Capítulo 58. Cuando el trabajo se complica.

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Vanesa cogió su moto y la puso en marcha. Le daban ganas de correr con ella. Necesitaba sentir el viento helado en la parte que el casco le dejaba libre, además, se sentía una mujer poderosa cuando se subía en esa potente máquina de dos ruedas. Estaba enfadada consigo misma, por no haber cogido ya al asesino. De haberlo hecho, no tendría que ir en ese momento a dar la noticia que iba a dar a la familia Fernández. Joder, era una joven de diecinueve años. Ese cabrón era un animal. Si no lo pillaban rápido iba a seguir matando. Él ya había comprobado y descubierto que el abusar sexualmente de alguien y posteriormente matarla, le daba una satisfacción como pocas. Y una vez que ya había pasado esa línea, ya no le iba a importar volver a pasarla tantas veces pudiera hacerlo.

A Vanesa le daban ganas de llorar. La rabia e impotencia se apoderaron de ella. Ahora que estaba sola y había puesto a funcionar su cabeza. Le había venido muy bien desayunar con García en la cantina. Además él la había animado a intentarlo con Olivia. Él conocía a la perfección a la forense y si le dijo que Olivia sentía algo especial por ella, quería decir que estaba en lo cierto. Confiaba en su amigo y compañero plenamente. Sólo necesitaba tener el valor suficiente para disculparse con ella cuando fuera a verla al anatómico, y luego intentar arreglar las cosas y ver si todo fluía como debía hacerlo. Sólo el hecho de poder arreglarlo con Olivia, le podría ayudar a animarse, puesto que el transcurso de la investigación no estaba yendo como ella quería y ya se estaba empezando a desesperar y a desmoralizar. Era algo inevitable.

En un cuarto de hora, la inspectora llegó al edificio donde vivía la joven Isabel. Aparcó la moto, y después de bajarse de ella se retiró con cuidado el casco. En este caso, la chica asesinada no vivía en una casa, sino en un piso.

Vivía en la cuarta planta de un edificio que debía de tener más de veinte años. Vanesa subió en el ascensor y antes de tocar al timbre, cuando ya se encontraba en el rellano y en frente de la puerta, miró su Apple watch para ver qué hora era, y ya eran las ocho de la mañana, una hora prudente para llamar en la casa de unos desconocidos y dar la noticia que iba a dar a esa familia. Sin pensarlo dos veces, tocó a la puerta.

Cuando le abrió un niño de unos diez años, Vanesa se sorprendió. Se esperaba que le abriera la puerta el padre o la madre de la joven.

-Hola, buenos días, soy inspectora de policía.¿Están tus papás?¿Y qué haces que no estás en el cole, pequeño?

-Hola, es que estoy enfermo. Pero ahora llamo a mi papá - el pequeño dio un grito llamando a su padre y en unos segundos salió un hombre alto y robusto con el rostro desencajado, y se dirigió a Vanesa directamente. Ésta se olió que el hombre sabía que ella le iba a dar la peor noticia que le podía dar, por la cara que llevaba.

-Hola...Señorita...Es Isabel...¿Verdad? Escuché que le dijo a mi hijo que era usted policía...- El hombre tuvo que hacer mucho acopio para no echarse a llorar delante de la inspectora.

-Buenos días, ¿Es usted el señor Fernández?- Vanesa ya sabía que sí, que él era el padre de Isabel, la chica que habían encontrado asesinada, al nombrarle a su hija nada más la vio.

-Sí...Soy yo...Joder...Y mi mujer se fue a trabajar hace unas horas...

-¿Puedo pasar? Ahora hablaremos usted y yo, pero mejor adentro, por favor.

-Claro, pase - el hombre se retiró de la puerta dejando pasar a Vanesa. Ésta se dio cuenta que el señor estaba temblando, a pesar de ser un hombre fornido y grande. Y eso la dejó devastada. Odiaba tener que dar esa clase de noticias, pero formaba parte de su trabajo y tenía que hacerlo. Y para colmo el señor estaba sólo en casa, con su hijo pequeño.

