CAPÍTULO 14

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― ¡Acaso eres una idiota!

Max no podía creer lo idiota que era su amiga. Tacher se acababa de ir y ella no había hecho nada para impedírselo.

― Él quiere algo que yo no puedo darle.

― ¿Ni por una noche? ¿!Ni por una puta noche¡? ―Grito este exasperado ―. Sí estás convencida de que todos son como Simón, tampoco deberías confiar en mí. Un día de estos termino matándote.

Sin más, este caminó hacia la playa en busca de Victoria y la dejó sola en el rancho. Le había dolido decirle eso, pero ella debía superarlo o no lograría ser feliz nunca.

Los buenos amigos son los que te dicen lo que necesitas escuchar, así no sea lo que te guste escuchar ― se repetía Max en la cabeza convenciéndose de que era lo que tenía que hacer.

Su amiga lo estaba haciendo mal, muy mal.

Las lágrimas de Melissa se asomaban por sus ojos, y justo cuando iba a derramarlas, escuchó.

― Hola, Meli. ¿Cómo anda todo?

Damian acababa de terminar con la reunión, una que sus amigos abandonaron de la nada.

― Damian, hola, que bueno es verte.

Esta se acercó a este y lo abrazó.

― Como vez, me ha tocado terminar la reunión a mí, estos parecen más niños.

Melissa sonrió cuando Damian le señaló a Marcus.

― Seguro que sí ―confirmó.

Este recorrió el lugar con la mirada y preguntó:

― ¿En dónde está Tacher?

Un suspiro salió de ella.

Al escucharlo Damian afirmó:

― Otra vez se han peleado.

Melissa asintió cerrando los ojos.

― No son nada y ya parecen marido y mujer con tanta pelea ―puntualizó dejando a Melissa paralizada.

¿Qué parecían qué?

Melissa no respondió nada, pero antes de que Damian fuera a saludar a la pequeña y en busca de Marcus para irse le dijo:

― Que Elizabeth no se entere, porque con lo celosa que es con Tacher y lo que te ama a ti, no sé qué locura sería capaz de hacer.

Esta asintió con una triste sonrisa, ella sabía que su amiga sospechaba algo por la videollamada.

Volviéndose a quedar sola, Melissa volvió a su hamaca y abrió el libro, pero no leía nada, solo lo miraba tratando de poner en orden sus pensamientos.

¿Qué debía hacer? ―Era lo único que se preguntaba.

Pero la voz de su interior esa que a veces era ángel y otras se convertía en demonio comenzó el interrogatorio:

¿Estás dispuesta a dejar pasar lo que sea que tienes con Tacher?

No lo sé ―se respondía a sí misma.

¿Qué podría pasarte con él?

Seguro el mejor de los orgasmos―. Le respondió su voz interior.

Esta sonrió por el pensamiento.

Así como te preguntó Max: ¿Acaso también pensaba que él era como Simón?

Melisa negaba con la cabeza, ella sabía que Max era al único hombre al cual le confiaría su vida a ojos cerrados, porque sabía que él sería capaz de dar su vida por ella y por su niña.

POR PRIMERA Y ULTIMA VEZ [COMPLETO] LIBRO 2Where stories live. Discover now