Capítulo 38

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Crucé la calle con cuidado, me acerqué a él mirándolo sorprendida, una sonrisa aprecio en sus labios, me miraba con algo de fascinación

– ¿Qué haces aquí?–cuestioné sin dejar de mirarlo

– He decidido quedarme aquí, de pie, hasta que me perdones–dijo con seguridad

– Fabrizio vete a casa, estás empapado, lo único que conseguirás, es coger un resfriado–

– ¿Te preocupa eso?–preguntó con una sonrisa, rodé los ojos suspirando

– Me preocuparía por cualquiera, no te hagas ilusiones–respondí con dureza, él asintió sin borrar su sonrisa– En serio, vete a casa, habrá tormenta–

– Me marcharé, solo cuando me perdones–resoplé ante su terquedad

– Como gustes–dije dándome la vuelta volviendo hacia el edificio

El día fue pasando y él no se movía de allí, a pesar de la fuerte lluvia que caía, lo miraba a través de la ventana con preocupación, suspiré alejándome de esta

– ¿De verdad vas a dejar que se quede ahí?–cuestionó mirándome incrédula

– Es su decisión, no la mía–

– Pero tú puedes hacer que se marche, Dani, puede coger una neumonía como se quede allí–suspiré dándome la vuelta hacia la habitación, ignorando sus llamados

Me recosté en la puerta, caminé hacia la cama, me senté en esta miré hacia la ventana en la cual caían gotas de agua sin cesar, quería levantarme y salir en su búsqueda, sacudí la cabeza alejando ese pensamiento, no podía ceder, lo más seguro es que se marchase a casa en cuanto las luces se apagaran.

Suspiré sentándome en la cama, miré mi móvil eran las siete de la mañana, me sentía cansada, la incógnita de saber si seguía allí, no me había dejado dormir casi nada, me levanté estirándome, salí de la habitación, fui hacia la cocina donde me sorprendí de ver a Julia pegada a la ventana

– ¿Qué haces despierta tan temprano un sábado?–cuestione abriendo un armario sacando una taza

– Que susto–dijo dándose la vuelta con una mano en su pecho– No pude dormir mucho, estaba preocupada por tu marido–

– Él debe estar ya en su casa–comenté rodeando la encimera que separaba la cocina del salón

– Daniela... Él sigue ahí–me quedé paralizada por un segundo, dejé la taza en la encimera y corrí hacia la ventana, seguía ahí, de pie totalmente empapado– Hazlo subir, deja de lado el orgullo–la miré un segundo, corrí hacia la habitación, abrí el armario sacando cualquier cosa y poniéndomelo.

Salí del edificio, el ambiente era húmedo, las gotas de agua estaban heladas, crucé la calle con cuidado, me acerqué a él, en ningún momento dejó de mirar hacia el edificio, murmuraba algo que no entendía

– Fabrizio–lo llamé colocando mi mano en su hombro, no se inmutó en absoluto, me posicione delante de él, tenía la mirada perdida, coloqué mi mano en su mejilla, me sorprendí al sentirlo tan helado– Vamos dentro, necesitas entrar en calor–agarré su mano tirando de él suavemente, prácticamente se dejaba guiar.

Al salir del ascensor comenzó a tiritar, Julia nos esperaba con la puerta abierta y unas toallas, rápidamente lo llevamos al baño, donde comencé a quitarle la ropa

– Iré a prepararle algo caliente, mientras dale un baño caliente–dijo saliendo del baño, yo solo asentí, me acerqué a la bañera abriendo la llave del agua caliente, mientras se llenaba comencé a quitarle la ropa con dificultad, una vez que su cuerpo pareció entrar un poco en calor, lo ayude a salir de la bañera le coloqué mi bata y lo guié hacia la habitación, lo dejé sentado en la cama– ¿Cómo está?–preguntó Julia entrando con una taza

– Completamente helado–comenté abriendo el armario sacando las mantas de invierno– Necesita más calor–suspiré colocándoselas por encima

– Toma, dale el té, le hará bien–cogí la taza con cuidado, me senté a su lado intentando que bebiera.