Vanesa recorrió un pasillo largo hasta llegar a un comedor de unos veinticinco metros. El niño que le había abierto la puerta, se encontraba viendo la televisión cuando su padre le dijo que se fuera a su habitación y cerrara la puerta. El niño se fue sin rechistar.

Cuando los dos adultos se quedaron solos en el comedor, el padre de la joven, mientras cerraba la puerta, no pudo esperar y abarcó sin piedad a Vanesa.

-Vamos, díme dónde está Isabel. Ayer no durmió en casa y quedé con mi mujer que la avisaría cuando Isabel regresara a casa. Y en vez de venir ella, has venido tú - le dijo el hombre con la voz entrecortada y desesperado.

-Su hija ha aparecido muerta. Lo siento mucho - soltó Vanesa sin pensarlo. No estaba para dar la noticia con cuentagotas. El hombre merecía saber lo que le había pasado a su hija, y cuánto antes lo soltara todo, mejor.

-¿Qué?- El hombre comenzó a sollozar. Estuvo a punto de derrumbarse cuando Vanesa se acercó a él y lo abrazó. Si hubiera estado su mujer, Vanesa no lo hubiera abrazado, pero sabía que era lo que él necesitaba en ese momento tan sumamente amargo y difícil al estar sólo en la casa. Él terminó por desmoronarse.

Después de unos minutos abrazados, por fin el hombre se separó de Vanesa.

-Gracias...Cuéntame, por favor...Tengo que llamar a mi mujer, necesito que ella venga cuanto antes.

-Mire, a su hija la han asesinado. Imagino que ahora la forense está haciéndole la autopsia. Así que no tardarán en llamarlos para que se pasen por el anatómico. Principalmente necesitaremos que nos confirmen que es su hija Isabel.

-Joder...No me lo puedo creer...No tengo palabras ahora mismo...Me encuentro bloqueado. Ayer por la noche ella estaba aquí, con nosotros...

-Lo sé, señor Fernández. Mire, le recomiendo que llame ya a su mujer y puedan pasar por esto juntos. Luego ya tendrán tiempo de acudir al anatómico, ¿Vale? Y cuando usted esté en condiciones, podemos hablar de lo que ha pasado. Yo le voy a prometer que vamos a coger al cabrón que le ha hecho eso a su hija.

-Pero...¿Ha sido el mismo hombre que mató a Pilar, la chica que llevaba seis meses desaparecida?- Dijo el señor Fernández alzando la voz.

-Pensamos que sí, que ha sido el mismo hombre, pero aún no podemos confirmarlo hasta que se haga la autopsia a su hija - Vanesa tenía que ser sincera con él, aunque ya veía por dónde iban los tiros.

-Joder, entonces tú tienes la culpa de que mi hija esté ahora muerta, por no hacer bien tu trabajo. Ese cabrón tendría que estar ya entre rejas y tú no has hecho tu trabajo...-Bufó el hombre muy alterado.

Vanesa se quedó impávida en el sitio. En ese momento se sintió culpable del dolor inmenso que estaba sufriendo ese hombre.

El señor Fernández se llevó las manos a su rostro y se echó a llorar, dejándose caer de rodillas al suelo. Ese hombre estaba completamente hundido y devastado. Vanesa entendió que era el momento de irse ya de esa casa que se había convertido en un lugar totalmente oscuro y triste hacía unos pocos minutos atrás, joder, cómo una espeluznante noticia podía cambiar el ambiente en una casa en simplemente un instante.

Cuando salió la inspectora de ese piso, prefirió bajar por las escaleras y no por el ascensor. Y cuando comenzó a bajarlas, impulsivamente se echó a llorar, y sorpresivamente dio un puñetazo a la pared, quedando sus nudillos dañados y sangrando un poco. Pero en ese momento no fue el golpe lo que más le dolió, sino su corazón dañado por todo el dolor que acababa de presenciar en esa vivienda, además de sentirse culpable por no haber evitado el dolor de esa familia al no haber cogido al asesino a tiempo. Vanesa no era de piedra y sí le afectaba el dolor ajeno. Y más cuando ella sentía que lo podía haber evitado.

Malasaña I. (5° Historia)Where stories live. Discover now