Capítulo 55. Otro cuerpo en la madrugada

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Esa noche a Vanesa le había costado conciliar el sueño. Había salido de casa de su madre bastante tarde, por lo que se fue directamente a su apartamento. Necesitaba descansar un poco y sobre todo estar tranquila. Llevaba todo el día pensando en Olivia. Le había venido bien trabajar por la mañana y haber ido a comer a casa de su madre, porque aún con todo, la forense no salía de su cabeza.

Lo que había vivido con Olivia la noche anterior en casa de la forense, había sido lo más parecido a cuando estaba con Sara en sus mejores momentos. Cuando estaba completamente enamorada de ella y sentía que podía tener a la enfermera como compañera de vida. Así pues, en una sola noche, Olivia le había despertado un sinfín de emociones que creía tener completamente dormidas y apagadas. Y cuando juntaron sus cuerpos desnudos, Vanesa había tocado el cielo. No le cabía la menor duda de lo que Olivia le gustaba. Tenía razón García. Lo que había entre ellas no podía ignorarse, por mucho miedo que ella tuviera a sufrir y no ser igualmente correspondida. Si no se arriesgaba, ella sabía que le sería casi imposible encontrar a otra mujer como la forense, tan acorde y perfecta para ella. Porque sí, Vanesa creía que con Olivia sí podía ser más feliz de lo que ya era ella estando sola. Ahora que conocía a la forense, se le habían quitado las ganas de acostarse con cualquier mujer, ahora sólo quería que fuera Olivia la que calentara su cama todas las noches. Pero había sido ella la que había salido de casa de la forense enfadada. Había metido la pata por completo y sabía que debía arreglarlo cuanto antes. No podía estar así con Olivia. Necesitaba hablar y disculparse con ella. Sólo tenía que buscar el momento idóneo para hacerlo, y esperaba, por su bien,que Olivia le diera una oportunidad.

Cuando por fin se había quedado dormida, con la forense en su cabeza, a las horas de estar en un sueño muy profundo, sonó su teléfono móvil. Antes de coger la llamada, miró la hora en el teléfono y se maldijo viendo que eran casi las cinco de la madrugada. Pero ya no le fastidiaba que la llamaran a esa hora porque la despertaran, sino porque cuando la llamaban de madrugada siempre era para darle malas noticias. Y en efecto, Vanesa estaba en lo cierto.

-¿Qué pasa, García?- preguntó la inspectora cerrando los ojos y pasando una mano por su cabello.

-Muy malas noticias Vanesa. Ha aparecido otro cuerpo...En el mismo sitio donde encontramos el cuerpo de Pilar.

Vanesa se incorporó bruscamente de la cama.

-¡Joder, García! ¿En serio?

-Estoy aquí, en la caseta, con los compañeros, Olivia y la jueza de guardia. Y lo peor de todo es que ha debido de ser Álvaro, porque el cuerpo ha aparecido en circunstancias similares al de Pilar. Con un collar de perro en el cuello y con bridas en las muñecas de la víctima. Y teniendo en cuenta que nunca dimos detalles de cómo apareció el cuerpo de Pilar...Es el mismo modus operandi. Ha sido el mismo asesino, Vanesa.

-Lo que nos faltaba. Y para colmo se nos ríe en nuestra propia cara. El cabrón ha tenido la desfachatez de dejar el cuerpo de esta chica en el mismo sitio. Está claro que disfrutó con lo que hizo, se siente cómodo y necesita volver a matar. Además de dejarnos claro que él está por encima nuestro. Se siente libre y con poder. Joder, como no lo pillemos pronto, ésto va a ser una carnicería. Vamos a agilizar un registro de la casa de Álvaro, y que nos deje el juez controlar las llamadas. Como también su coche. Porque el cuerpo lo ha tenido que llevar en coche, digo yo.

-No Vanesa. A esta chica la ha debido de matar aquí, o por aquí. Y el cuerpo aún se puede decir que no está del todo frío. Así que la ha matado hace unas horas. La debió de traer aquí, la violó y la estranguló. Lo que no sabemos es cómo ha conseguido traerla a este lugar tan horrible. Por cierto, no sé si es una mera coincidencia, pero esta chica también es rubia, como Pilar.

-Quizás la madre de Álvaro es rubia también. Habrá que contrastarlo con el padre. Bueno García, me visto y en nada estoy ahí.

-Te esperamos, tranquila. Cuando vengas ya habremos avanzado algo.

Cuando colgaron la llamada, la ira se apoderó de la inspectora. El asesino se estaba riendo de ellos. Y eso era algo que ella no toleraba. El cabrón era un hombre inteligente, sádico y con unas ganas incontrolables de doblegar a una mujer. Pero también le indicaba que, a parte de dejarse llevar por sus impulsos más irracionales, era un hombre controlador y con un ego importante. Él sabía que se arriesgaba mucho si volvía a dejar un cuerpo en el mismo lugar donde dejó el anterior cuerpo, pero aún así le pudo más su alto ego y el querer demostrar a la policía que el que mandaba era él, no ellos.

Vanesa sabía que debían devanarse los sesos si querían coger a ese hombre antes de que volviera a matar otra vez.

La inspectora estaba asqueada y muy preocupada de no hacer su trabajo correctamente. Pero en ese momento, con más razón que nunca, el juez les facilitaría todo lo que necesitaban para dar con el asesino. No podían permitirse otra muerte más en la ciudad.

Vanesa se levantó rápidamente de la cama y se dirigió al armario para coger la ropa y vestirse. Aún estaba adormilada. Ni siquiera se percató del frío que hacía en su habitación. Se vistió con lo primero que encontró, cogió su chaqueta de cuero, su casco y se marchó a paso rápido.

Cuando iba de camino al bosque, fue cuando se dio cuenta que iba a volver a ver a Olivia. Pero no era el momento ni el lugar para hablar con ella de lo que había pasado entre ellas. Así que, muy a su pesar, ya hablaría con ella en otro momento. Debía ser paciente. Por lo pronto, una tímida sonrisa se dibujó en su frío rostro, porque por lo menos la iba a ver. Y eso la contrarió. Iba a ver un cadáver, de una chica seguramente joven, y aún así consiguió sonreír. Olivia sí podía sacarle una sonrisa aún en momentos totalmente amargos. Ese poder sólo lo tenía la forense.

Llegó más o menos rápido al lugar de los hechos. Aparcó la moto a unos escasos metros de la caseta. Y antes de bajarse de ella, suspiró, como solía hacer antes de tener que ver un cadáver. Hacía un frío horrible y todavía no había amanecido, y el hecho de tener que ver lo que le esperaba, hizo que su estómago se removiera. En ese instante, ni el ver a Olivia la relajó. Sin pensarlo dos veces, se fue acercando al lugar de trabajo. Ya estaba la zona acordonada y cada trabajador haciendo su trabajo. De repente recordó la noche que encontraron el cuerpo de Pilar y le vino también a la cabeza cuando se acercó a la caseta y se manchó sus botas de Prada de barro. Por lo menos esa noche no llovía. Algo bueno tenía que sacar de ese momento tan espantoso.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora