CAPITULO 51

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Aquella despedida en aquel aeropuerto de Madrid se había llevado mucho más que dos personas que se amaban, se había llevado recuerdos y se había quedado con dos corazones rotos que deseaban ser unidos a pesar de la distancia y del destino.

Dos años, ese era el tiempo que tenía que pasar sin verle, sin sentirle, tres malditos años que nos cambiarían, que, aunque quisiéramos creer que no, nuestro hilo rojo se cortó en el momento en el que nos despedimos y ahora tenía que ser unido con otro diferente, con otras personas para quizá, en algún momento de nuestra larga vida, volver a estar unidos por la esperanza.

Cuando baje del avión un cartel con mi nombre resaltaba entre la multitud, aquella mujer de cabello corto pelirrojo sería quien me acompañaría a mi nueva academia de baile, a mi nuevo hogar aquí en París. El sonido de las ruedas de mi maleta inundaba mi mente por cada paso que daba, esquive con cuidado a las personas que se interponían en mi camino y busqué con la mirada un hueco en el que pararme.

–Ayla, ¿cómo estás? –con la mano derecha esperaba mi saludo y con la otra sostenía una carpeta llena de papeles salientes. –Soy Danielle.

–Encantada. –dije estrechando su mano. –Bien, ha sido un vuelo corto.

–Yo seré quien se encargue de los problemas, dudas y encargos que tengas mientras estés aquí en París, en cuanto lleguemos te enseñaré tu residencia y la academia, allí estudiarás, vivirás y bailarás. –dijo agarrando mi mano para sacarme de aquel mogollón de gente.

Cuando pudimos salir del aeropuerto y del jaleo de las voces, pudimos retomar la conservación.

–Fiestas, alcohol, drogas, chicos en las habitaciones y llegadas nocturnas fuera del horario de la academia quedan completamente prohibidas. –dijo mientras un joven nos abría la puerta de un elegante coche negro. –Tres llegadas fuera de tu hora y significará la expulsión inmediata. Se realizará un registro al mes en cada habitación, por supuesto completamente aleatorio. –hizo una pausa y me miró de arriba abajo. –Creo que lo has entendido.

–Lo he entendido. Pero yo no soy de ese tipo de personas.

–Ya... –dijo a la vez que se bajaba las gafas para observarme. –Nadie lo es hasta que entran a ese edificio.

Ignoré aquel comentario de mal gusto y miré por la venta hasta que un llegamos a un edifico antiguo, de paredes blancas y techos enormemente altos. Danielle subió las escaleras hasta llegar a la entrada y me quedé absorta en cuanto vi como era el interior. La seguí por los pasillos con la maleta a cuestas, me llevó hasta la que sería mi habitación durante tres, años afortunadamente la habitación era compartida, no quería comenzar sintiéndome sola y empezar conociendo a alguien aquí haría que mis días pasaran algo más rápido.

–Te dejó instalarte. –me dio suu tarjeta con su número de teléfono y me dejó sola frente a la puerta.

Yo asentí y respiré hondo hasta llenas mis pulmones de oxígeno y sentirme algo más tranquila.

–Allá vamos. –me dije a mí misma.

Abrí la puerta y ojeé la habitación, no era pequeña, tampoco grande, tenía dos camas individuales a los lados junto a dos armarios. Mi pared todavía seguía en blanco, sin ningún tipo de detalles, ni pósteres, ni fotos. Nada. Sin embargo, en la de mi compañera apenas quedaba un hueco en blanco.

–¡Ey! Hola, soy Margarita. –dijo aquella chica de pelo negro.

–Soy Ayla. –dije amablemente mientras caminaba por la habitación.

–No es la mejor habitación del mundo, pero... –dijo encogiéndose de hombros.

–Podría ser peor. –esbocé una sonrisa y me senté en la cama.

Se abalanzó sobre mí y me dio dos besos en las mejillas. –Espero que si estás aquí sea porque te gusta bailar, si no te resultará un verdadero tostón.

–¿Tú no estás aquí por eso? ¿Por bailar? –dije confusa.

–¿Yo? Que va. –más quisieran mis padres. –dijo acomodándose en su cama. –A ver, no estaría aquí si no se me diera bien bailar, pero lo cierto es que estar aquí tampoco me fascina, pero claro, mis padres me pagan por hacer lo que ellos quieren por lo que, tampoco me puedo quejar.

–¿Tus padres te pagan por estar aquí? –dije sorprendida.

–Sí, y menos mal que lo hacen, si no me tiraría por esa ventana si no fuera porque tiene barrotes. –dijo arrugando la frente y con mala cara.

–A mí me gusta bailar, lo llevo haciendo desde pequeña y quiero continuar con ello.

–Eso está genial, aquí te van a enseñar y te abrirán puertas. Eso sí, aprovecha las clases, aquí las profesoras pueden ser un tanto... irritantes, al igual que ciertas compañeras.

Me reí sin ganas y me recosté en el frío colchón.

–¿Has tenido que dejar a alguien por estar aquí? ¿A alguien importante? –dije todavía tratando de asimilar lo de Oliver.

–Por suerte no, no he tenido pareja y mis amigas... bueno, son un caso aparte. Pero conozco a otras personas que sí.

–¿Y qué pasó? –pregunté esperando una respuesta que me aliviara.

–Que acabaron dejándolo. –soltó tranquilamente.

–Joder. –masculle.

–Pero mujer, no tiene por qué pasarte a ti, no te agobies, no llevas ni un día. Además, antes de que te des cuenta habrá pasado el primer año y te habrás acostumbrado a vivir aquí, quizá ni te apetezca volver a tu casa.

ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO ESTE CAPÍTULO😚😚
Nos vemos mañana a las 19:00 (hora española)💘

ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO ESTE CAPÍTULO😚😚Nos vemos mañana a las 19:00 (hora española)💘

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EL ÚLTIMO BAILE (EN FISICO)Where stories live. Discover now