Capítulo 19

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A la mañana siguiente nos encontrábamos en una pequeña capilla, estaba llena de gente que suponía serian familiares y conocidos de la persona fallecida, estaba de mal humor prácticamente desde que llegamos, pero este se intensificó al ver como Daniela abrazaba a ese capullo, mis ganas de separarlos y propinarle un puñetazo eran enormes, pero no era lugar, ni momento para ello, por lo tanto debía aguantarme las ganas.

El muy idiota al verme se disculpó por lo del beso en París, acepte a regañadientes solo por el lugar en el que estábamos, también se disculpó con ella diciéndole que había confundido sus sentimientos, por supuesto, Daniela le había creído el cuento, pero yo no, podía verlo en sus ojos.

– Daniela querida, me alegro de verte–saludó acercándose una mujer de cabello castaño oscuro, ojos oscuros, algo entrada en años, se veía demacrada, no sabría decir si por el paso de los años o por la perdida

– Beata, siento mucho tu perdida–dijo abrazándola

– La hemos perdido, pero ahora se encuentra con el señor–comentó separándose con una triste sonrisa, sus ojos se posaron en mí– ¿Tu prometido?–

– Sí, es Fabrizio Benedetti–me presentó con una pequeña sonrisa

– Un placer querido, soy Beata, la madre de Stefano–dijo tendiéndome la mano la cual estreche con suavidad

– El placer es mío, la acompaño en el sentimiento–ella asintió con una pequeña sonrisa

– Vayan a sentarse, pronto comenzara la misa–asentimos, agarré su mano buscando donde sentarnos

Terminamos junto a la familia de Daniela, dio comienzo la misa, se me hizo eterna, creía en Dios, bueno más o menos, pero no creía en las cosas que decía la biblia, ni la gente religiosa, para mí él amaba a todos sin importarle nada, no te juzgaba, ni te ponía pruebas para comprobar tu fe en él.

Después de una maldita hora, por fin nos levantamos, el coche fúnebre se llevaría el cuerpo al cementerio, ahí solo iría la familia, el resto nos dirigíamos a casa de ellos al aperitivo que tenían.

A lo lejos vi a Stefano salir al jardín, miré a Daniela hablar con su familia, me disculpe con ellos, camine hacia la puerta saliendo también, se encontraba solo sentado en una silla mirando a la nada

– Hablemos en privado–dije llamando su atención

– ¿Sobre qué?–preguntó poniéndose de pie, guarde mis manos en los bolsillos acercándome a él

– Quiero que te alejes de Daniela–comenté mirándolo con frialdad

– ¿No crees que es ella quien debe decidir eso?–me miraba desafiante– Además, dije que solo confundí las cosas–

– Daniela te creyó, porque al fin y al cabo es ingenua, pero yo veo como la miras, tus celos cada vez que la toco o ella a mí, por eso te advierto una cosa–me acerqué más quedando a unos pasos, lo miraba con hostilidad y mi postura era amenazante– Aléjate antes de que pierda la paciencia–

– ¿Me estás amenazando?, ¿Sabes para quién trabajo?–preguntó con arrogancia, sonreí con burla

– Solo te advierto, sé perfectamente que trabajas para el ministro italiano, pero eso no me importa, ahora te preguntó yo, ¿sabes quién soy?–fue mi turno de preguntar con arrogancia– La respuesta es no, deberías preguntarle a tu jefe sobre mí, él me conoce muy bien–juré ver por un segundo algo de miedo surcar sus ojos

– ¿Ocurre algo?–me giré al escuchar la voz de Daniela

– No pasa nada, solo le daba el pésame a tu amigo–lo miré de forma amenazante, él asintió forzando una sonrisa

– Solo era eso, entremos, está haciendo más frío–comentó mirándola de reojo al pasar a su lado

– ¿De verdad que solo era eso?–preguntó mirándome con los ojos entrecerrados

– De verdad, pero ¿por qué sales sin abrigo?–dije mirándola solo con el vestido negro puesto

– Te estaba buscando, os vi fuera y simplemente salí, me preocupe, pensé que estabais discutiendo–

– ¿Te preocupaste por mí o por él?–pregunté serio mirándola, ella rodó los ojos abrazándose a sí misma

– Celos...–canturreo dándose la vuelva caminando hacia la casa, me quedé mirando su espalda, me enfermaba el pensar que se preocupase por él, sacudí la cabeza alejando esos pensamientos y sentimientos de mí.

Por fin había acabado el funeral, nos despedimos de todos, le lancé una mirada de advertencia a Stefano quien se despidió con un abrazo rápido desconcertándola, nos subimos al coche poniendo rumbo a casa. El sonido de mi móvil rompió el ambiente silencioso en el que estaba sumergido, apreté un botón del coche contestando la llamada

Señor, ya llegó el encargo–dijo Nestore al contestar

Perfecto, ¿estás en el pent-house?–

Bien, espérame en el parking, pronto estaré ahí–nada más decir eso colgué la llamada, sentía su mirada en mí, así que la miré de reojo

– ¿Un encargo?–preguntó con curiosidad

– Es algo especial–su mirada era confusa, asintió apoyando su cabeza contra el cristal volviendo así el silencio.

A los 20 minutos llegamos al edificio, al entrar en el parking pude ver a Nestore, estacione en mi lugar, ambos bajamos del coche, ella lo saludo con una sonrisa, iba a marcharse, pero la sujete de la muñeca haciendo que me mirase interrogante

– Aquí tiene señor–me dio unas llaves

– ¿Está todo en orden?–pregunté a lo que él asintió– Perfecto, puedes marcharte–

– Hasta mañana–se despidió con una leve inclinación de cabeza hacia los dos

– ¿Podemos subir?, Estoy agotada–comentó mirándome con algo de súplica

– Antes, hay una cosa para ti–

– ¿Qué cosa?–preguntó intrigada, sonreí ante el brillo de ilusión en sus ojos, tiré de ella rodeando mi coche

– Un coche nuevo–dije soltándola, colocando las llaves delante de ella, su mirada iba del Audi todoterreno rojo a mí

– ¿Me has comprado un coche?–cuestionó impresionada, yo asentí meneando las llaves– No puedo aceptarlo...–negó con la cabezada dando unos pasos hacia atrás, la agarré de los hombros deteniéndola

– Si puedes, es un regalo de bodas adelantado–coloqué las llaves en su mano iba a decir algo, pero la silencie con un pequeño beso– No repliques o tendré que castigarte–dije colocando mis manos en sus caderas pegándola a mí

– Está bien, lo acepto–sonrió levemente, me sentí hipnotizado ante su sonrisa, la apoyé contra el coche, acerqué mi rostro a su cuello, deslicé la punta de mi nariz a lo largo de este causándole un estremecimiento, colocó sus manos en mi pecho alejándome– ¿Podemos... No hacerlo hoy?–preguntó nerviosa mordiéndose el labio

– Por supuesto–comenté soltándola, ella pareció suspirar aliviada

– Gracias–asentí, en silencio caminamos hacia el ascensor, una vez dentro de este, ella se colocó delante de mí, me agarró por la corbata tirando de mí hacia ella, uniendo nuestros labios en un dulce beso haciendo que algo en mi interior, me causara una corriente eléctrica que me recorría por completo.

Al concluir el beso, me dedico una sonrisa deslumbrante haciendo que me quedara embobado mirándola, mi corazón pálpito con fuerza y entonces una sensación de alerta me invadió, la situación se estaba volviendo bastante peligrosa, ella se estaba volviendo peligrosa para mí.

Entre tus Manos [Versión antigua]Where stories live. Discover now