... mejor no entro en detalles, la cosa es, que no te vas a morir por haberle dado tu número a un chico que encima hace unas fotografías preciosas.

–No, yo no se lo he dado, has sido tú. –recalqué.

–A lo mejor no os volvéis a ver, o sí, yo que sé. Cuando quieras una sesión de fotos ya sabes a quien llamar.

 Cuando quieras una sesión de fotos ya sabes a quien llamar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now