CAPITULO 18

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OLIVER

No iba a negar que me gustaba, porque de una manera u otra había conseguido captar mi atención desde el primer momento, pero sabía que nunca llegaría a pasar, o que iba a ser muy complicado, que con los años nos reencontraríamos casados, o al menos ella, nos miraríamos y recordaríamos todo esto, y yo acabaría siendo un recuerdo más en su memoria, acabaría siendo aquel fotógrafo con el que tomaba café de vez en cuando y que le enseñó que la vida pasaba más rápido de lo que ella creía. Y yo no me conformaba solo con eso. No quería ser solo eso, porque yo valía mucho más que un recuerdo bonito, yo quería ser el tío que la quiso de verdad, el que cuando tuviera un mal día pidiera su cena favorita y se recostara con ella en el sofá mientras le acariciaba el pelo, el que le dijera lo guapa que iba todos los días y el que se riera de sus chistes, aunque fueran malos.

Habíamos estado hablando toda la tarde, incluso cuando la camarera se había acercado a retirarnos los vasos vacíos, parecía que estábamos en una burbuja en la que daba igual lo que pasara a nuestros alrededores, solo nos oíamos a nosotros.

–¿Y tú no tienes ningún plan a largo plazo? ¿Solo te dedicas a vivir y a que te mueva el viento?

–Así es. Hago lo que quiero, lo que me gusta, cuando quiero y cuando puedo. Voy donde las oportunidades me lleven.

–Y eso no es tener una vida un poco... ¿desordenada?

–Si crees que mi vida es desordenada, será mejor que no vengas a mi apartamento.

–¿Algún día me lo enseñarás?

–Oh no, mi piso es mi refugio. Solamente lo ha visto David y bueno, iba borracho por lo que no creo que se fijara demasiado.

–Y tu querías que fuésemos amigos... –dejo caer recostándose en el asiento.

–Ser amigos, no un matrimonio de setenta años pequeña campanilla.

–¿Algún día me dirás por qué me llamas así?

–Quizá lo haga. –dejé de hablar en el instante en el que sentí una presencia a mi lado, volteé la cabeza y vi de quien se trataba, era Alex, el exnovio de Ayla y el chico que vi en la gala.

Algunos de los mechones de su melena rubia cubrían sus ojos, pero su rostro enfadado se veía a la perfección. En medio del silencio que se había formado entre nosotros golpeó con los puños apretados la mesa y vi como Ayla se sobresaltó, no necesitaba detalles de su vida privada para saber qué clase de persona era, solo hacía falta ver cómo le había cambiado la cara a Ayla en cuanto se giró y le vio ahí parado.

–¿Qué cojones Ayla? –dijo todavía con los puños sobre la mesa.

No contestó.

–¿Por qué estás con él? ¿Me dejas en medio de la calle y encima te follas a otro el mismo día?

Parpadeé varias veces seguidas tratando de asimilar las barbaridades que había dicho en una sola frase. No daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, mis ojos estaban puestos en Ayla y en cómo le miraba,

–Alex, ¿qué hace aquí?

Me tensé en el asiento y le miré.

–He venido a tomar algo. –terminó por decir.

Y no mentía.

–No me jodas, ¿ahora sois amigos? –alzó la voz.

–Alex, será mejor que te vayas. –dijo Ayla tranquila.

–Yo no me voy a ninguna parte a no ser que te vengas conmigo. –poco después estaba tirando de ella agarrándola por la muñeca.

Nunca me había visto envuelto en este tipo de situaciones, no sabía qué hacer, pero no iba a quedarme ahí parado, me levanté del asiento y estiré de ayla hasta atraerla al fondo de la mesa donde se quedó pegada al cristal y lo más lejos de Alex.

–¿Quién coño te crees que eres? ¡Eh! –me gritó a pocos centímetros de mi cara. –Vienes aquí, con mi novia. –recalcó. –Y tratas de ponerla en mi contra.

–Mira tío, yo no sé quién eres, ni como es o ha sido tu relación, pero no son formas de tratar a una persona, y mucho menos si dices quererla.

–¿Ahora me das lecciones sobre como tengo que tratar a mi pareja? –me espetó.

–No, pero sé que así no deberías hacerlo. –di un paso hacia él.

–Ayla no quiere, ni debería estar aquí contigo, debería estar conmigo, que para algo soy yo su novio, y dejarse de tonterías de niños pobres sin futuro.

–¡Entiende qué lo hemos dejado! –dijo Ayla poniéndose de nuevo en pie. –Que tú y yo, por mucho que trates de convencerte de otra cosa, eres humo en mi vida.

«Joder, esto va a acabar muy mal».

–Ayla es mayorcita para decidir con quién quiere estar y no creo que tú seas una de sus opciones. –dije con la voz ronca.

–Ayla, nos vamos. –dijo volviendo a agarrar su brazo por la fuerza.

Vi como salía con ella, vi como Ayla le gritaba y como él ignoraba cada una de sus palabras. Sabía que no iba a dejar que se fuera, que no iba a dejar que se fuera con él.

–¡Alex, me haces daño! –la escuché gritar.

–Eso te pasa por hacer las tonterías que haces.

–Alex, para, vamos hablar.

–No hay nada que hablar, nos vamos a mi casa.

Fue en ese momento cuando todo me importó una mierda y supe que, si no hacía algo ya, quizá sería la última vez que la vería. Me abalancé sobre él agarrándole por la espalda sin tener ni idea de que iba a hacer después, nunca había pegado a nadie. Su complexión atlética ganó ventaja sobre mí y pudo zafarse y tirarme contra el suelo. El puñetazo que me llevé en la mandíbula no dolió menos que el que me dio en la mejilla, ni en el ojo. Pero que me importaba a mí el dolor mientras que ella estuviese segura. Vi como Ayla aprovechaba ese tiempo para salir corriendo en dirección opuesta a la que la llevaba y se metía de nuevo en el bar. Cuando Alex terminó de gastar su energía en reventarme continuó su camino y a mí me costó recomponerme varios minutos. Volví caminando al bar, me encerré en el baño y escupí la sangre que me salía del labio, me enjuagué la boca más de tres veces tratando de que se fuera aquel sabor amargo y salí buscando a Ayla. La camarera me señaló una mesa al fondo en la que estaba sentada acompañada de una desconocida que la consolaba, me acerqué despacio y le di las gracias a aquella mujer. Me senté a su lado y la abracé hasta que dejó de sollozar.

EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now