Capítulo 8. Reconociendo emociones

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A las nueve se despidieron los tres en la puerta del pub. Se lo habían pasado muy bien y tanto Olivia como Vanesa querían pasar más tiempo juntas. Aunque sabían que lo mejor era dejar las cosas como estaban. De ahí no podían pasar ninguna de las dos.

Vanesa se dirigió al parking de la comisaría para coger su coche e irse directamente a su casa. Le había venido muy bien el haber tomado un par de cervezas con García y Olivia. De haberse ido a casa hubiera acabado bebiendo más de la cuenta, y además lo hubiera hecho sola. Quería olvidar el día que había tenido y con la compañía de esos dos lo había conseguido por un momento. Ahora le tocaba pasar sola la noche. Pero esa noche se sentía bien, por una vez en su vida no necesitaba ni quería pasar un buen rato con cualquier mujer que se encontrara por ahí. ¿Tendría algo que ver Olivia? A Vanesa le había gustado la doctora pero no sólo físicamente. Era una mujer muy inteligente, pero además era agradable y simpática, cuando ella misma llegó a pensar que era antipática, estirada y distante. Joder, esa mujer le había sorprendido y lo poco que había conocido de ella, sí le había gustado.

Pero a Olivia le pasó lo mismo que a la inspectora. Estaba claro que las apariencias engañaban. Y García debía conocer bien a Vanesa. Tenía razón cuando le dijo que era un cordero con piel de lobo. En el trato no era una mujer tosca, por lo menos con ella no lo había sido mientras tomaban las cervezas. Y tuvo que reconocer que, aunque al principio le dijera a Marco que no quería que las dejara a solas, luego sí cambió de idea y sí hubiera deseado pasar tiempo a solas con la inspectora. Tenía pinta de ser como ella misma, en el trabajo eran de una forma y luego fuera de él eran ambas de otra manera. Y ahora estaba pensando que no le importaría conocerla más. Pero si era una mujer de aventuras de una sola noche, ella no estaría dispuesta a ser una más en la lista de la inspectora. Sin ella pensarlo bien, tenía ganas de hacerle ciertas preguntas a Marco sobre su compañera, y tenía claro que cuando estuvieran a solas, saldría de dudas preguntándole por Vanesa.

Y en cuanto a García, se había ido muy contento a su casa. Él conocía a las dos mujeres muy bien y se había dado cuenta que entre esas dos había habido una química brutal. No habían parado de mirarse una a la otra, de sonreírse mutuamente y de incluso ignorarlo a él mientras hablaban las dos de sus cosas. Pero sabía que una era de aventuras pasajeras y la otra de todo lo contrario. Así que estaba complicado que sus dos amigas pudieran llegar a un entendimiento teniendo pretensiones tan diferentes. No sabía lo que podía salir de ahí, si es que algún día llegaba a salir algo.

Vanesa llegó a su casa y lo primero que hizo fue ponerse el pijama. Estuvo pensando en irse a dormir sin cenar, pero si quería hacer las cosas adecuadamente, tenía que llevar un orden también en la alimentación. Al día siguiente tenía pensado madrugar para ir una hora al gimnasio antes de ir a trabajar. Cuando estaba haciendo una ensalada para cenar, recibió una llamada de su madre y no le quedó otra más que cogerla. Ésta le recriminó a su hija que no le devolviera la llamada cuando la llamó por la mañana varias veces. Estuvieron hablando cinco minutos y cuando la inspectora colgó la llamada, dejó el móvil en la encimera de la cocina y suspiró. Tenía treinta años y su madre seguía tratándola como si tuviera quince. Le costaba entender que su hija ya era una mujer independiente y que no necesitaba de ella para vivir. Aún quería controlarla como hacía cuando vivían juntas, y Vanesa odiaba que su madre hiciera eso con ella. Se sentía una mujer libre en todos los sentidos y no iba a tolerar que nadie la controlara. Y menos siendo completamente independiente y con la edad que tenía.

Mientras, Olivia se pasó por el supermercado para llenar la nevera que tenía medio vacía. El trabajo le quitaba mucho tiempo para el día a día, y luego iba a matacaballo. Tendría que pensarse muy seriamente reducir las horas que dedicaba al trabajo. Tenía treinta y dos años y lo único que hacía era trabajar. Su hermano siempre le decía que iba a terminar soltera o casada con el trabajo. Y no iba mal encaminado si ella no hacía nada para evitarlo.

Cuando la forense se iba a subir al coche después de haber metido la compra en el maletero, recibió la llamada de Fabiana, una de sus mejores amigas. Le llamaba para decirle que ese fin de semana su marido iba a salir de viaje y quería invitarla a salir para tomar unas copas el viernes. Olivia se iba a negar pero luego lo pensó mejor y le dijo que sí, puesto que llevaba tiempo sin ver a Fabiana, y tenía que aprovechar que el marido de su amiga no iba a estar. Además le iba a venir muy bien estar con su amiga para salir por ahí y distraerse un poco, porque era lo que más necesitaba.

Antes de arrancar el coche, Olivia se dio cuenta que, por primera vez en hacía mucho tiempo, se encontraba feliz. Ella lo quería atribuir a la llamada de su amiga y a que iba a salir con ella el viernes. Pero en el fondo sabía que no era por ver a Fabiana. Aunque le costaba mucho reconocerlo, había disfrutado mucho de la compañía no sólo de Marco, sino también de la de Vanesa. La había visto tres veces contadas y cada vez le sorprendía y le gustaba más. En realidad no sabía si Vanesa era lesbiana, pero Marco le dejó entrever que sí lo era, además las miradas que le echaba no eran de una mujer heterosexual. Y si Marco le habló de ella como le habló, es porque la inspectora debía estar soltera. De haber estado emparejada, su amigo no hubiera hecho ninguna broma de la inspectora ni le hubiera hablado de ella como lo hizo.

Esa noche Vanesa estaba tan cansada que se echó en su cama después de cenar y se puso a ver un documental en Netflix. Mientras luchaba por no dormirse, comenzó a pensar en Olivia sin pretenderlo, y entonces se quedó dormida soñando con la forense. Desde que Sara la abandonó, era la primera vez que soñaba con otra mujer que no fuera su ex pareja. Poco a poco se fue haciendo a la idea de que Sara no iba a volver con ella. Quizás hasta ya tenía una nueva pareja, eso lo desconocía y prefería no saberlo. Le costaba mucho aceptarlo pero esa era la realidad, y por mucho que le doliera, debía ver las cosas como eran.

Malasaña I. (5° Historia)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant