CAPÍTULO 26

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Cristóbal tragó con dificultad y miró a Tacher, su hermano nunca se había metido con la camarera de un hotel por más inteligente que fuera. Melissa al darse cuenta de su actitud, se le hizo extraño.

― ¿Qué pasa? ― Preguntó sin poder evitarlo.

― Es un lindo hotel ―Afirmó Cristóbal ―. Siempre que vamos a Colombia nos quedamos en ese, es el único que cumple con mis expectativas.

Esta asintió, pero no le creyó y él al notarlo le dijo:

― Tu cerebro se está desperdiciando en ese lugar.

― Ya lo creo ―Afirmó Tacher.

Melissa negó con la cabeza mientras sonreía, seguro que sí.

Tomando los documentos que esta le entregaba, Cristóbal salió de la habitación, mientras le agradecía mil veces por ese gran favor.

― Lo que no logré hacer en tres días con mi padre en el despacho, esta mujer lo hizo en casi dos horas. Si no la contratas pronto yo me la llevaré a mi empresa.

Cristóbal y Melissa rieron por el comentario.

Tacher no.

Al quedar completamente solos, un bostezo salió de la boca de Tacher, a lo que Melissa volviéndose a sentar en la cama le dijo:

― Duerme.

Mirando su reloj era ya la una de la tarde y sus cuerpos necesitaban comida, por lo que negó con la cabeza, ya era hora de almorzar y luego debía acompañar a su hermano Christen a ver unos caballos. Tacher le tendió la mano y cuando esta la tomó la campana comenzó a sonar de nuevo y este la levantó de la cama para dirigirse al comedor.

― ¿Si no comemos a la hora que la campana suene qué pasa?

Tacher sonrió al escucharla.

― Úrsula se molesta, por lo que para evitar caras y conflictos siempre se va al escucharla.

Melissa asintió y saliendo de la habitación bajaron por la escalera y se dirigieron al comedor.

Al llegar ya todos estaban ahí, y apenas estos tomaron asiento, Úrsula movió la campanita y cuatro empleados entraron con bandejas y platos de comidas, postres, jugos y vino. Al terminar de servir, estos se colocaron en cada esquina de la habitación y cada vez que se les acababa el vino, o querían algo más, estas personas se acercaban y les servían.

Melissa mientras se comía una Cochinita Pibil, los miraba de reojo, había dos hombres y dos mujeres, y los cuatro eran de piel morena, cabello negro y ojos del mismo color. Todos iban en uniforme negro con blanco. Esta no podía dejar de observarlos incrédula.

La familia de Tacher era un poco rara ―pensó.

En un momento del almuerzo, Melissa iba a tomar un poco más de vino cuando uno de ellos se les acercó. Al alzar la cabeza lo miró con detenimiento, sus ojos negros irradiaban paz y se notaba que hacía ejercicio.

Quitándole la botella de las manos, este iba a servirle cuando Melissa le dijo:

― Tranquilo, yo puedo hacerlo.

― Es mi trabajo señorita.

Al escucharlo, Úrsula le dio una palmada a la mesa sorprendiéndola solo a ella.

― ¿Acaso tienes permitido hablar?

Melissa abrió los ojos asombrada mientras el chico de unos veinte años negaba con la cabeza.

― A tu lugar.

Sin más, este dejó la botella y se fue a su esquina.

Tacher que estaba a su lado, tomó la botella y le sirvió un poco más bajo la mirada de Úrsula, que miraba a otro de los cuatro y una de las mujeres acercándose a Tacher le quitó la botella de las manos.

POR PRIMERA Y ULTIMA VEZ [COMPLETO] LIBRO 2Where stories live. Discover now