Estaba preocupada por él, la fiebre le había llegado a 40 grados, deliraba pidiéndome perdón una y otra vez, tiritaba de frío, Julia fue a la farmacia por medicamentos mientras yo intentaba bajársele la fiebre con paños de agua por todo el cuerpo.

El domingo había mejorado, pero la fiebre le iba y venía, al menos ya no deliraba, ni tiritaba, pero si pasaba mucho tiempo durmiendo debido al fuerte medicamento, no me había separado de su lado en ningún momento, tenía su cabeza apoyada en mis piernas mientras acariciaba su cabello.

– Deberías perdonarlo–me sobresalte un poco al escuchar a Julia de repente

– Maldita sea, ¿pretendes que me dé un infarto?–pregunté por lo bajo mirándola con el ceño fruncido

– No exageres, pero no me cambies el tema, ¿Por qué no lo perdonas ya?–suspiré volviendo a contemplarlo

– No puedo olvidar lo que paso–

– ¿Qué más tiene que hacer este hombre para que lo perdones?–cuestionó acercándose a la cama– Dani... Mira como esta–

– Julia, ahora no por favor–supliqué colocándome el cabello a un lado, ella suspiró dando media vuelta saliendo de la habitación.

Finalmente llegó el lunes, su fiebre había disminuido del todo, preferí dejarlo descansando mientras iba a trabajar, pasé el día completamente preocupada por él, después de trabajar, volví rápidamente a casa.

Al entrar en la habitación lo vi sentando en la cama con el móvil en la mano, sus ojos se posaron en mí al abrir la puerta

– Has vuelto–su voz salió ronca, me mordí el labio ante eso, me pareció realmente sensual

– Por supuesto, ¿Cómo te sientes?–pregunté sentándome a su lado colocando mi mano en su frente

– Ahora que estas a mi lado, mucho mejor–agarró mi mano llevándosela a los labios dándole un beso

– Ya estás completamente recuperado–dije levantándome de la cama sintiéndome algo nerviosa– Deberías irte a casa–

– ¿Nunca vas a perdonarme?–cuestionó mirándome con tristeza, respiré hondo negando con la cabeza, asintió poniéndose de pie– Comprendo...–cogió su ropa la cual estaba encima de un mueble, entre ambos se formó un silencio realmente incómodo, suspiré saliendo de la habitación dándole privacidad para que se cambiara.

Pasaron unos minutos hasta que salió, nos quedamos mirándonos fijamente, no sé cuánto pasó, segundos, minutos, quizás horas, pero para mí fue una eternidad atrapada en esos ojos grises como una tormenta

– ¿Lo tienes todo?–pregunté cruzándome de brazos

– Sí, ya me voy–asentí, me miró un momento, se dio la vuelta dirigiendo sus pasos hacia la entrada del apartamento seguido de mí, abrió la puerta, pero no se movió, se giró mirándome con dolor– Dime que no me amas, dime que de verdad no hay ninguna oportunidad de que me perdones...–

– No hay, ninguna oportunidad–dije sintiendo el nudo en mi garganta presionar con fuerza, asintió con una sonrisa

– Te dejaré en paz, a partir de ahora–se dio la vuelta saliendo, rápidamente me acerqué a la puerta cerrándola, me apoyé en esta deslizándome hasta el suelo, comenzando a dar rienda a mis lágrimas.

Al cabo de unos minutos la puerta intento abrirse, me levanté rápidamente limpiándome las lágrimas con la mano, Julia me miró extrañada

– ¿Qué diablos hacías ahí sentada?–preguntó entrando cerrando la puerta– ¿Por qué lloras?–

– Nada, no tiene importancia–respiré hondo caminando hacia la cocina

– No se llora por nada, ¿Cómo está Fabrizio?–

– Se fue, ya estaba bien–me serví un vaso con agua, lo deje en la encimera mirándolo fijamente

– ¿Qué pasó entre ambos?–miré los anillos de mi dedo con tristeza

– Se acabó todo–susurré con voz quebrada, sin quererlo comencé a llorar de nuevo

Entre tus Manos [Versión antigua]Where stories live. Discover now