CAPITULO 10

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Habíamos llegado al centro de Madrid antes de lo que esperaba. La música que Oliver había puesto resonaba a todo volumen por el coche y nuestros gritos se fundían en cada letra estuvieran enlazadas entre sí. Me dejé de llevar por el momento, bajé la ventanilla y el aire entre de sopetón, revolvió mi pelo y apenas podía abrir los ojos, los mantuve cerrados y llené mis pulmones de aire antes de seguir cantando.

Llegamos a unos edificios situados cerca de una boca de metro y la música cesó, con ella nuestros cantos y las ventanillas se cerraron. Bajé del coche recolocándome el vestido y nos paramos unos frente a los otros sin saber muy bien que hacer y que decir.

–¿No creéis que vamos demasiado arregladas para una fiesta en una casa? –dije levantando las cejas. Este vestido era lo menos apropiado para esto.

–Qué más da. Nadie se va a enterar. –dijo David. –Además, nosotros vamos en traje, ¿se te olvidaba eso?

–Como os gusta quejaros. Dejadme a mí. –protestó Carolina.

Se acercó primero a David, arrebatándole la americana negra que llevaba y deshaciéndose de la corbata que llevaba ajustada al cuello, lo lanzó todo al interior del coche y procedió a meter sus manos en su melena morena para despeinarle y dejarle un aspecto más casual, como ella decía, le desabrochó los tres primeros botones de la camisa blanca y le arremangó el bajo de los pantalones. Hizo lo mismo con Oliver.

–Ahora eres una especie de mafioso guapo que asiste a fiestas en pisos.

–¿Me ha llamado guapo?

–No te hagas ilusiones. –dije posando mi mano en su hombro fingiendo lastima mientras se me escapaba una risa maliciosa.

Me recoloqué la melena por detrás de las orejas mirándome en el espejo del ascensor, las ondas se me habían ido y lo tenía enredado. Bajé la vista a vestido, el cual comenzaba a resultarme incómodo y lo moví de un lado a otro.

«Con lo bien que habría estado en mis vaqueros».

El ascensor se abrió y salimos los cuatro buscando el número de la puerta que le habían dicho a David.

–Es aquí. –dijo pegando la oreja a la puerta. Hizo una llamada telefónica y nos abrieron enseguida.

La chica que nos abrió era prácticamente de mi estatura, aunque con más curvas, tenía un cuerpo envidiable, la miré de arriba abajo sin disimulo, la ropa que llevaba resaltaba con solo mirarla. Era envidiable. Sus ojos azules brillantes se clavaron en nosotros y frunció el ceño. Tampoco era de extrañar, nuestros vestidos iban arrugados y los chicos parecía que acaban de perder prendas por el camino. Era admirable.

–¡Pasad, pasad! No os quedéis ahí. –dijo abriendo la puerta del tirón y dándonos paso.

–Las bebidas están en la cocina, si traéis alcohol o lo que sea lo dejáis en la barra, por favor, no vomitéis ni en los sofás ni en las alfombras y al fondo del pasillo hay habitaciones libres. –dijo mirándonos de arriba abajo.

La puerta conectaba directamente con el salón, a primera vista se veía gran parte de la casa, a la izquierda una gran cocina y al fondo una terraza decorada con unas lucecillas. Dimos una vuelta por la casa mientras David buscaba a sus amigos y echamos un vistazo a toda la gente que había en el salón, a pesar de ser un espacio más o menos reducido todo el mundo se movía al ritmo de la música.

–¿Quieres una copa? –me ofreció Oliver señalando la cocina.

–Sí claro, vamos. –me encogí de hombros.

Le observé mientras caminaba, su seguridad me calaba por completo y hacía que le viera con unos ojos que ni yo misma podía creer.

Ignoré mi teléfono el cual no paraba de sonar, la barra de notificaciones había colapsado de todos los mensajes que Alex me había mandado. Los miré dubitativa. Enseguida mi cabeza comenzó a llenarse de pensamientos contradictorios. ¿Y si sabía dónde estaba y venía a recogerme? ¿Y si quería dejarme por haberle dejado tirado en la gala?

EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now