Capítulo 44. Y pasó lo que tenía que pasar...

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Cuando las dos entraron en la vivienda de Olivia, Vanesa se alegró de sentir el calor de repente en todo su cuerpo. Estaba cansada de que el frío invernal hiciera estragos en su fornido cuerpo. Además, le sorprendió el buen gusto que tenía la forense para la decoración y lo ordenado que tenía todo.

-Vaya, aquí sí se está bien. Tienes calefacción. Joder, ésto es un lujo, Olivia.

-Lo sé, Vanesa, es calefacción central así que...Está encendida todo el día. Ahora entenderás por qué me cuesta salir de casa. Aquí estoy calentita y no tengo la necesidad de pasar frío. No me gusta, prefiero el verano y por consiguiente el calor.

-A mí me pasa igual. Yo tengo que poner unos radiadores en casa y poner calefacción. Sino cualquier día de estos moriré congelada. Pero creo que el cuerpo se va acostumbrando a lo que tienes. Es que vivo en un edificio algo viejo. Lo restauraron pero no pusieron calefacción, y ahora nos dan la opción a los vecinos de ponernos radiadores. Yo estoy en ello. Sólo necesito tiempo para hacerlo.

Olivia rió con lo que dijo la inspectora. Aún no se podía creer que Vanesa hubiera accedido a subir con ella y ahora la tuviera en su casa, sólo para ella. La forense se mordió el labio, de lo feliz que estaba de estar con Vanesa en su casa. Si García supiera, estaba segura que se lo restregaría en toda su cara. Éste llevaba ya tiempo intentando abrirle los ojos con respecto a Vanesa, y ella no quería darle la razón en cuanto a sus sentimientos por la inspectora. Pero tenía que reconocer que Marco tenía buen ojo y por supuesto, tenía toda la razón.

-Vanesa, ven conmigo, te mostraré el baño. Te podrás cambiar allí -Olivia se dirigió al servicio. Se lo mostró a Vanesa y la dejó sola para que ésta se desnudara, mientras ella iba a buscar ropa de recambio para la inspectora.

Vanesa no podía estar más nerviosa. Parecía una colegiala en su primera vez con otra chica. Con todas las mujeres con las que se había acostado, y era estar al lado de Olivia, y su cuerpo, además de estremecerse, tenía la necesidad de unirse con el cuerpo de la forense. Así de simple. Se moría por hacerla suya. Pero sabía que con ella, a diferencia de con las demás, querría emplear todo el tiempo necesario para deleitarse con ese cuerpo que tan loca la volvía, y tanto deseaba. Quería disfrutarlo al máximo, y sabía que no sólo sería tener sexo con ella. En ese momento, mientras se quitaba la ropa, se le dió por pensar que ni con Sara sintió nada parecido. Olivia se había metido en su corazón demasiado rápido y sin ella haberse dado cuenta. Y eso le dió vértigo, porque no sabía lo que sentía Olivia por ella y no quería salir mal parada en el caso de que ésta no quisiera nada con ella.

A Vanesa se le pasó cerrar la puerta del baño. Estaba tan absorta en sus pensamientos que ni se dio cuenta que estaba medio desnuda y con la puerta abierta. Se había quedado en bragas, y con una camiseta interior muy fina, toda mojada, que al no llevar brasier debajo, hizo que se le transparentara los pechos y más concretamente los duros y tiesos pezones.

Cuando Olivia se asomó por la puerta del baño, se esperaba ver a Vanesa todavía vestida, porque si no imaginaba que ya habría cerrado la puerta. Y cuál fue su sorpresa cuando la vio como la vio, con una camiseta completamente transparente y bien ajustada a su perfecto busto y abdomen, y mostrándole unas piernas de infarto, en su opinión. Le dio tiempo en un segundo a mirarla de arriba a abajo. Joder, Olivia retiró la mirada enseguida. El ver tanta perfección en el cuerpo de la inspectora la hizo agitarse más de lo que ya estaba. Ahora era su corazón el que latía de forma incontrolable. Y por mucho que retirara su mirada de ese cuerpazo que tenía delante de ella, era imposible que esa imagen tan maravillosa saliera tan fácilmente de su memoria.

Olivia quedó completamente aturdida. Vanesa se percató de lo que había provocado en la forense el verla como la había visto por cómo la miró y cómo retiró la mirada avergonzada, y eso la animó a hacer lo que quería hacer hacía mucho tiempo atrás. Así que cuando Olivia le acercó la ropa limpia que le quería prestar, intentando no mirarla más de la cuenta, Vanesa aprovechó para cogerla de la mano, de forma suave, y tiró de ella acercándola a su cuerpo completamente empapado. Ahora sí los corazones de las dos mujeres parecían totalmente desbocados y fuera de sí.

La forense quedó pegada a Vanesa, mientras las dos miradas se retaban una a la otra. El notar los pezones tan erectos rozar su propio busto la hizo enmudecer de deseo. Desde luego lo que le estaba provocando Vanesa en ese momento le daba mil vueltas a estudiar y a trabajar abriendo cuerpos inertes. Le dio tiempo en unos breves segundos a maldecirse por todo el tiempo que había perdido en sus treinta y dos años de vida entre libros y esqueletos anatómicos o cadáveres.

-Olivia, creo que necesito ayuda. La camiseta está tan empapada que no puedo sacarla yo sola. Ayúdame...-dijo Vanesa con la voz totalmente ronca. Había quedado hipnotizada por la mirada tan clara de Olivia siendo los ojos más cristalinos que había visto en su vida. Pero en ese momento se fijó que éstos se estaban oscureciendo por el deseo que se estaba apoderando de la forense. Y no era para menos. Y los de Vanesa,que ya eran oscuros de por sí, creía que en ese momento estarían totalmente negros.

Olivia no se lo pensó dos veces, y se dispuso a sacársela, mientras rozaba con sus dedos la húmeda piel de la inspectora. Sin querer, llegó a arañar suavemente con sus uñas la piel de la mujer, y ésta se excitó al momento de sentirlas arañándola.

Cuando Vanesa por fin quedó desnuda, sólo con las bragas, Olivia pensó que no se podría mantener en pie de lo que le estaban temblando las piernas. Hacía tiempo que no intimaba con una mujer y conociendo la fama que tenía Vanesa, le dio miedo el hecho de no estar a la altura de las circunstancias. Aunque estaba tan cachonda y excitada que seguro que dejándose llevar, simplemente, conseguiría hacer tocar el cielo a Vanesa.

La inspectora no pudo esperar más a tener a Olivia entre sus brazos, así que se envalentonó y la abrazó, dejándose llevar por sus deseos más carnales. Y se sorprendió cuando fue la forense la que se dispuso a rozar con sus labios los de ella. A Vanesa se le erizó toda la piel al sentir esos labios que tanto había estado esperando para sentirlos. Ahora sí, al final todo llegaba, sólo había que tener un poco de paciencia, y ella quería hacer eterno ese momento tan especial y placentero.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora