Capítulo 23: La Falda De La Perdición.

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JACOB



Estoy observando a un niño, que está de pie en mi antigua habitación en Londres.

— Mamá no me dejes aquí, yo quiero estar contigo — miré al niño llorar, miré hacia la puerta, ¿Mamá? Mamá, mamá no te vayas, no dejes a ese niño, caminé a la puerta, pero se cerró, no logro abrirla, el niño comenzó a llorar desconsolado a mi espalda y me giré mirándolo con tristeza.

— No llores — sentí la voz de Elena, la vi aparecer a consolar a ese niño pequeño arrodillándose a su lado — Tú no tienes la culpa — acarició el rostro del niño secando sus lágrimas, pero se enderezó y se giró mirando la puerta, la puerta se abrió, no, ella no se puede ir también, Elena comenzó a caminar hacia la puerta, pero no me escucha, por más que le grito que no me deje, que no se marche, no me escucha, y la puerta se cerró.

Desperté con falta de aire sudado, maldita sea, me senté la cama agitado, tomé mi botella con agua y sentí una turbulencia. Miré la pantalla a mi lado, faltan dos horas para aterrizar en Nueva York, boté aire, no había soñado con Elena en meses, pero mi subconsciente sabe que nos estamos acercando. Me levanté y entré al baño a ducharme para prepararme para el aterrizaje.

Había olvidado que extrañaba con el alma esta ciudad, la gente, las luces, el sonido, respiré feliz mirando por la ventanilla del vehículo, siento que se me devolvió la vida al cuerpo volver a Nueva York, pero luego recordé la razón que me hizo volver, papá.
Carlos se estacionó a las afueras del edificio en donde viven mis padres en el Upper East Side.

— Me llevas mis cosas a mi piso, luego vuelves por mi.

— Claro señor — le hice un movimiento de cabeza y me bajé del vehículo. Entré al edificio, al ascensor, ingresé la clave del Pent House y esperé mientras se me hacía un nudo en el estómago analizando situaciones, imaginándome con lo que me encontraré del otro lado.

Las puertas del ascensor abrieron, y entré al piso de mis padres, apareció Roberta saludándome cordial.

— Sus padres están en el estudio, es un placer volver a tenerlo por acá joven Jacob — le sonreí asintiendo, de Joven ya no queda nada. Me dirigí al estudio, toqué la puerta y sentí el pase de mamá, me da terror ver a papá. Abrí y sentí que se me fue el aire ¿Elena? Es su cabello, es su cuerpo, hasta aquí puedo sentir su olor.

— Están todos los signos vitales bien señor Van Janssen — es su voz, le habló feliz a mi padre, este le sonrió y yo me rompí, no parece mi padre, desde lejos puedo percibir que ha bajado como 25 kilos y toda su ropa le queda gigante.

— Hijo — miré a mamá — Hijo — volvió a decir caminando a mi, la abracé, Elena se giró asustada y sus ojos lo dijeron todo al verme.

— Hijo — dijo papá sorprendido, despegué mis ojos de Elena y miré a papá intentando sonreír, fingiendo que no me afecta verlo en ese estado. Mamá me soltó y me acerqué a abrazar a papá, pero me da miedo, siento que podría romperlo de un abrazo de tan delgado que está. Vi que Elena comenzó a ordenar todas sus cosas, y al verla desde este punto de vista, se ve la ropa que está usando bajo el delantal médico blanco al tenerlo desabotonado, y vi esa falda. La falda de la perdición. Así le puse a esa falda, fue la falda la que me hizo caer, la falda que hizo que mis manos se fueran sobre su cuerpo y ya no me pudiera detener.

La vi aparecer en el pasillo mientras me servía una copa de vino y sonreí, maldita seas Elena, ¿Se puede ser más sexy? Definitivamente no. Viene con su falda tableada corta sin medias, no me podré contener.

— Hola — y no está usando brasier debajo de la camiseta, le quité la vista enojado de su cuerpo.

— ¿Te preparó un jugo de naranja con
limon? ¿Te has sentido bien? No
puedes beber alcohol por los
medicamentos.

Mi Maldito TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora