CAPITULO 26

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La semana se había consumido más rápido de lo normal y por fin había llegado el viernes. Carolina había traído una gran mochila llena de vestidos similares y ahora la tenía caminando de un lado a otro de mi habitación con dos perchas en cada mano e indecisa por lo que se pondría.

Cuando David nos dijo que tenía entradas para una de las discotecas de Madrid ninguno se negó.

–¿Qué te parece este? –dijo poniéndose por encima de la ropa un vestido negro ajustado.

–Me gusta. Te favorece.

–¿Y este? –dijo haciendo lo mismo con uno rojo.

–Ese también me gusta.

–¿Y cuál me queda mejor? –dijo con los dos vestidos en las manos.

–Carolina, te sientan bien ambos, el que más te guste.

–¡Pues ninguno! ¡No me decido, mejor no voy! –dijo tirándose a mi cama.

–Oh, no, no. Levántate y ponte el rojo. –dije agarrándola del brazo para que se pusiera en pie. –Además... nunca tardas tanto en decidir, ¿Por qué hoy sí?

–¡¿Qué!? ¡No lo sé! –gritó roja por la vergüenza.

Me reí al ver que se había sonrojado más de lo normal.

–Es por David. –afirmé.

–¡Para nada!

–Te has puesto roja. –la chinché.

–¡Eso es porque en tu habitación hace demasiado calor!

Fruncí el ceño y esperé a que me dijera la verdad.

–Sí, es por David. –confesó. –Llámame rara, pero, creo que siento algo por él.

–¿Por qué ibas a ser rara porque te guste David?

–No lo sé...  sabes que yo nunca he sentido por alguien, nunca he encontrado un chico que de verdad me haga sentir amor, ni siquiera he tenido una relación seria. Creo que yo no sirvo para querer a alguien.

–El amor puede ser la trampa más traicionera que puedas encontrar, pero hay veces, que también resulta ser la salida que nos haga ver que el amor no es malo. Que querer y quererse es bonito Carolina.

–¿Y cuándo sabré que de verdad le quiero?

–Cuando tus latidos lleven nombre y apellido.

Se puso el vestido y un tacón no demasiado alto. Mientras ella se planchaba su melena rubia yo me deshice de mi pijama de flores y lo sustituí por unas mallas de cuero negras ajustadas y un top que tenía una gran apertura a lo largo de la espalda. Me coloqué unos botines negros de tacón y me recogí el pelo en una coleta alta que caía por mi espalda. Cuando por fin estuvimos listas, agarré mi abrigo de pelo y fuimos directas a la cocina.

–Vais muy guapas. –dijo mi madre al vernos entrar.

–Gracias mamá.

–Gracias Angy.

–Tenéis cena en la nevera. –dijo mientras salía por la puerta. –Por cierto, ¿con quién vais?

–Con Alex y unos amigos suyos. –mentí.

–Está bien. Tened cuidado.

En cuanto salimos del piso Carolina abrió los labios para decir algo, pero preferí que no lo hiciera. ¿Había hecho mal en mentir a mi madre? Sí, ¿iba a entender que nos íbamos con dos personas que para ella no tenían nada que ver con nosotras? No.

EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now