CAPITULO 52

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–¡¿Cómo estás?! ¿Te has instalado bien?

La voz de Carolina era como aire fresco en estos momentos. Me había quedado sola en la habitación ordenando el armario y colocando algunas de las cosas que más necesitaba a mi lado, por lo que podía hablar con ella sin preocuparme por mi compañera.

–Pues, todavía me sigo haciendo a la idea de que voy a tener que estar aquí durante tres años. –dije tirándome en la cama. –Te echo mucho de menos. A todos en realidad.

–A mí también me está resultando extraño estar aquí, pero nos acostumbraremos. ¿Conoces ya a tu compañera?

–Sí, se llama Margarita, aunque es un poco... –me quedé en silencio unos segundos tratando de buscar una palabra con la que pudiera definirla. –extraña.

Carolina hizo una mueca y traté de explicarle todo lo que Margarita me había dicho a mí hace unas horas.

–Sus padres le pagan por estudiar aquí. –dije tan sorprendida como cuando ella me lo contó.

–Qué me dices, ¿de verdad?

Asentí con la cabeza y me recompuse tratando de sentarme apoyándome en el cabecero de la cama.

–Joder, ya me gustaría a mí que mis padres me pagaran, al menos por los daños colaterales que tendré por estar lejos de vosotros.

–¿Estás sola en la habitación?

–Sí, mi compañera de habitación todavía no ha llegado, me han informado en recepción que es normal, aquí en Londres suelen llegar una semana después, lo único que yo me he adelantado. Aunque mejor, podré disfrutar de las salas, y, sobre todo, podré dormir a gusto sin escuchar los ronquidos de otras personas.

–No seas así. –dije entre risas. –Pero sí, que suerte que puedas disfrutar de todo eso durante unos días. Yo no tengo la misma suerte, en media hora tengo que ir a la primera reunión con los directivos, profesores y todo eso...

–Entonces te dejo, esta noche me cuentas como ha ido.

Nos despedimos antes de colgar y poco después continué vaciando las maletas.

Estaba deseando deshacerme de los vaqueros que llevaba puestos desde antes de subirme al avión, me coloqué unos pantalones de chándal que no abrigaban demasiado y una camiseta blanca de manga corta. Mientras estaba en el baño escuché como la puerta se abría, terminé de amarrarme el pelo con una goma y salí a ver de quien se trataba.

–Oh. Hola. –dije sorprendida al ver que no era Margarita.

–Uy, tú no eres Rita. –dijo la chica que había entrado en mi habitación.

–¿Rita? Yo soy Ayla, pero... que yo sepa en esta habitación no hay ninguna chica con ese nombre.

–Hablo de Margarita, ¿es esta su habitación no? Eso es lo que me ha dicho Alan, si no menudo despistado, solo hay que leer una lista, no es tan complicado ¿no?

Fruncí el ceño, no estaba entendiendo nada de lo que me decía y lo notó enseguida.

–Soy una amiga de Margarita, vivo en la habitación de enfrente, pero como el año pasado nos cambiaron de habitaciones no sabía en cual le habían asignado, por eso le he preguntado a Alan, es el chico que está siempre en recepción, ¿sabes quién te digo?

Negué con la cabeza

–Mmmm no, ahora mismo no se de quien me hablas.

–Es un chico así de ojos marrones y pelo corto.

Moví la cabeza de lado a lado negando la descripción de ese chico.

–Bueno, le verás enseguida, aquí tampoco te creas que vas a ver a muchos chicos, ellos viven en el edificio de al lado, sin embargo, vienen aquí a bailar y cuando llega la hora de acostarse se van.

–Creo que todavía me queda mucho por conocer aquí.

–Ay, disculpa, que mal educada que soy, yo me llamo Chloé, Alan es mi pareja.

La puerta se abrió de nuevo y esta vez entró mi compañera de habitación anunciando que teníamos que salir ya para llegar a tiempo a la reunión.

Cogí una sudadera que había dejado a los pies de la cama y salimos las tres por la puerta escaleras abajo hasta llegar al gran salón de actos que se iba llenando por momentos. Cogimos asiento en los asientos de las filas del medio y esperamos a que llegase la hora punta.

Había pasado más de media hora cuando algunos de los adultos que recorrían el salón comenzaban a dar órdenes de que guardásemos silencio. La reunión estaba a punto de comenzar por lo que me acomodé en el asiento con las piernas cruzadas y apagué mi teléfono.

–Hola a todos, como cada año la academia más prestigiosa de Francia abre sus puertas a las nuevas, futuras y por supuesto, grandes promesas del baile. Como cada año que pasamos entre las paredes de este gran edificio, tratamos de que su estancia aquí sea de lo más cómoda, pero a su vez depositamos la confianza en vosotros, los alumnos en que os tomareis esto de una manera seria. Muchos de vosotros conocéis las normas y si no, recordaros que en cada zona verde del edificio encontrareis un panel donde podrís pararos a leerlo. Además, cuando volváis a las habitaciones después de la cena, encontrareis un papel con los horarios semanales. –la mujer que estaba hablando hizo una pausa para tomar agua del vaso que uno de sus compañeros le tendía y continuó a los pocos segundos. –Por cada pasillo del edificio habrá una coordinadora o dos dependiendo de la semana y de las faltas que hayáis tenido. Estamos aquí para formaros como grandes bailarines y como grandes personas.

Sentí como unos dedos golpeaban con delicadeza mi brazo y giré la cabeza para mirar a mi compañera de habitación.

–Es siempre el mismo discurso, se lo sabrá ya hasta de memoria.

Esbocé una sonrisa, pero no le contesté, volví a girar la cabeza y puse toda mi atención en lo que decía.

–Las clases comenzaran dentro de dos días. Espero verles a todos allí. No lleguen tarde.

La sala se inundó de aplausos, en cuanto los demás profesores dieron vía libre para salir, Margarita me cogió del brazo y salió escopetada hacia las primeras escaleras que conectaban con nuestro pasillo.

–¿Qué hora es? –preguntó Margarita.

–Son las ocho. –dije mirando la hora en el reloj que había colgado al otro lado de la pared.

–Genial, aún tenemos tiempo para prepararnos y salir por ahí.

–¿No era que teníamos que estar en las habitaciones a cierta hora?

–Sí, pero eso es cuando comienzan las clases, por eso cada comienzo de año nos dejan dos días libres, por así decirlo, sin ningún tipo de horario. –puntualizó Chloé.

–¿Y cómo salimos?

–Las coordinadoras reparten unas tarjetas que sirven de entrada y salida que caducan justo el día que comienzan las clases, por lo que una vez que empecemos dejarán de funcionar y nos repartirán otras que solo serán usadas en el horario permitido. –dijo Chloé mientras me agarraba de la mano hasta que llegamos a mi habitación.

–Quedamos en el vestíbulo en una hora. Una hora eh. –recalcó la amiga de Margarita.


HOLAAA!! ¿cómo estáis? Espero que genial. Como todos los días, nuevo capitulo a las 19:00⭐️

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⏰ Last updated: Aug 18, 2022 ⏰

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EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now