CAPITULO 23

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Alex estaba esperándome en la puerta de mi portal cuando llegué de mis clases, su aspecto cansado y los ojos rojos de haber llorado encontraron los míos en cuanto crucé de acera. Se quedó ahí, parado, mirándome mientras yo me acercaba despacio respirando hondo para asimilar lo que sea que me fuera a decir.

–Hola Ayla. –dijo acercándose hacia mí.

–Hola.

–Yo solo quería pedirte disculpas, no debí comportarme así.

–Está bien –dije buscando las llaves. –Pero eso no cambia las cosas.

–Lo sé y de veras que lo siento. Estaba celoso y yo... no supe controlarme. Cuando te vi con aquel tipo... pensé que ya habías encontrado a otra persona.

–Ya... –dije moviendo las manos nerviosa en los bolsillos de la chaqueta.

–Lo siento. Perdóname. De verdad, no volverá a ocurrir. He pasado seis días intentando pensar estas palabras y yo solo quiero volver a estar contigo, mejor que antes.

–Lo siento Alex, pero ya es tarde para eso. He pasado por mucho, por mucho daño que no me merecía y tú no has hecho nada más que hundirme. –mis ojos miraban los suyos y aunque una parte de mi quería creerle, no podía hacerlo de nuevo. Hay amores que por mucho que le pongas tiritas las grietas siguen siendo eso, grietas que quiebran un frágil corazón cuyo único fin solo fue querer y ser querido.

–No volverá a ocurrir.

–Lo sé. Por eso te doy la oportunidad de que en algún momento estés con alguien más y le quieras mejor de lo que me has querido a mí.

–Pero yo no quiero estar con nadie más, yo quiero estar contigo Ayla, llevamos cinco años, solo es un bache, lo superaremos.

–No ha sido un bache solo Alex, las parejas no lo dejan por un simple tropezón, ha sido un pozo sin fin y oscuro en el que he vivido cinco años seguidos, y no quiero que el resto de mi vida sea así. –suspiré y le miré a los ojos. – Quiero vivir, querer y ser querida, estoy segura de que conocerás a alguien más y lograrás ser feliz, pero ahora es mi momento de serlo y tienes que entender que querer a alguien no es ponerle piedras en sus alas, a veces es dejarle volar lo más alto posible, aunque no seas tú quien acompañes.

No había vuelto a saber nada más de Oliver desde aquella noche, yo no le había escrito y él a mí tampoco. Quizá le volvería a ver caminando cerca de su cafetería o sirviendo cafés calientes a primera hora de la mañana, o quizá fotografiando los jardines del conservatorio de danza. Después de todo, éramos amigos, aunque la palabra no describiera como nos sentíamos cuando estábamos el uno con el otro.

–Creo que te estás equivocando y no lo estás queriendo reconocer. –dijo Carolina a mi espalda. –Oliver no se merece esto, él te ha cuidado muchísimo.

–Somos amigos Carol, no vamos a estar viéndonos todos los días de la semana.

–¿Y por eso te cuesta tanto mandar un mensaje? –dijo agitada. –A ti lo que te pasa es que estás tan cómoda con él que tienes miedo de lo que estás sintiendo, porque sí Ayla, sientes algo por él, y solo tú sabes a lo que me refiero.

–Respeto tu opinión, respeto que creas que siento algo por él cuando no es cierto, pero no te entrometas en esto. –dije nerviosa.

Ella guardó silencio y yo me arrepentí al instante por haberle hablado así.

–Lo siento. –contesté.

–No tienes que disculparte. Me he pasado. Hay formas de decir las cosas. Solo es que...

–Eres intensa, lo sé, y también sé que llevas razón.

–¿Qué?

–Sí, que llevas razón Carol, que si estos días no he mencionado a Oliver es porque estoy perdida en un laberinto de sentimientos encontrados y me asusta hacerme la idea de que puede que solo sea yo quien sienta algo. Porque tengo miedo de que me esté equivocando, tengo miedo de no merecerme esto que me está pasando

EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now